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La ciencia de los ascensores (y de todo lo demás)



Cuando el funcionamiento de las cosas es un misterio, solemos caer en prejuicios y en la trampa del pensamiento mágico. Así, es fácil que creamos que apretando más veces el botón del ascensor podemos apurarlo, o que las tormentas solares tienen algo que ver con los temblores del fin de semana pasado. Ante esto, hay un antídoto que no falla: se llama método científico.
Por Andrés Gomberoff | Vicerrector de Investigación y Doctorado de la UNABRevista Qué Pasa, 29/03/2012http://www.quepasa.cl/articulo/tecnologia---ciencia/2012/03/23-8119-9-la-ciencia-de-los-ascensores-y-de-todo-lo-demas.shtml

© Nicolás Galdames
Insistentemente el hombre aprieta el botón del ascensor. Una y otra vez. Deja el dedo apoyado un rato. Lo retira. Aprieta tres veces seguidas. Se cruza de brazos. El hombre está enojado. Insulta al ascensor. Aprieta de nuevo. Yo lo miro con curiosidad. El tipo debe tener más de sesenta años. Seguro que no es la primera vez que usa un ascensor. Me lo imagino fantaseando con que el ascensor piensa: "Más vale que me apure o este caballero me va a enloquecer". 
Es natural. Los ascensores no vienen con un manual de uso. Así como un montón de otras cosas. En muchas circunstancias de la vida cotidiana nos enfrentamos a objetos cuyo funcionamiento debemos adivinar. No tenemos tiempo para pedir el manual de instrucciones del microondas, o de averiguar cómo funciona el nuevo equipo de música, o el hervidor de agua.  Solemos, por ejemplo,  utilizar un procesador de texto nuevo sin consultar el bendito librillo de instrucciones. De hecho, entendemos que los software son mejores si son "intuitivos", "user friendly" (o lo que antes llamábamos "a prueba de tontos").
La promesa para todo esto es simple: que no necesitaremos leer un manual, que a través de prueba y error, de observar cuidadosamente, y de nuestra experiencia pasada llegaremos a dominar el programa sin necesidad de instrucción. 
Es una forma de pensar a la que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación. Sin ir más lejos, después de los temblores del fin de semana pasado, buena parte de la información que recibimos provenía del pensamiento mágico de algunos de los derrotados en la batalla de la sinrazón. 
Ese camino para obtener conocimiento - y nada, absolutamente nada más - es el método científico.  Es un procedimiento práctico, del que muchos han escrito grandes tratados. Lo experimentamos a diario en buena parte de nuestras decisiones. La ciencia es sólo la utilización sistemática y cuidadosa de este procedimiento. En palabras de Einstein, "la ciencia no es más que el refinamiento del pensamiento cotidiano".

Sube y baja

Al enfrentarse por primera vez a un fenómeno desconocido, debemos utilizar nuestra experiencia para proponer una hipótesis razonable. Así, en un comienzo, el acto de llamar un ascensor puede parecernos análogo al de  llamar a un amigo que nos dará una mano. Uno al que podemos presionar para apurarlo. No es extraño entonces que un usuario primerizo caiga en la trampa e insista con el botón. Es sólo una hipótesis equivocada. Un prejuicio natural. Uno que esperamos sea revertido cuando el uso continuo del ascensor de su edificio le muestre empíricamente que el ascensor es inmune a  súplicas, insultos e insistencias. Su actuar es el mismo si oprimimos el botón una o quince veces.
Para ayudarnos en el proceso de descubrimiento, algunos fabricantes de ascensores decidieron instalar una lucecita que se enciende en el instante que apretamos el botón por primera vez. Algo que además nos revela que el apretar el botón tuvo la presión y prolijidad necesarias como para accionar la cadena de eventos que esperamos gatillar.
Pero para el señor del ascensor no era suficiente. La luz estaba encendida, y él seguía pulsando el botón e insultando las puertas de acero. ¿Sabría que su actuar no tenía objeto alguno? Probablemente. Si le hubiese preguntado, quizás me contestaba lo mismo que contestan los consumidores de homeopatía cuando se enfrentan a la evidencia de su ineficacia. "No puede hacer daño".

