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La familia mall



 POR LIBERTY VALANCE | ILUSTRACIONES FRANCISCO JAVIER OLEA 
Diario El Mercurio, Revista Sábado, 20 de Octubre de 2012

En Chile existen más de 70 centros comerciales o malls.

 Dicen que los centros comerciales son las nuevas plazas, que el grupo familiar completo se distrae en ellos, desde la abuela octogenaria hasta la guagua en súper coche. Este es un retrato de ese mundo, visto con los ojos de nuestro columnista.  

POR LIBERTY VALANCE | ILUSTRACIONES FRANCISCO JAVIER OLEA En Chile existen más de 70 centros comerciales o malls.

Espacios urbanos y verdaderas plazas públicas donde se encuentra y reconoce la familia chilena.

Es mucho lo que los psicólogos, economistas, sociólogos, antropólogos y lingüistas le deben a los malls.

En estos centros encuentran materiales de observación, objetos de análisis, sacan conclusiones y, en fin, tienen algo en que pensar.

El estudio del mall, para las ciencias sociales, ha sido un patio de comida.

Este trabajo de campo se realizó en los mall que existen por las comunas de Santiago. Los investigadores captaron y escucharon distintas conversaciones y también los nombres y oficios de los protagonistas.

El registro, en algunos casos, fue completo.

En ocasiones y por motivos obvios, a medias.

La reconstrucción final de diálogos y personajes, que por primera vez se hacen públicos, se realizó sobre la base del contexto.

Multisala familiar

Jorge, 45 años, ingeniero: Hacía tiempo que no veníamos al cine juntos. Estas salas en los malls son macanudas y se ve estupendo.

Carmen Gloria, 43, arquitecta: Después del cine podemos ir a comer algo.

Pablo, 13 años, estudiante: ¿Es cierto que antes en los cines había una persona que se llamaba acomodador y te alumbraba con linterna?

Jorge: Sí.

Tomás, 20 años, universitario: Seguro que eran pedófilos.

Carmen Gloria: ¡No digas tonterías!

Marcela, 16, estudiante: Puede ser.

Jorge: Bueno, bueno. Vamos a ver No. Una gran película chilena, yo quiero que conozcan nuestra historia, porque con la mamá estuvimos ahí. Para que sepan lo que fue luchar contra la dictadura.

Tomás: Yo voy a ver Kramer.

Jorge: Pero si ya la viste.

Tomás: La voy a ver de nuevo.

Jorge: ¿No te interesa saber la historia de Chile?

Tomás: Ya me puse de acuerdo con mis amigos y nos vamos a juntar adentro.

Carmen Gloria: Jorge, no puedes obligarlo. Ya está grande y él sabrá.

Jorge: No, si no lo voy a obligar, pero me da pena, y eso sí lo puedo manifestar, ¿no cierto? Me da pena, porque no quiere conocer la gesta histórica en la que participaron sus padres.

Pablo: Yo voy a ver Los indestructibles 2.

Jorge: ¿¡Qué vai a ver!?

Pablo: Los indestructibles 2 o Resident Evil 5.

Jorge: No entiendo a este cabro chico.

Marcela: No es tan chico, papá.

Tomás: Al Pablo le gustan las secuelas.

Jorge: O sea que si hubiera un No, segunda parte, ahí sí que la ve.

Pablo: Yo creo.

Tomás: Pero la secuela del No se llamaría Sí.

Jorge: Eso te lo dijo tu padrino, que todavía sigue momio.

Marcela: Yo voy a ver Tres metros sobre el cielo. Eso es lo único que quiero.

Jorge: Pero también ya la viste.

Marcela: Por eso la quiero ver de nuevo, porque me gustó y quiero repetírmela.

Jorge: ¿Tú sabes lo que fue el plebiscito del No?

Marcela: No empieces, por favor: me da vergüenza.

Jorge: ¿Saben qué más? Está bien, está bien, está bien. Pero mira los hijos que nos salieron. Así que vamos a entrar los dos no más a ver No.

Carmen Gloria: Sabes que no, yo voy a ver A Roma con amor, porque me encanta Woody Allen.

Amor en el patio de comida

Pablo, 27, contador: Acá nos conocimos. En la escalera mecánica del mall. Tú subías...

Verónica, 26, enfermera: ...y yo bajaba.

Pablo: Después subimos juntos.

Verónica: Fuimos al patio de comida.

Pablo: Un burrito para mí.

Verónica: Y sushi para mí.

Pablo: El resto es historia.

Verónica: Hace tres años.

