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Maestro, que vea



 por Padre Patricio Astorquiza Fabry

Diario El Mercurio, domingo 28 de octubre de 2012

El capítulo 10 de San Marcos, que se lee este domingo, nos traslada a la ciudad de Jericó. Jesús va saliendo de la ciudad, cuando el ciego Bartimeo se entera de que pasa por el camino donde él pide limosna. Comienza a gritar: "Hijo de David, ten compasión de mí". Jesús lo hace llamar, y él se levanta, deja el manto, y se acerca a Jesús. El Señor le pregunta qué quiere, y él responde: "Maestro, que vea". Y la respuesta es: "Anda, tu fe te ha salvado". Comenzó a ver, y lo seguía por el camino.

Bartimeo representa de algún modo a todo ser humano. Todos mendigamos de alguna manera un sentido último de la existencia, que calme las necesidades más íntimas de la vida humana. Mendigamos desde chicos amor, comprensión, protección, aprecio. La vida es una procesión de personajes, circunstancias y cambios que muchas veces desconciertan, inquietan o angustian. Con frecuencia no vemos o dejamos de ver claramente el porqué de lo que nos pasa. Buscamos consciente o inconscientemente a ese Jesús que parece seguir de largo, y que puede darnos significación completa de quiénes somos y adónde vamos.

Pero se requiere admitir que se es un mendigo. Bartimeo no tiene reparo en gritar su condición de necesitado. Cuando otros pretenden hacerlo callar, grita aún más fuerte. Y no pide ayuda sólo a benefactores o médicos, sino a Jesús Nazareno, el único capaz de hacer milagros. No se conforma con monedas, o con oír y comer, porque quiere ver. No le humilla decir: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí". Nosotros con frecuencia disimulamos pretendiendo no necesitar nada, o nos engañamos conformándonos con el consumo y la distracción. Pero necesitamos la compasión del Cielo, que solicita este pobre hombre desde la orilla del camino. Aquí la humildad y la esperanza se funden, para terminar en oración de petición.

La escena que contemplamos hoy contiene un tercer elemento: Bartimeo coopera, se levanta de un salto, deja de lado lo que le estorba, y se dirige resueltamente hacia Jesús. Se siente llamado, y no desaprovecha la oportunidad. Es ahora o nunca. No sabe si alguna otra vez en su vida de mendigo se va a dar la coincidencia de que pase Jesús tan cerca suyo. Nosotros en cambio a veces pedimos luces o sentido de la vida, sin poner los medios convenientes. Y si queremos ver más y mejor a Dios y a la creación entera a la luz de Dios, podemos aprovechar este Año de la Fe para conseguirlo.

"Maestro, que vea". Ayúdame a profundizar mi Fe, a leer el Catecismo de la Iglesia Católica, por ejemplo. Ayúdame a dar a conocer mejor mi Fe a otros, en el ámbito familiar y entre mis amistades. Y ayúdame a que toda mi vida sea coherente con la Fe que profeso. Como Bartimeo, quiero también seguirte por el camino que recorres.

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