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La batalla semántica‏



El padre de todas las batallas

En una elección marcada por la confusión de identidades, siglas y aritméticas, el triunfo no sólo será para el que saque más votos. La clave estará en encontrar el símbolo que capture la imaginación de la gente. En el verbo ganador.

por Daniel Matamala
Revista Qué Pasa, 25 de octubre de 2012
http://www.quepasa.cl/articulo/politica/2012/10/19-10404-9-el-padre-de-todas-las-batallas.shtml
© Vicente Reinamontes
“Hemos ganado la madre de todas las batallas”. Buscando inspiración en una fuente improbable (el dictador iraquí Saddam Hussein, quien bautizó así la Guerra del Golfo de 1991), Joaquín Lavín daba un encendido discurso desde el balcón de la Municipalidad de Santiago. Era la noche del 31 de octubre de 2004 y, abrazado a quien acababa de ser elegido como su sucesor, Raúl Alcaíno, Lavín creía que la ruta a La Moneda se abría para él.
Lo de la “madre de todas las batallas” fue una movida inteligente. Previendo que el resultado de esa noche no sería bueno para la Alianza, Lavín pasó meses concentrando toda la atención en una batalla simbólica. Repitió la frase hasta la saciedad, eligió con pinzas a su sucesor, un famoso ex animador de televisión, y ganó.
Pero otro talento de la comunicación política, el entonces vocero de gobierno Francisco Vidal, contraatacó con éxito. “Hemos ganado 4 a 0”, anunció mientras los candidatos vencedores de la Concertación convergían (desde Maipú, desde Peñalolén, desde Pudahuel) en La Moneda. “Tenemos más alcaldes, más concejales, más votos en alcaldes y más votos en concejales. 4 a 0”.
La frase pegó de inmediato. Ante tamaña goleada, la batalla de Lavín se volvió minúscula. Frente a las decenas de nuevos alcaldes en La Moneda, lo de su balcón pareció modesto. La candidatura lavinista comenzó su camino cuesta abajo, mientras la popularidad del presidente Lagos se disparaba, y Michelle Bachelet, que había salido del gabinete para apuntalar la campaña, emergía como la próxima presidenta de Chile.
La frase hecha dicta que las elecciones no se ganan ni se pierden, sino que se explican. Eso no es tan cierto en los comicios presidenciales y parlamentarios, donde a fin de cuentas sí hay un ganador: un tipo se convierte en Presidente de la República y los otros no; una coalición gana la mayoría en el Congreso y otras no. En las municipales, en cambio, no hay una elección única, sino 345 pequeñas batallas por igual número de alcaldías y concejos comunales. Depende entonces de la semántica, tanto o más que de los resultados, unificar esos datos dispersos hasta entregar una lectura predominante que emerja como balance de la noche.
Pasó de nuevo en 2008, cuando el 4 a 0 se rompió con el triunfo de la Alianza en la elección de alcaldes. “Es la votación que más se parece a la presidencial”, argumentó la derecha, y el efecto sobre la autoestima concertacionista fue demoledor. De nuevo hubo balcón, ahora con Zalaquett y Piñera, y destruido el 4 a 0, el candidato de RN emergió como ganador. La UDI desechó el camino propio, Ricardo Lagos y José Miguel Insulza bajaron sus candidaturas y, aunque había ganado claramente la elección de concejales, el oficialismo comenzó a asomarse al abismo.
Por eso la batalla semántica para 2012 ya está lanzada. ¿Qué significa ganar el domingo? La Moneda tiene de nuevo un vocero con el talento político para entender la batalla, y ya prepara su discurso. Ganar significa llevarse dos de las tres comunas claves: Santiago, Valparaíso y Concepción (hoy tienen las tres). Ganar las capitales regionales, que controlan con holgura. O la mayoría de las diez comunas más pobladas (hoy tienen siete). Son profecías seleccionadas con cuidado; es el viejo truco de concentrar la atención en la métrica más favorable. Una puesta en escena que se reforzará con la concentración de ministros, presidenciables y ganadores, desde las 7 de la tarde, en La Moneda.
Del otro lado, la (¿ex?) Concertación tampoco en este tema (como en ningún otro) ha encontrado un mensaje único. El ex vocero Vidal apuesta a una reedición de su ya legendario 4 a 0, mientras su correligionario Pepe Auth advierte de una posible derrota en alcaldes, y muchos dirigentes parecen más interesados en la lucha intestina entre las dos listas que, sueñan, zanjará de un golpe de espada la disputa sobre quiénes serán los escuderos del regreso de Bachelet.
Y he ahí el problema que convierte esta noche de municipales en un embrollo aun mayor al habitual: esta vez no están claros los rivales. ¿Con quién hay que comparar a la Alianza? ¿Con la lista que conserva la marca de la Concertación, aunque reducida a su esqueleto DC - PS? ¿Con los cuatro partidos históricos, sumando al PPD y el PRSD, que son parte de otro pacto? ¿Con ambas listas (Concertación más Chile Justo), incluyendo así al Partido Comunista y la Izquierda Ciudadana en la ecuación? ¿O con ese variopinto grupo de listas, símbolos y liderazgos que completa el espectro de la oposición electoral?
La comunicación vive de fórmulas, de símbolos, de nombres. Pero aquellos que sueñan con recibir a Bachelet no tienen un nombre (son más que la Concertación, pero menos que la oposición). Y jubilado ya el arcoíris, su único símbolo potente, el único con que realmente hicieron campaña, es el Photoshop.
Para colmo, la fuerza unificadora de este amasijo de partidos, listas, siglas, estrategias y personalidades no estará en Chile. La oposición contaba con que la simple votación de Bachelet se convirtiera en una catarsis masiva de tal magnitud, que terminaría siendo la imagen más poderosa de la jornada. Pero salvo algún cambio de planes de última hora, Michelle Bachelet estará ese día en Nueva York, volviendo aun más difícil la tarea de buscar una simbología unificadora que compense el poder comunicacional de los patios de La Moneda.
La dispersión, las incertidumbres, la aritmética y la contención de los candidatos (restringidos como ministros unos, muda y ausente otra, e irrelevantes los demás) dejan el campo más abierto que nunca para las frases brillantes, las imágenes sorprendentes y las improvisaciones inspiradas. A las 8 y media de la noche del domingo, junto al primer cómputo y al arranque de la carrera presidencial, partirá el padre de todas las batallas. El discurso que explique por qué se ganaron las elecciones. El verbo que, citando a la Biblia, existe en el principio.

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