La guerra contra el pensamiento mágico

El señor del ascensor es víctima del pensamiento mágico. No importa mucho que le mostremos la evidencia. En este caso es sencillo. Bastaría que le pidiéramos que durante los próximos 6 meses  cronometre  el tiempo que demora del ascensor cada vez que lo use. Que la mitad de las veces sólo apriete una vez, y el resto lo haga como siempre lo hace. Que finalmente promedie el tiempo de espera en ambos casos y compruebe que no hay diferencia significativa (siempre habrá alguna pequeña diferencia, pues el azar está en acción continuamente en cualquier experimento). El señor probablemente seguirá con su añosa tradición, porque al pensamiento mágico no lo tuerce la razón. Porque está anclado en alguna parte de la biología humana. Basta mirarnos a nosotros mismos. Hasta los más racionales de nosotros han insultado máquinas expendedoras de bebidas, o han "tocado madera", o han hecho pequeñas apuestas irracionales consigo mismos. La lucha contra la sinrazón suele ser constante dentro de cada uno de nosotros. Muchos pierden tempranamente esa guerra, como este señor que ahora apoya la palma completa de la mano en el botón del ascensor.
En realidad, las cosas van de mal en peor para el señor en cuestión. Todo comenzó el día en que llegaron los innovadores con una idea revolucionaria. Se les ocurrió agregar un segundo botón a los ascensores del mundo. Uno tendría una flecha apuntando hacia arriba. El otro una hacia abajo. Esto ahorraría tiempo de viaje y energía, ya que el ascensor que va subiendo no pararía a atender a aquellos que oprimieron el botón para bajar. Los innovadores, claro está, no contaban con que el señor del ascensor, y muchos otros de sus vecinos, apretarían invariablemente los dos. Por lo tanto, los que iban  subiendo tendrían no sólo que tolerar la inútil parada, sino también la voz amargada de nuestro personaje preguntando "¿baja?".
Es una forma de pensar a la que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación. Sin ir más lejos, después de los temblores del fin de semana pasado, buena parte de la información que recibimos provenía del pensamiento mágico de algunos de los derrotados en la batalla de la sinrazón. Tabloides, matinales y noticieros sucumbieron a la tentación de las explicaciones mágicas, sensacionales, casi tan escalofriantes como la ignorancia. 
Tal como cotidianamente perdemos esa lucha contra el pensamiento mágico, también tenemos momentos en que triunfa la razón y aplicamos el método. Lo hacemos, por ejemplo, cuando definimos nuestra ruta cada mañana para llegar más rápido al colegio de los niños.
Porque es tan probable que un ascensor llegue más rápido por accionar más botones como que la ocurrencia de un terremoto tenga relación con tormentas solares o un aumento de la temperatura ambiental. No hay manual de uso de temblores, pero cualquiera puede construir una lista completa de sismos, incluyendo la actividad solar y la temperatura de ese instante y comprobar que no hay relación alguna.  Habría que ver a los charlatanes llamando al ascensor con algo de apuro.

Opiniones educadas

El método científico no es, por lo tanto, sólo un "método". Ésta es de hecho una mala palabra, pues sugiere la existencia de alternativas (aunque es cierto que las hay para muchas actividades humanas). Tal como cotidianamente perdemos esa lucha contra el pensamiento mágico, también tenemos momentos en que triunfa la razón y aplicamos el método. Lo hacemos, por ejemplo, cuando definimos nuestra ruta cada mañana para llegar más rápido al colegio de los niños.  Enfrentados a esta clase de problemas actuamos del mismo modo como un investigador enfrenta problemas científicos tales como el cáncer: observando las evidencias, establecemos una hipótesis, experimentamos, aceptamos las consecuencias, tanto si validan nuestra hipótesis inicial como si la tiran por la borda.
Esto es tan cierto en el ejemplo del ascensor como en cualquier compleja teoría científica. Si vemos que, en promedio, el tiempo de espera del ascensor es el mismo, independientemente del número de veces que lo llamamos, lo lógico es que concluyamos que basta con apretar el botón una vez para conseguir nuestro objetivo. Lo mismo ocurre con cualquier hipótesis. Si los experimentos no la validan, debemos abandonarla no importa el efecto o la utilidad que haya tenido en el tiempo. En este acto de modestia cósmica reside el corazón del pensamiento científico.
Es por esto que cuando miro al señor del ascensor, mi sentimiento es el mismo que experimento cuando me dicen que soy rígido si no acepto la utilidad de ciertas medicinas alternativas, o cuando escucho a gente hablando cosas sin sentido sobre el origen de los temblores. 
El método científico, como vemos, no sólo nos ayuda a ser científicos.  Nos ayuda también a manejar mejor ese ascensor que el señor ahora insulta con gruesos adjetivos.  Nos ayuda a eliminar prejuicios a través de la experiencia y la observación. Nos muestra, por lo tanto, un camino para construir no sólo teorías científicas, sino que opiniones educadas para la vida diaria. Y esto, sin duda, es de ayuda para todos. Después de todo, es bien probable que este señor suela insultar no sólo a ascensores.

