Diario El Mercurio, Día a Día,
Viernes 12 de Octubre de 2012
Con septiembre se fue también
el espectáculo multicolor de los volantines.
Queda, eso sí, un recuerdo magnífico
en la sala de arte de Codelco
en pleno centro de Santiago.
Vuelan aquí numerosos volantines
creados en forma de 15 grabados y acuarelas
por el genio multifacético de Nemesio Antúnez,
realizados entre los años 50 y 80.
Para Milan Ivelic,
"Nemesio siempre fue lúdico
y practicó el juego
incluso en su vida adulta,
porque quiso ser siempre
un hombre libre.
Su serie de los volantines
me parece una lograda metáfora
de la libertad anhelada".
Junto a obras
como "La cordillera Neruda",
"Golpe de viento",
"Volcán"
y "La hija será madre",
se exhibe un video
en que Nemesio Antúnez
entrevista al mejor volantinero
de Chile, Guillermo Prado,
un realizador inigualable
que dictó clases de aeronáutica
en la Escuela de Aviación
y que hizo del volantín
un juego, una ciencia y un arte.
Sus realizaciones
llamaban la atención
por su colorido
y por su gran rigor geométrico.
Pudo haber integrado,
por sus méritos,
el grupo "Forma y Espacio"
que lideró Ramón Vergara-Grez.
En esta sala se muestran, además,
unos volantines realizados por su nieto,
quien sigue con esmero los pasos de su abuelo.
Resulta un buen ejercicio espiritual
visitar esta exposición denominada
"Volantúnez, dos artes en el cielo",
que estará en cartelera todo octubre
y que da cuenta del trabajo artístico
del pintor, grabador y arquitecto
que nos enseñó a tener "Ojo con el arte".
Comentario
de María Ines Amenábar Christensen
El sentido lúdico
-incluso- en la vida adulta
es garantía segura para impedir
que las piedrecillas del camino,
los mohos y óxidos de la existencia,
también lo bueno y nutricio de ella
se amalgamen y produzcan
nueva posible vitalidad,
asombro, alegría y creatividad
en esa existencia adulta, ya con perspectiva.
Consecuencia de la experiencia
bien procesada, con convicción y libertad.
Cuando ya se han abandonado
mediante un no menor esfuerzo sostenido
muchos parapetos y armaduras, no propios realmente.
Esa que, aquilatando la experiencia
mantiene una sana flexibilidad,
libertad y arrojo para no dar todo
por conocido, comprendido y vivido.
Por el contrario se eleva
más allá de las tierras conocidas
para ir a otras,
no menos interesantes y válidas.
Podrán ser las de la creatividad,
las de una vida con más sentido,
una con mejor calidad
en las relaciones con los demás.
Las posibilidades son infinitas.
Tanto como las que hay para un volantín
que se eleva a lo alto llevado por los vientos.
Sólo necesita
un buen hilo conectado a tierra
para darle un rumbo a lo alto.
Sin temor, sin mucho cálculo
-que todo lo paraliza-
tanto como una neblina.
Ascender en una acto de fe profunda.
Tal vez llegue ese volantín
a encontrar la ruta del sol
si es que el buen hilo no se corta.
Elevar volantines es un arte.
Hacerlos, también.
Tanto como lo es el envejecer
con sentido lúdico de la vida
en un mundo que
desprecia el envejecer.
Más aún, ignora el morir.
Son los antiguos volantines
los que impulsan a los nuevos
aunque estos crean
que ellos son los primeros, los únicos.
Todos adornan el cielo
hasta que algunos abandonen
pues debieron volar más alto primero.
Vivir, alegrar, elevarse, abandonar son artes.
En la vida de los volantines, en las de los humanos.
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