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Carta abierta llamando a prohibir robots de guerra, posibilidad que se encuentra a pocos años (no décadas) de hacerse realidad‏

Autonomous Weapons: an Open Letter from AI & Robotics Researchers

This open letter will be officially announced at the opening of the  International Joint Conferences of Artificial Intelligence - IJCAI 2015 conference on July 28, and we ask journalists not to write about it before then. Journalists who wish to see the press release in advance of the embargo lifting may contact Toby Walsh. Hosting, signature verification and list management are supported by FLI; for administrative questions about this letter, please contact tegmark@mit.edu


Future of Life Institute (FLI)

La Carta


La Noticia:

En inglés:

En castellano:

Autonomous weapons select and engage targets without human intervention. They might include, for example, armed quadcopters that can search for and eliminate people meeting certain pre-defined criteria, but do not include cruise missiles or remotely piloted drones for which humans make all targeting decisions. Artificial Intelligence (AI) technology has reached a point where the deployment of such systems is — practically if not legally — feasible within years, not decades, and the stakes are high: autonomous weapons have been described as the third revolution in warfare, after gunpowder and nuclear arms.
Many arguments have been made for and against autonomous weapons, for example that replacing human soldiers by machines is good by reducing casualties for the owner but bad by thereby lowering the threshold for going to battle. The key question for humanity today is whether to start a global AI arms race or to prevent it from starting. If any major military power pushes ahead with AI weapon development, a global arms race is virtually inevitable, and the endpoint of this technological trajectory is obvious: autonomous weapons will become the Kalashnikovs of tomorrow. Unlike nuclear weapons, they require no costly or hard-to-obtain raw materials, so they will become ubiquitous and cheap for all significant military powers to mass-produce. It will only be a matter of time until they appear on the black market and in the hands of terrorists, dictators wishing to better control their populace, warlords wishing to perpetrate ethnic cleansing, etc. Autonomous weapons are ideal for tasks such as assassinations, destabilizing nations, subduing populations and selectively killing a particular ethnic group. We therefore believe that a military AI arms race would not be beneficial for humanity. There are many ways in which AI can make battlefields safer for humans, especially civilians, without creating new tools for killing people.
Just as most chemists and biologists have no interest in building chemical or biological weapons, most AI researchers have no interest in building AI weapons — and do not want others to tarnish their field by doing so, potentially creating a major public backlash against AI that curtails its future societal benefits. Indeed, chemists and biologists have broadly supported international agreements that have successfully prohibited chemical and biological weapons, just as most physicists supported the treaties banning space-based nuclear weapons and blinding laser weapons.
In summary, we believe that AI has great potential to benefit humanity in many ways, and that the goal of the field should be to do so. Starting a military AI arms race is a bad idea, and should be prevented by a ban on offensive autonomous weapons beyond meaningful human control.

class 70 SAINT GEORGES COLLEGE

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How to REALLY Play The Long and Winding Road on Piano Lesson Tutorial

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Espacio Más Artes‏

Queridos amigos,

Quiero invitarlos a que conozcan el nuevo Espacio Más Artes en La Dehesa.

+ Música
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+ Magia

Espero la visita de Uds.
Saludos,
 
José Ignacio Mena Fernandez
               Director

Oportunismo y nostalgia por Sebastián Edwards


Diario La Tercera, domingo 26 de julio de 2015

En una ocasión, un político conservador 
acusó al economista inglés John Maynard Keynes 
de ser poco consistente con sus puntos de vista y de cambiar de opinión. 

Keynes respondió: “Cuando los hechos y la realidad cambian, 
yo efectivamente cambio mi manera de pensar”. 

Después de una pausa agregó: 
“Y usted, joven, ¿qué hace en esos casos?”.

Recordé esta historia a raíz de los anuncios 
de Michelle Bachelet de hace unas semanas: 
ante la fuerte desaceleración de la actividad económica, 
la Presidenta cambió su manera de ver las cosas 
y decidió alterar el rumbo de su gobierno. 

