26 de octubre de 2012
Todos los gobiernos se dividen en tres periodos. Uno de instalación, uno de gestión y uno de desenlace. Si el periodo de instalación es breve permite que el periodo de gestión sea extenso. Este fue el caso en los sexenios de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos, que gracias a contar con estructuras de gobierno pre-existentes se pudieron instalar relativamente rápido y enfocar la mayor parte de los seis años en la gestión. El cuatrienio de Michelle Bachelet también tuvo un periodo de instalación breve, lo que le permitió gozar de un periodo largo de gestión a pesar de los cuatro años de su mandato.
Ninguno de los tres, sin embargo, pudo escapar del desenlace prematuro de sus gobiernos. Si bien todos contaron con periodos de instalación cortos y periodos de gestión largos, el ocaso de sus gobiernos comenzó alrededor de un año y medio antes de la elección presidencial respectiva. El desenlace de Frei Ruiz-Tagle comenzó cuando Lagos renunció a su cartera en julio de 1998 para levantar su candidatura presidencial. El desenlace de Lagos comenzó cuando Soledad Alvear y Bachelet renunciaron a sus carteras en septiembre de 2004 para levantar sus respectivas candidaturas presidenciales.
En estos aspectos el gobierno de Sebastián Piñera será completamente inverso a los gobiernos precedentes.
Es probable que durante el desenlace del gobierno de Piñera se produzcan resultados. Pero la mayor parte de los avances serán solo promesas de políticas públicas que serán fácilmente confundidas con propaganda. Aunque la línea nueva del metro y el puente sobre el canal de Chacao son obras necesarias y viables, su anuncio viene en un momento en que solo es posible un diseño parcial.
En retrospectiva veremos que Piñera tuvo un periodo de instalación largo. Es evidente que un costo de la alternancia se facture al comienzo de la administración debutante. Un recambio completo de gobierno inevitablemente retrasa la gestión. A diferencia de los presidentes anteriores, que literalmente se traspasaban las planillas de funcionarios, Piñera tuvo que diseñar un nuevo sistema gubernamental compatible con las estructuras de poder de su sector. Además, la gestión fue especialmente pospuesta durante su primer año, para dedicar buena parte del año a la reconstrucción.
Pero también veremos que Piñera tuvo un periodo de gestión corto. Problemas políticos dominaron su segundo año. En 2011 el gobierno utilizó negligencias de la administración anterior y el efecto del terremoto como pretextos para justificar retrasos en gestión. Además, el segundo piso no enfatizó lo suficiente la importancia de tener un alto nivel de aprobación presidencial, por lo que no lo pudieron usar como un instrumento para forzar negociaciones legislativas a su favor. Si bien se enviaron y se despacharon bastantes proyectos de ley, fueron significativamente menos que en gobiernos anteriores.
El día después de las elecciones municipales el foco político dejará de ser el gobierno de Piñera. Los resultados de las municipales serán lo que desencadene el proceso de selección de candidatos presidenciales. Generando una suerte de pato cojo, todos estarán más preocupados del próximo gobierno que del gobierno actual. Será especialmente evidente cuando dos de los ministros con mejor aprobación y mayor reconocimiento abandonen el gabinete para iniciar sus propias campañas presidenciales. Cuando Golborne y Allamand renuncien a sus cargos, el gobierno entrará en su fase final.
Es probable que durante el desenlace del gobierno de Piñera se produzcan resultados. Pero la mayor parte de los avances serán solo promesas de políticas públicas que serán fácilmente confundidas con propaganda. Aunque la línea nueva del metro y el puente sobre el canal de Chacao son obras necesarias y viables, su anuncio viene en un momento en que solo es posible un diseño parcial. Aunque sean proyectos ideados durante la administración actual serán responsabilidad, y por ende mérito, de gobiernos posteriores. Todo indica que Piñera se tendrá que resignar con lo que ya ha hecho.
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