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La selección chilena de Fútbol Calle se coronó campeona mundial‏



Iniciativa da una mano a gente en riesgo social:
De estar arriba de la pelota a dominarla.  
De pasar de lo más bajo en la escala social -situación calle- a campeones del mundo.
La selección chilena de Fútbol Calle se coronó campeona mundial hace una semana en México. Germán Rubilar pasó de fumar pasta base y dormir en una cuneta a sostener con orgullo la copa.  

Gracias a una pelota, algunos chilenos están cambiando sus vidas.

Cristián M. González S. 
Diario El Mercurio, domingo 21 de octubre de 2012

Por goleadas y sin perder ninguno de sus partidos, "la Roja" chilena se quedó con el título de campeones en el Mundial de Fútbol Calle -Homeless World Cup- que finalizó en Ciudad de México el domingo pasado. Una hazaña que implicó varios meses de entrenamiento para los ocho integrantes del equipo, y enormes esfuerzos y logros personales para varios de ellos.
Todos provienen de sectores problemáticos, de ambientes de alta vulnerabilidad social e, incluso, de vivir en situación de calle. Características comunes en todos los participantes de esta iniciativa que surgió en Europa en 2003 para darles una oportunidad de superación y desarrollo personal, y que con los años se ha replicado a través del planeta. Y también en Chile (ver recuadro).
Acá, bajo el alero de la Fundación de la Familia y Acción Total, hoy participan en este programa alrededor de 2 mil jóvenes y adultos de ambos sexos de todo el país.
Germán Rubilar (31) es uno de ellos. Llegó hace poco más de dos años a los talleres de fútbol calle, cuando aún vivía en una de las hospederías del Hogar de Cristo.
"¡Que no tome la copa!", bromean sus compañeros, mientras Germán posa para la prensa en las canchas del Club Palestino, donde el viernes les ofrecieron un asado para celebrar el triunfo. Aquella mañana, previo al almuerzo, los seleccionados visitaron el Palacio de La Moneda y se reunieron con el Presidente Sebastián Piñera y la Primera Dama.
Cinco días atrás, Germán fue uno de los arqueros del equipo campeón en el famoso Zócalo de la capital mexicana. Vencieron a los dueños de casa y se trajeron la copa y las medallas.
"Fue una bonita experiencia; nunca había andado en avión ni había salido de Chile. Teníamos guías que nos acompañaban a todos lados y nos llevaron a recorrer la ciudad, las pirámides... recorrimos bastante. La gente nos paraba en la calle para tomarse fotos con nosotros", cuenta en su casa en Conchalí.
"Fue importante ganar; lo hicimos por nosotros, por nuestras familias, por los amigos que se quedaron sin poder ir y para que los talleres reciban más apoyo y sigan creciendo", dice convencido de esta causa.
A los 18 años, Germán dejó su casa y su familia, que no soportó sus "malas juntas"; las mismas que lo hicieron caer en la droga y el alcohol. "Fumaba pasta base, marihuana; tomaba copete... Tenía muchos problemas".
Durante un tiempo vivió con una polola y luego quedó solo. Entonces, comenzó a deambular sin techo, durante un año y medio. "En el día andaba por la calle y sacaba cosas del supermercado y las vendía afuera para juntar plata. Me pillaron varias veces... En las noches me iba a dormir afuera de la Posta del Hospital San José; siempre despertaba con dolor de espalda. Fue una mala época, la gente te discrimina y no te ayuda", recuerda.
Entonces llegó a la hospedería del Hogar de Cristo y fue invitado a participar en los talleres de fútbol calle. "Fue complejo adaptarme al nuevo sistema, de no salir a carretear, no tomar ni drogarme. Pero tenía que salir de eso porque, si no, no iba a llegar a ningún lado. Ahí me dieron apoyo el profe Juan [Erazo, el D.T.], el psicólogo y otra gente de la fundación. Y comencé a estar mejor".
"Durante harto tiempo no pude dormir bien, el cuerpo me pedía la droga, pero yo pensaba en otras cosas. Me dio por comer y subí de peso. Entonces me puse a jugar con más ganas".
Durante ese proceso, retomó el contacto con su familia, consiguió un trabajo y se puso a pololear. Ahora vive junto a su pareja y el hijo de ambos, de seis meses. "Están orgullosos de mí y mis amigos también. Por eso me gustaría que otros tengan la misma oportunidad que yo".
Aunque en su origen el programa de fútbol calle se enfocó en personas en situación de calle, hoy también apunta a gente que vive en entornos problemáticos. Así le ocurre a Leonardo Briceño (28), otro de los miembros de la selección.
A diferencia de Germán, Leo siempre ha vivido con su familia en su casa en Pudahuel y ha tenido un trabajo estable. "En donde vivo hay mucha droga y delincuencia; para salir de ahí y no caer en eso entré al taller".
El camino para llegar a tierras aztecas no fue fácil. De todos los participantes en los talleres, se fueron escogiendo algunos nombres que al final llegaron a una veintena de la cual salieron los ocho seleccionados. "Nos jugamos la vida en eso", dice Leonardo. Una metáfora que recuerda el entorno en el que la mayoría de ellos se desenvuelve.
"Acá me ha tocado compartir con gente que vivió en la calle o con cabros que están en la droga y de a poco han ido saliendo. Aquí todos nos apoyamos".
 Oportunidad de superación
El programa de Fútbol Calle llegó a Chile en 2006 y desde entonces ha tomado fuerza. Gracias al trabajo conjunto de Fundación de la Familia y Acción Total, hoy involucra a alrededor de 2 mil jóvenes y adultos, en 35 talleres a través del país. En marzo de este año se incorporó a mujeres y por primera vez una selección femenina local participó en un mundial. Lograron el tercer lugar. Para todos, la iniciativa busca potenciar sus habilidades sociales, mejorar su calidad de vida y darles una oportunidad de integración.
A nivel mundial, según datos de la Homeless World Cup Foundation, del 30% al 80% de quienes participan logran un cambio significativo en sus vidas, como conseguir un trabajo, volver a sus familias o dejar el alcohol y las drogas.


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