En vez de avanzar a toda máquina
y en diferentes frentes a la vez, 
definirá prioridades y enfatizará 
aquellas áreas de mayor urgencia para el país.

En principio, este nuevo enfoque 
debiera ser causa de celebración. 

Las cosas andaban mal 
y la Presidenta decidió alterar la ruta. 

Esto refleja un grado de pragmatismo y sabiduría 
no siempre visto entre los políticos nacionales. 

Pero en vez de elogios, 
Michelle Bachelet ha recibido 
un diluvio de críticas.

El problemas es que no está claro 
si este es un repliegue táctico 
-y, por tanto, susceptible de ser revertido 
si las condiciones vuelven a cambiar-, 
o si es una corrección de fondo que nace 
de reconocer que el plan de acción 
de los primeros 18 meses 
estaba basado en dos grandes errores: 
por una parte, en una mala lectura 
de lo que quiere el país y, por otra, 
en una incapacidad por entender
 cómo funciona un sistema 
capitalista moderno en democracia.

Y mientras no se aclare 
cuál es el verdadero motivo 
detrás del cambio de dirección, 
la economía seguirá afectada 
por la incertidumbre 
y funcionando a media máquina. 

Esta situación sólo cambiará 
cuando la Presidenta declare 
que esta no es una medida oportunista, 
y reconozca que se trata de un cambio de fondo 
-lo que equivale a aceptar que se cometieron errores-. 

Yo sé que es difícil, 
pero hacerlo sería un signo de grandeza y sabiduría, 
esos atributos que sólo poseen los estadistas.

Incompetencia y“letra chica”

El principal error de este gobierno 
-y sus partidarios en el Congreso- 
es haber pensado que 
la altísima votación de Bachelet 
en las elecciones presidenciales 
era un apoyo completo e irrestricto 
a cada uno de los acápites 
del programa de la Nueva Mayoría.

Cualquier estudiante 
novicio de ciencias políticas 
sabe que ese nunca es el caso. 

Una elección presidencial 
en segunda vuelta 
enfrenta a dos candidatos, 
por lo que ofrece una opción “binaria”, 
una elección entre el blanco y el negro. 

Vale decir, no permite 
que la ciudadanía manifieste 
sus verdaderas preferencias graduadas, 
sus propios matices de gris. 

Los ciudadanos votan 
por una candidata 
porque, en general 
-y no en cada uno 
de los detalles de su programa-, 
la prefieren a la otra. 

La encuentran más cercana y simpática, 
más parecida a gente que conocen, 
porque su temperamento es más agradable 
en comparación con el de su adversaria, 
o porque creen que tiene mayor experiencia 
en eso de gobernar. 

Cuando las opciones son binarias, 
las personas votan sobre bases imprecisas y difusas. 

Nadie lo hace porque apoye en 100% el programa 
o porque esté de acuerdo con la “letra chica” del plan de acción.

Quienes votaron por Michelle Bachelet lo hicieron 
porque querían un país más moderno, inclusivo y tolerante, 
donde se respetara la dignidad de las personas y se cumplieran las leyes. 

Votaron por ella porque deseaban un país con mayor libertad, 
donde no hubiera abusos, por un país más amable 
y con menos segregación y desigualdades. 

Pero, como lo han demostrado una infinidad de encuestas, 
no votaron por cada una de las medidas específicas 
impulsadas por la administración. 

Por ejemplo, no votaron por que se eliminara 
la selección por mérito en el Instituto Nacional 
o porque los estudiantes de la Universidad Central 
quedaran fuera de la gratuidad; 
tampoco votaron porque el sistema tributario 
se transformara en un acertijo imposible de entender, 
y con una dudosa capacidad de recaudar recursos.

El segundo error del gobierno 
fue haber nombrado en puestos clave
a un grupo que resultó ser entusiasta, 
pero poco competente. 