La desgracia no borra toda la belleza del mundo, simplemente la vuelve inoportuna...‏





Escritor chileno radicado en Francia:
Bernardo Toro y la inoportuna belleza del mundo

De visita en el país para preparar su tercera novela, organizó dos encuentros sobre novela e historia.  

por Marilú Ortiz de Rozas 
Diario El Mercurio, Cultura, viernes 30 de marzo de 2012

"La desgracia no borra toda la belleza del mundo, simplemente la vuelve inoportuna", expresa el protagonista de "De fils à fils" (De hijo a hijo), segunda novela de Bernardo Toro. Una frase que sirve para abordar su obra, en la que contrasta un rico despliegue de recursos literarios, en un cuidado estilo, con el vacío de los personajes y su desoladora trayectoria. "La soledad es una experiencia humana fundamental", acusa el autor. "A contratiempo", que es el título de su primera novela, también sugiere que hay quienes no están sincronizados con la belleza del mundo. Pero a través del sobresaliente manejo del lenguaje y de las sentidas reflexiones de Toro, el lector se empapa de ella.
"A contratiempo", que ofrece una mirada desacralizada del exilio y de sus héroes, pone en escena a una mujer que se aferra al pasado y a un joven que necesita construir futuro. Están destinados al desencuentro. En esta obra, que contiene algunos elementos autobiográficos, Toro dice que quiso abordar dos silencios de la historia reciente de Chile. "El primero es el de la izquierda después del golpe, incapaz de reconocer su derrota. El protagonista, un chileno que llega a Francia a los 17 años, se vincula con unos exiliados mediante el ajedrez. No hablan del pasado. El segundo silencio, es el de los retornados, al final del libro, adheridos a un modelo ultraliberal que se ha impuesto planetariamente".
"De hijo a hijo", más intimista y ficcional, es la dramática crónica de un padre, que fue un hijo abandonado, a su hijo al que también ha de abandonar. La incursión alternada de los monólogos interiores de los personajes incrementa la atmósfera de incomunicación y tristeza. "Yo creo que una novela es triste cuando el autor no logra dar en el clavo para expresar en palabras aquello que quiere transmitir. La buena literatura no es triste; toda verdad es positiva para el ser humano. E intento llevar a mi obra toda la realidad física del mundo, no sólo la sicológica. Cuando no encuentro eso en la literatura, me causa tristeza".
Para él, la novela es un poderoso instrumento de conocimiento y en su montaje emplea todos los recursos disponibles. "Creo en la novela total, quien la escribe tiene que ser poeta, historiador, filósofo, cronista, sociólogo", afirma.
Bernardo Toro se encuentra actualmente en el país gracias a la beca gala "Missions Stendhal", que le permite preparar in situ su tercera obra, que abordará la gran apertura que se dio en Chile y en el mundo a fines de los sesenta. "Creo que fue la última gran época de la humanidad, y como suele suceder en la historia, tras ésta se produjo un efecto boomerang ". La está escribiendo en francés, como todas las anteriores. Nunca ha escrito en español, confiesa.
 Novela e historia
En el marco de su "Missions Stendhal", el escritor organizó dos mesas redondas en el Instituto Francés de Chile.
3 abril, 19:30 horas: Bernardo Toro, Ramón Díaz Eterovic, Anne-Marie Métailié.
18 abril, 19:30 horas: Bernardo Toro, Arturo Fontaine, Carla Guelfenbein.

Poetry as...




