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Las cosas buenas de Transantiago


Por Raimundo Cruzat

Raimundo Cruzat




Hace un par de semanas recibí un mail de un experto norteamericano en transporte. Dada mi experiencia a cargo de Transantiago, estaba interesado en entrevistarme sobre “los muchos aspectos positivos del sistema” que podrían replicarse en otras ciudades. Muchas veces con razón y varias otras sin, Transantiago ha sido tapizado de adjetivos negativos y hoy se ha convertido en el sinónimo chilensis de lo malo, indeseable, terrible… Candidatos, ministros y ciudadanos por igual claman por que nunca haya “otro Transantiago”.
 
Sin embargo, la reunión con este experto extranjero me llamó a -arriesgándome a ser políticamente incorrecto y recibir una lluvia de insultos- escribir sobre algunos de los atributos positivos de nuestro vilipendiado sistema de transporte público de Santiago:
 
1. Tarifa integrada: Transantiago hoy permite viajar hasta tres etapas pagando un solo pasaje de $590. Si alguna de esas etapas del viaje se hace en Metro, habrá que sumar $80 o $20 pesos dependiendo de si la combinación se hizo en hora punta o valle, respectivamente. De esta manera, una persona puede viajar desde la plaza de Puente Alto hasta el estadio San Carlos de Apoquindo pagando, en el “peor” de los casos, $670.
Si traemos a pesos corrientes de 2012 la tarifa de las micros amarillas, hoy un pasaje en ese sistema nos costaría $530, y no nos permitiría combinar con ningún otro. Por lo tanto, un trasbordo a Metro, o tomarnos la segunda micro nos obligaría a pagar un pasaje completo más. Y el viaje de Puente Alto a San Carlos de Apoquindo costaría por lo menos $1.060.
Además de lo obvio del beneficio, en muchos sistemas de transporte del mundo, la ciudad se divide en anillos tarifarios, de manera que el que viaja más kilómetros, paga más. Pero en Santiago no es así, y existe un subsidio cruzado de los que viajan corto hacia los que viajan largo. Por ejemplo, un ejecutivo de un banco que viaja ocho kilómetros entre El Golf y Moneda con Ahumada en el Centro paga lo mismo que una nana que cruza 32 kilómetros entre Puente Alto y San Carlos de Apoquindo. Esto es un importante beneficio de carácter social, ya que una porción importante de las personas de menos recursos que viven en Santiago lo hacen en la periferia.
 
2. Reducción de la contaminación: Las micros amarillas eran responsables del 22% del material particulado 10 (MP10) en Santiago, emitiendo 258 toneladas el 2006. Sólo en cuatro años Transantiago había conseguido bajar ese aporte a apenas un 8%, con 94 toneladas. En términos de óxido de nitrógeno (NOx), el 2006 las micros amarillas emitieron 6.910 toneladas, contra las 3.437 de Transantiago en 2010.
Los impactos en salud pública de esta brutal disminución en contaminación nunca se le han reconocido al sistema en Chile. Sin embargo, en 2011, The Economist Intelligence Unit y Siemens catalogaron a Santiago como la ciudad con el transporte público más limpio de entre varias ciudades y capitales de Latinoamérica, distinción que contó con escasa cobertura en la prensa nacional.
 
3. Ordenamiento del sistema: Hoy en día los buses de Transantiago se detienen sólo en las paradas establecidas, tanto para tomar como para dejar pasajeros y no en cualquier parte, como era antes. Esto ha requerido un aprendizaje y acostumbramiento por parte del usuario, pero no ha implicado en general que tenga que caminar mucho más. De hecho, Transantiago tiene alrededor de 12 mil puntos de parada, lo que comparativamente a otros sistemas de transporte, considerando la extensión de las ciudades, es mucho. Barcelona, por ejemplo, tiene menos de cuatro mil paraderos de buses.
Este ordenamiento tiene muchos beneficios paralelos, como el fin de las paradas sorpresivas, menos congestión, la disminución general de detenciones de los buses y, en consecuencia, menos gasto en frenos y en combustible, y menos contaminación.
 
4. Reducción de la congestión: ¿Se acuerda usted de la Alameda como un río inmóvil de micros amarillas? Hacia el final de su historia, las micros amarillas eran casi 10 mil. Transantiago hoy opera alrededor de 6.500 buses en hora punta. Tomando en cuenta que el parque automotriz en los últimos cinco años ha crecido un 25%, no nos querríamos ni imaginar lo que sería moverse por Santiago con 4.000 buses más…
Además del ordenamiento en la parada de los buses y la mera reducción del número de micros, hay otros aspectos más técnicos que han ayudado a reducir la congestión, como la oferta asimétrica de buses, los buses en posicionamiento, cambio de rutas en tiempo real frente a un accidente o frente a las ya habituales manifestaciones estudiantiles, etc.
 
5. Disminución de los accidentes: Entre el 2006 y el 2010, según cifras oficiales de Carabineros de Chile y CONASET, los siniestros declarados que involucraron vehículos de transporte público se redujeron en un 60%. La eliminación de la competencia por el pasajero en la calle, la mejor calidad de los buses, la mejor condición laboral de los conductores y el ordenamiento de las paradas, entre otras cosas, han tenido un enorme impacto en la reducción de los accidentes de tránsito que han involucrado al transporte público en Santiago.
 
6. Empresarización del sistema: Este es uno de los beneficios con mayores impactos colaterales. El transporte público de Santiago hoy es operado con un número limitado y establecido de empresas bien constituidas, con domicilio conocido, capital, acceso a crédito e interlocutores válidos para sentarse a discutir y negociar con la autoridad. El camino no ha sido fácil, y no todas las empresas han funcionado tan bien, pero no ha sido distinto a cualquier otra industria.
Esta misma institucionalización del sistema ha permitido mejorar sustancialmente las condiciones laborales y de vida de los conductores, quienes hoy en general cuentan con contratos laborales indefinidos, isapre y AFP, uniforme, jornada laboral regulada de acuerdo al código del trabajo, terminales bien equipados, mejores buses, etc. A su vez, eso ha significado que hoy un conductor de bus de Transantiago tenga acceso a crédito, algo impensable con las micros amarillas.
Los abundantes sindicatos de conductores pelean por el tamaño de sus indemnizaciones al término de las concesiones; ayer peleaban porque les subieran la proporción del boleto cortado.
 
Esta lista de cosas buenas de Transantiago podría seguir con la seguridad de la tarjeta Bip! versus el efectivo, el sistema de predicción de llegada de buses (uno de los mejores del mundo), la accesibilidad para personas ciegas y con movilidad reducida, etc.
 
Hay que ser muy claro en que ninguno de estos atributos positivos atenúa las muchas cosas malas del sistema, las que deben seguir atendiéndose y solucionándose. Sin embargo, al menos de vez en cuando puede ser bueno recordar que no todo lo que rodea a Transantiago es tan malo, y que -probablemente- si los beneficios sociales y económicos de estas características fueran cuantificados, el famoso subsidio por el que tanto se discute podría entenderse y defenderse mucho mejor; quién sabe si incluso podría llegar a justificarse…

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