El problema no fue, 
como algunos analistas han sugerido, 
que Rodrigo Peñailillo haya sido 
un muchacho de provincia 
que se vestía con elegancia 
o que Alberto Arenas 
haya venido de un liceo fiscal 
y de una universidad estadounidense poco conocida. 

No, el problema no fue que se tratara de outsiders. 

El problema fue su impericia, 
el que no entendieran que en 
un sistema democrático y capitalista moderno 
hay dos factores que priman y determinan, 
más que ningún otro, el rumbo de la nación: 
la capacidad de implementar un diálogo 
que involucre a la mayoría de las fuerzas políticas, 
y la habilidad por mantener las expectativas 
dentro de ciertos parámetros compatibles 
con el eficiente funcionamiento de la economía 
y una saludable creación de puestos de trabajo.

Desde un comienzo, 
el gobierno sembró incertidumbre, 
y lo que cosechó fue desafecto, 
aprensiones y desaceleración económica. 

También cosechó un desplome en su popularidad.

Nadie debiera sorprenderse por estos resultados. 

Lo anunciamos varias veces en estas mismas páginas. 

Pero no es el momento de vanagloriarse, 
es tiempo de pensar sobre el futuro.

Liberarse de la nostalgia

El gobierno aún tiene tiempo para reagruparse 
y para avanzar en la dirección correcta, 
para moverse hacia la esquiva modernidad 
y hacia ese país amable que tantos anhelan.

Pero para lograr este objetivo se requieren varias cosas. 

Quizás lo más importante es liberarse 
de la nostalgia en la que tantos políticos 
de la Nueva Mayoría se encuentran atrapados, 
y entender que en el siglo XXI se requiere 
de un esquema social y económico 
completamente diferente al que prevalecía en Chile 
antes de la dictadura, o en Europa Occidental 
durante la segunda mitad del siglo pasado.

Lo triste es que ninguna 
de las principales iniciativas del gobierno 
mira hacia el futuro. 

Los grandes proyectos que ha impulsado 
-casi sin excepción- son terriblemente siglo XX. 

Por ejemplo, ni la reforma educativa ni el estatuto docente 
consideran el hecho de que en cinco años la educación 
será completamente diferente a como ha sido 
durante los últimos 150 años. 

Nada en esa legislación prepara a profesores o alumnos 
para un mundo dominado por la enseñanza en línea, 
una enseñanza basada en algoritmos de variada complejidad, 
donde máquinas inteligentes interactuarán con estudiantes 
para crear obras de arte y programas de computación, 
para hacer literatura y para inventar nuevas aplicaciones 
para computadores de distintos tipos.

El desafío es claro: 
o el gobierno se moderniza y mira al futuro, 
o pasará a la historia como 
la última administración del siglo pasado.

20 puntos de vista + una posición desesperada‏

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Realismo sin renuncia



Opine



Señor Director:

Un oxímoron es un concepto muy utilizado en la jerga literaria para denominar las figuras que combinan, en una misma estructura sintáctica, dos expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido. Algunos lo definen como una "paradoja comprimida", dado que su significado literal es absurdo, forzando al interlocutor a interpretar lo dicho en un sentido metafórico. Por ejemplo, un "instante eterno" es un instante que, por la intensidad de lo vivido durante su transcurso, hace perder la noción del tiempo. Un oxímoron es un imposible, un milagro, una inversión de las leyes de la naturaleza de incierto significado. De hecho, la palabra oxímoron es, ella misma, un oxímoron, ya que deriva del griego oxys, que significa "agudo", y moron, que significa "romo".

Los contenidos metafóricos detrás del oxímoron son a veces difíciles de interpretar. Un ejemplo de esto es el gran esfuerzo que debemos hacer hoy muchos chilenos que buscamos comprender la frase "realismo sin renuncia". Todos sabemos que, dadas las circunstancias que se están viviendo en nuestro país, cualquier realismo exige renuncia. ¿Qué quiso decir la Presidenta en su discurso?