Pablo: El patio de comida está igual. Idéntico. No ha cambiado nada. Mira las mesas, el paisaje, los colores, las palmeras, y son los mismos locales.

Verónica: Escucha el murmullo. Las voces de la gente, caen las monedas en la caja, el chirrido de una silla y siempre hay un niño que llora.

Pablo: Mira los toldos y las fuentes de agua.

Verónica: Me fascinan los patios de comida, porque puedes pedir lo que quieras e imaginarte miles de cosas. Me encanta el sabor oriental.

Pablo: ¿En serio?

Verónica: Soy como tonta para lo milenario.

Pablo: No diga eso.

Verónica: ¿Por qué no?

Pablo: Me imagino cosas.

Verónica: Dígame una.

Pablo: Me gustaría que un día me hiciera un wok tailandés, pero con todo.

Verónica: ¿Qué más?

Pablo: Que hagamos un creppes and waffles.

Verónica: El waffles lo pongo yo, pero el creppes tendría que ponerlo usted.

Pablo: Cuando me diga.

Verónica: ¿Vamos a pagar con vale restaurante?

Pablo: ¿Por qué lo pregunta?

Verónica: Porque no es tan romántico, y como hoy cumplimos tres años...

Pablo: ¿Quiere que hagamos algo distinto?

Verónica: Sí.

Pablo: Voy a pagar con billetes.

Verónica: Te quiero.

Pablo: Yo también.

Verónica: Está todo igual que ese día, cuando nos conocimos: el mall, la escalera mecánica, el patio de comidas.

Pablo: Y mire la señalética.

Verónica: Aaaahhh.

Cariño de hija

Maca, 53, dueña de casa: Aló, si ya llegué. Vine con ella, es que me fascina venir con mi mamá, que ya está en los 80 y tiene ideas fijas y como que se le va la onda y cuando la encuentra, no se acuerda por qué se le fue. ¿Aló? Es cíclica. Va y viene, viene y va. ¿Sabes? Nunca me había dado cuenta de que un mall es un edificio sin ventanas y todo es como para dentro. No soy así, yo soy para afuera. ¿Aló? Claro que hay claraboya. Cero claustrofobia. No me siento oprimida, al contrario, me siento libre y tengo la sensación de que acá están las oportunidades del mundo. Me encanta venir con mi mamá. Paseamos y conversamos, conversamos y paseamos. ¿Mamá? Di algo.

Maca's mother: Quiero sentarme.

Maca: Chao, después te llamo.

Maca's mother: Estoy cansada.

Maca: Pero siéntese mamá. Yo voy a mirar un par de cosas y vuelvo.

Maca's mother: ¿Cuánto se va a demorar?

Maca: No sé, pero tengo varias cosas que comprar y otras que mirar. Así que espéreme sentada, ¿ya?

Maca's mother: ¿Y si mi aburro, mijita?

Maca: Por eso la senté al lado del quiosco, para que se entretenga con las portadas de diarios y revistas. Hay como 30.

Maca's mother: Se me olvidaron los anteojos.

Maca: Pero puede distinguir los monitos, ¿no cierto?

Hermanos

Braian, 29 años, emprendedor senior: ¿Rochaste lo mismo que yo?

Kevin, 23 años, emprendedor junior: Yo creo que sí.

Braian: Es un problema de distancia.

Kevin: Está muy lejos.

Braian: Exactamente: el cajero está muy lejos del estacionamiento. No hay manera, Negrito. La cadena no llega.

Kevin: Cambiemos de objetivo más mejor.

Braian: ¿Aprovechemos de comprarle algo a los cabros chicos?

Kevin: Mejor no nos distraigamos.

Braian: Tenís razón.

Kevin: ¿Alunizaje es con "z" o "s"?

Braian: Es palabra inglesa, como zoom.

Kevin. ¿Entonces?

Braian: "Z" compadre. Uno aprende inglés en los malls.

Kevin: ¿Y cómo "miss" es con dos eses? ¿Te acordái de Miss Betty, la profesora que tuvimos?

Braian: Me acuerdo.

Kevin: Ya pos: Miss Betty. Miss.

Braian: Es que no existe la doble zeta en el inglés.

Kevin: Tipo Mizz.

Braian: No existe.

Kevin: ¿Y Buzz?

Braian: Bus es bus.

Kevin: Mejor nos vamos en el colectivo.

En el estacionamiento

Ramón, 76, jubilado: ¡No está el auto! Nos robaron el auto del estacionamiento del mall.

Teresa, 70, jubilada: No puede ser. Los estacionamientos de los mall son muy seguros, en general, muy seguros.

Ramón: Pero no está.

Teresa: ¿Lo dejó en esta planta?

