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El otro conteo



Con el nuevo régimen de voto voluntario el gasto en campaña será aún más relevante. Ahora los candidatos tendrán que hacer un doble esfuerzo: lograr el apoyo de los electores, y luego que ellos se movilicen para votar.

por Mauricio Morales
Revista Qué Pasa, jueves 25 de octubre de 2012
http://www.quepasa.cl/articulo/politica/2012/10/19-10392-9-el-otro-conteo.shtml
© Vicente Reinamontes
Uno de los principales factores que explican el éxito electoral de los candidatos es el gasto en campaña. La panfletería, los avisos radiales, las palomas y las gigantografías son parte del espectáculo que nos traen las elecciones. Los candidatos logran ser reconocidos no sólo por su trabajo en terreno, sino también por su poder financiero. Gastan en avisaje y en clientelismo. Es decir, en el intercambio de favores por votos. Este gasto es el más efectivo, pero también el más elevado. Particularmente en las comunas pobres, los votantes tienen encima varios candidatos que ofertan cosas parecidas. El más creíble será quien sostenga el nivel de gasto durante toda la campaña, generando la sensación de que con poder económico y con poder político (si resulta electo) la situación personal del votante (más que de la comuna) podría mejorar sustantivamente. No es que todos los electores pobres sean sujetos de clientelismo, pero sí que son más permeables a este tipo de relaciones. En general, están más distanciados de los partidos y son más críticos de la democracia, lo que podría explicar la consolidación de lazos personalistas y no partidistas con los candidatos. De hecho, la identificación con partidos es sustancialmente menor en los segmentos bajos. Según la última encuesta de la UDP, mientras los sectores medios-altos se identifican con partidos en un 31,4%, los pobres lo hacen sólo en un 21,9%.
Con el nuevo régimen de voto voluntario el gasto en campaña será aún más relevante, pues ingresan más de 5 millones de potenciales nuevos electores, lo que trae como consecuencia un aumento en los límites al gasto electoral por comuna. Esto entrega mayor poder a los partidos con más recursos. En las elecciones de alcalde de 2004 y 2008 los candidatos de la UDI reportaron un gasto total promedio de cerca de mil 500 millones de pesos. El partido que secundó a la UDI fue el PDC con alrededor de mil 200 millones de pesos. Si bien ambos partidos presentaron más candidatos que sus compañeros de pacto, es justo reconocer que lo hicieron en comunas grandes. El problema está en que un candidato de un partido pequeño difícilmente podría sostener el financiamiento de campaña en comunas como Maipú, Providencia o Las Condes. Eso es terreno de los partidos grandes y con acceso a recursos.
Quienes van a la reelección gastan para cosechar más votos y recuperar parte del dinero de la campaña a partir de la devolución, y para mostrar su poder financiero frente al candidato desafiante.
En el contexto del voto voluntario, los candidatos tendrán que hacer un doble esfuerzo. Primero, lograr el apoyo de los electores. Segundo, tratar de que esos electores voten. Pongamos como ejemplo la comuna de Santiago. Si en 2008 el actual alcalde reportó un gasto de casi 112 millones de pesos con un padrón electoral de 137 mil inscritos, en 2012 esa cifra de gasto se incrementará de manera significativa. Según el Servicio Electoral, Santiago aumentó en casi un 95% su potencial masa de votantes, creciendo a casi 267 mil electores. Más precisamente, Zalaquett gastó casi 2 mil 300 pesos por cada voto que recibió (49 mil 100 votos en total). Su oponente, el DC Jaime Ravinet, reportó un gasto de cerca de 88 millones de pesos. Cada voto le costó alrededor de 2 mil 350 pesos. 
Entonces por qué los alcaldes que buscan la reelección y que parecen seguros de su triunfo, se enfrascan en una escalada irracional de gastos. Hay dos incentivos que lo explican. En primer lugar, la ley de financiamiento en campañas establece la devolución de dinero por cada voto recibido. En segundo lugar, el gasto se convierte en una especie de chaleco antibalas para el incumbente, amedrentando a los rivales y anulando una posible elección competitiva. En consecuencia, quienes van a la reelección gastan para cosechar más votos y recuperar parte del dinero invertido en la campaña a partir de la devolución y, adicionalmente, para mostrar su poder de fuego financiero frente al candidato desafiante, quien puede dar por perdida la batalla antes de tiempo. Si quien busca la reelección no gasta, aumenta la probabilidad de derrota. Por ejemplo, en 2008 el alcalde de Rancagua (Carlos Arellano, PDC) que fue a la reelección reportó un gasto de 32 millones de pesos. El desafiante, el candidato UDI Eduardo Soto, más que lo duplicó, gastando sobre los 66 millones de pesos. Soto superó a Arellano y se quedó con la alcaldía de Rancagua. Sólo en comunas pequeñas es probable que los incumbentes logren ser electos a pesar de gastar poco. Esto se explica porque el vínculo con los electores es más estrecho y la obra del alcalde que busca la reelección es más cercana a sus votantes.
En definitiva, hay una incidencia directa del gasto en el éxito electoral de los candidatos, incluso cuando éstos son incumbentes y tienen el municipio a su disposición para hacer campaña durante cuatro años. En las próximas elecciones, el gasto tendrá mayor incidencia. Esto, no sólo por el incremento del padrón, sino  también porque el voto voluntario implica mayores costos para los candidatos: obtener el apoyo de los electores y lograr que éstos voten.

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