No soy experta en lingüística y puede ser, además, que me cueste un poco entender las metáforas. Pero hice algo de trabajo y descubrí que el par de conceptos contenidos en muchos oxímoron no son idénticos en cualidad: en general, mientras uno de ellos representa lo concreto, el otro tiene un contenido mucho más abstracto y simbólico. Así, en el ejemplo del "instante eterno", lo concreto es que el escritor describe un momento, un período muy corto. La palabra "eterno", que acompaña en la figura poética, tiene un significado abstracto asociado más a intensidad que a duración.

En "realismo sin renuncia" no queda demasiado claro cuál es el contenido concreto. ¿Lo podemos encontrar en la palabra "realismo" o en la expresión "sin renuncia"? Si la figura literaria utilizada pretendía significar lo primero y el realismo concreto se impone en la política, entonces la renuncia a algunos puntos mayores del programa sería inminente, y el oxímoron solo se referiría a que ese proceso irá adornado de buenas palabras para no enojar a los amigos. Si, en cambio, es la expresión "sin renuncia" la que prima en lo concreto, entonces el discurso sobre la supuesta moderación del gobierno de Bachelet en este tercer tiempo no es más que una cortina de humo.

Entretanto, mientras intentamos comprender los alcances de la nueva metáfora que nos plantea la Presidenta, seguimos sin saber a qué atenernos y cómo reaccionar en este ambiente de incertidumbre y caos.

Francisca Dussaillant
ALFREDO JOCELYN-HOLT, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 25 DE JULIO DE 2015HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2015/07/25/ALFREDO-JOCELYN-HOLT/CON-QUE-REPLIEGUE/palacio la moneda

ES INGENUO pensar que lo del “realismo sin renuncia” es un repliegue. El cambio ministerial tuvo mucho de “enroque”, de cambios “de posición”, no de abandono de convicciones o planes de largo aliento. En Educación es evidente, Eyzaguirre se fue a otro lado. Lo decía Gramsci: la verdadera guerra es la de posición, no la de simples maniobras, manotazos y ataques (a lo Quintana y su retroexcavadora, o a lo Atria y sus “por las buenas o por las malas”). Requiere de otros tiempos, de paciencia e inventiva. No, éste no es un repliegue, es la misma guerra por otros medios (una cuestión de estrategia, no de táctica).
Al igual que en el viejo parlamentarismo, la continuidad no está dada por ministros sujetos a una rotativa permanente sino por subsecretarios y  “equipos”. De hecho, en el Mineduc, en esta vuelta, “Educación 2020” (¿ONG, movimiento, lobistas por una línea educacional determinada?) sale reforzada. Además de Valentina Quiroga se suma Adriana Delpiano, ambas del conglomerado. Sigue también Francisco Martínez, adalid de los “cambios desde abajo”. “Plus ça change, plus c’est la même chose”.
Subrayo “2020” porque ellos mismos han sentado sus lanzas y marcado territorio sin vergüenzas en reconocerlo. Diego Vela, ex NAU, también Revolución Democrática y ahora desde “2020” (tantos cambios de casa en alguien tan precoz), anunciaba la semana pasada que el trabajo está hecho: “Que quede registrado en la memoria: fue en junio cuando rompimos los candados” a propósito de la derogación del DFL-2. Lo cual, ahora, Delpiano, alguna vez MAPU y de la CORA, ratifica; la semana pasada anunció que para acceder a gratuidad va a tener que asegurarse la participación de estudiantes en el gobierno de la universidad. Sí o sí (el zigzagueante de Eyzaguirre ya se fue). Con estas medidas, agrega un afiche de “2020”, “se abren los candados que antes prohibieron una mayor democracia en la educación superior… Instituciones de educación superior más participativas y democráticas también son educación de calidad”. Lo último es de antología.
El principal objetivo del gobierno de la Nueva Mayoría se ha logrado a pesar del costo social y económico generado. El estancamiento de la productividad, la paralización de instituciones claves (universidades), y la falta creciente de seguridad se han vuelto notorios. Es que no importa el desgaste. De eso se trata, apuntaba Gramsci: destruir el consenso social predominante, degenerar, descomponer la vieja institucionalidad, a fin de asentar una nueva hegemonía en su lugar,  marcando la agenda de discusión, apoderándose de espacios e instituciones, conquistando el poder cultural, operando desde donde sea y como sea, desde el Estado o desde territorios  “enemigos”, promoviendo así el cambio de conciencias, empoderando, posicionándose orgánicamente. Ese es el “quintacolumnismo” en que han estado afanados desde hace tiempo.
No han asaltado el poder, se han estado haciendo de él con disimulo. Mirado así el asunto, es “sin renuncia”. Seamos realistas.