Ramón: ¿Qué planta?

Teresa: ¿Lo dejó en este piso?

Ramón: Sí. Me acuerdo muy bien, porque cuando vi el 4, para no olvidarme, hice una asociación, que es lo que me dijo el médico. Entonces pensé en los viajes a Europa que hicimos.

Teresa: Pero fuimos dos veces. No estamos en la planta 2.

Ramón: Es que lo sumé, lo sumé: fuimos nosotros dos, dos veces, porque lo que no se me olvida es la canción: "Dos por dos son cuatro; cuatro y dos con seis; seis y dos son ocho y ocho, dieciséis". 4.

Teresa: ¡Estamos en la planta 5!

Ramón: Entonces era otra canción.

Teresa: Además en qué fila de la planta 5: ¿la fila A, la B, la C, la D, la E, la J...?

Ramón: La última vez quedamos en que yo recordaba el piso y tú la letra.

Teresa: No, fue al revés, fue al revés.

Ramón: Entonces hagamos lo de la otra vez.

Teresa: Llamemos un taxi.

Ramón: ¿Trajiste el celular?

Teresa: Yo no tengo celular.

Ramón: Por eso no lo trajiste.

Fe de erratas

Pelu, 43, diseñadora de jardines, casada: Estaba en medio del Florida Center. Sábado a las 7:00 de la tarde. Imagínatelo. Nunca había visto tanta, pero tanta gente junta del mismo tipo y de la misma clase. Una muchedumbre, miles, como avanzando, como en esa película de zombis que vimos en el cable. Te digo que fue como un cuadro apocalíptico. Como esas pinturas de El Bosco que nos mostraban las monjas, para meternos miedo con el infierno. Después no era miedo, sino educación, pero eso lo cachái de vieja, no de niña. Como que se me activó un botón de pánico en la guata y me metí a una librería.

Pochoco, 46, abogado: Elegiste bien.

Pelu: No para comprar libros, porque me carga leer, sino porque intuí que iba a estar vacía. Error y horror. Esa gente está leyendo. Leyendo.

Pochoco: ¿No ficción?

Pelu: Y también ficción.

Pochoco: Estamos mal.

Pelu: Y vieras las combinaciones de ropas y colores: pantalón, polera, calcetín, fucsia, sandalia, bota, buzo, esmeralda furioso, remera, jockey, paletó verde acuoso, musculosa, jersey, mantón de manila.

Pochoco: Tampoco te cebes, que te hace mal.

Pelu: Y los sonidos de las palabras, con esa pronunciación: chaleca, charlina, chaqueta, chamanto, chomba. Me empezó a picar el cuerpo. Por suerte, porque entonces desperté de esa pesadilla. Y también te desperté a ti y dije vamos al Alto Las Condes. Al tiro, sin pensarlo dos veces. Vamos.

Pochoco: Te vi tan desesperada.

Pelu: Estaba angustiada y quería volver a mis raíces, que son la tuyas.

Pochoco: Obvio.

Pelu: Y no irme nunca y estar entre los nuestros por los siglos de los siglos. Eternamente.

Pochoco: Fíjate que cuando estoy en estos malls, creo que no estoy en Chile y eso es lo que más me gusta. Esa sensación de no reconocer al país. Eso me parece extraordinario, porque significa progreso. ¿Te tomaríai un cortadito en el Juan Valdez?

Pelu: Vamos.

Pochoco: Antes déjame ir a ver a mi sobrino, porque con el apuro tuvimos que traerlo.

Pelu: ¿Cuánto tiempo se va a quedar con nosotros?

Pochoco: Pelu, Pelu, Pelu...

Pelu: Era una pregunta. Ya sé que tienen que pasárselo entre los tíos, pero tú sabes lo que opino.

Pochoco: Y ahora me lo pasaron a mí, son dos semanas al año, es poco tiempo.

Pelu: Por suerte tenemos el mall al lado ¿Dónde lo dejaste?

Pochoco: Sentado frente a unas guirnaldas en el techo.

Pelu: ¿Se mueven las guirnaldas?

Pochoco: Sí.

Pelu: Ideal. Es mucho mejor esto que dejarlo en la plaza. No hay perros que le ensucien el pantalón. Acá hay mucha seguridad y además calefacción.

Pochoco: El año pasado lo dejamos dentro del Santa Fe en el estacionamiento, pero se dio un cabezazo con el manubrio, se soltó la alarma del auto y fue una molestia para todo el mundo. ¿Estará cómodo?

Pelu: Esos sillones son estupendos. No creo que le pase nada.

Pochoco: Yo tampoco.

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