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ANDRÉS BENÍTEZ, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 25 DE JULIO DE 2015HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2015/07/25/ANDRES-BENITEZ/LA-RENUNCIA-2/bache1


HAY VARIAS formas como un presidente puede renunciar. La primera es simple: tomar sus cosas e irse. La segunda es dejar de gobernar y esperar que el tiempo pase rápido. La tercera es reinventarse, adecuarse a la realidad, botar las ideas que nadie quiere y tratar de salvar el gobierno.
De las tres, es evidente que la tercera es la mejor. Irse para la casa o dejar de gobernar son caminos muy malos. Por eso no es raro que Bachelet esté tratando de reinventarse. Pero hasta ahora las señales son muy confusas. Partiendo por su ya famosa frase de que esta nueva etapa estará marcada por un “realismo sin renuncia”. Bueno, esa es una contradicción en sí misma. La realidad política y económica habla de que sin renuncias importantes al programa original no hay reinvención posible.
Una segunda duda acerca de lo que quiere la Presidenta es el eslogan que lanzó para anunciar el segundo tiempo de su gobierno: “Todos x Chile”. Si el programa es rechazado por la mayoría de la gente, entonces no se entiende que sin cambios se logre convocar a todos. Entonces, la idea de que estamos frente a una simple campaña comunicacional se acrecienta.
Más allá de la Presidenta, hay muchos que ya dicen que no están dispuestos a cambiar. Partiendo por el Partido Comunista, que como buenos socios que son, han amenazado con las penas del infierno si el programa se debilita. A ellos la realidad les importa poco. Lo suyo es la ideología. También está el siempre incombustible presidente del PPD, Jaime Quintana -el creador de la retroexcavadora-, quien agrega que ahora sólo hay que preocuparse del “electorado duro”, ese 30% que los sigue apoyando y continuar adelante con todo. Es decir, olvidarse del otro 70%, que es la mayoría del país. Bonita forma de gobernar es esa. Y, de paso, una contradicción evidente del “Todos x Chile” que se pretende imponer.
En este ambiente se llegará al famoso cónclave de la Presidenta con los partidos de la Nueva Mayoría, donde se supone se fijarán las prioridades para lo que queda del gobierno. Pero con una Presidenta dubitativa y algunos de sus socios en llamas, la cosa no pinta bien. La idea de quemar las naves con la bandera en alto puede prevalecer pese a las insistentes advertencias del ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, en el sentido de que la economía está en el suelo y que el programa está desfinanciado. O las del ministro Burgos, en el sentido de que no hay espacio para más reformas; menos cuando son improvisadas, como es el caso de educación.
Bachelet tiene que tomar una decisión. Entender que el único cambio que quiere la gente es que cambie el gobierno. Con ella, por ahora. Pero si no se reinventa, corre el riesgo de seguir la ruta de Dilma Rousseff en Brasil, que con un 7% de apoyo tiene que desmentir a diario su posible renuncia. Nuestra Presidenta está todavía lejos de aquello, pero debe tener claro que también le están pidiendo a gritos que renuncie a un programa que hoy casi nadie apoya. Si hace oídos sordos a aquello, su panorama es negro oscuro. Por eso, lo que corresponde es que cambie ahora, antes de que sea tarde.