Poetry as an open vision
Poetry as a risky decision
Poetry as defining precision
Poetry as an unlocked prision

Poetry as a deep mistery
Poetry as a silent beauty
Poetry as the piety of mysery
Poetry as an attempt of therapy

Poetry as a surprising gift
Poetry as a trembling rift
Poetry as a covering mist
Poetry as an endless list

Poetry as a second nature
Poetry as a quiet adventure
Poetry as a moving structure
Poetry as a kind of fracture

Poetry as quasi aperiodicity
Poetry as an internal musicality
Poetry as a timeless synchrony
Poetry as an unfinished simphony

Poetry as a reflection of infinity
Poetry as the exploration of ambiguity
Poetry as the shadow of clarity
Poetry as an absence of vanity

Poetry as  lines broken
Poetry as  parity broken
Poetry as  patterns broken
Poetry for hearts broken 

Poetry filled with emptiness
Poetry:  precise vagueness
Poetry an inocent truthfulness
Poetry as an endless...poetry

Poetry as therapy


The Economist, Mar 29th 2012, 9:37 by E.H. | LONDON

ON FIRST meeting Adam Phillips, you might not think that he was a psychoanalyst. His office in Notting Hill is filled with books on every wall and in stacks on the floor. But instead of therapeutic manuals, you will find volumes of poetry by J.H. Prynne, Percy Bysshe Shelley and Geoffrey Hill. The complete “À la recherche du temps perdu” nestles into the wall. He would not be out of place as a tutor in an Oxford quad—where he studied English before training as a child psychotherapist in London. 
 
This eclectic mix of influences is evident in his psychoanalytical work. His books include “On Kissing, Tickling, and Being Bored” (1993), “On Flirtation” (1995) and “On Balance” (2010). Approaching psychoanalytical ideas through the more oblique lens of literature, they may not cure your neuroses, but they make for an interesting read. He has been running a series at the Lutyens & Rubinstein bookshop, where he speaks with poets about their lives before they read aloud their work. Philip Gross, John Fuller, Adam O’Riordan, Bernard O’Donoghue, John Burnside, Christopher Reid and Jo Shapcott have all taken part. 
We spoke to Mr Phillips about poetry as a form of therapy and the perils of reading psychoanalytical criticism.
 
What do you see as the relationship between psychoanalysis and poetry?
 
The most obvious link is that they are both linguistic arts. Freud suggests not exactly that we speak in poetry, because poetry has line-endings, but that we potentially speak with the type of incisiveness and ambiguity that we’re most used to finding in poetry. So, to put it slightly differently: the reading of poetry would be a very good training for a psychoanalyst. 
 
In the preface to “On Flirtation” you call psychoanalysis a “kind of practical poetry”can you elaborate on this? 
 
On the one hand, psychoanalysis is practical in the sense that there is an attempt to solve a problem, or to cure somebody, or at least to address their suffering. But the other thing that psychoanalysis does is that the project is to enable somebody to speak. It’s the attempt to create the conditions in which somebody can speak themselves as fully as possible. 
 
It is as though Freud invented a setting or a treatment in which people could not exactly speak the poetry that they are, but that they could articulate themselves as fully as they are able. [A session] lasts 50 minutes, and it’s always at the same time each week, just like a sonnet is always 14 lines. It’s a similar thing. The form makes possible the articulation.
 
So it’s the constraint of poetry that connects it to forms of therapy?
 
Exactly.
 
Is it possible to draw an analogy between the bad reputation psychoanalysis can have and the bad reputation poetry can havethat poetry is obscure, that it’s difficult?
 

On the one hand it is a question of taste. If people don’t like something, they just don’t. But when it isn’t simply a matter of taste or sensibility I think it is a resistance and a fearfulness. That poetry, rather like music, might move them in ways they would rather not be moved. Or believe they’d rather not be moved. The people who hate psychoanalysis often go on hating it. And I think the reason is that there is something about it they want to keep in touch with. Because it holds something, just as poetry does.
  
When you speak of poetry making people feel something that they don’t necessarily want to feel, like music—are you implying that poetry has a therapeutic use?
 
I do, I really think it has a use. There is a thing Kafka says in his diaries which is something like “literature is an axe to break the sea frozen inside us”. I think that we are very frightened of the intensity and the excesses of our emotional lives. And that the arts—and if you happen to like poetry, then poetry, but it could also be music—enable you to both bear and get pleasure from your feelings. And also to discover the things that matter most to you. If they engage you, they really engage you, you’re not indifferent to them. 
 
One critic has said that he had to reread your books in order to fully understand them. Do you see your prose as something akin to poetry—as an art form that demands close reading?
 
I think it’s true, and it’s partially by osmosis—in the sense that people write because they have read, and most of the writers I like have been poets. Though how one writes is a bit of a mystery to oneself. You just do it. My experience is that I sit down and write and I make it sound right to me, or sound good or interesting. And that’s it. 
 
Is psychoanalysis stronger as a literary rather than medical pursuit?
 
I think it’s only strong as a literary form, really. I think that the medicalisation of it has sort of killed it. 

Can you analyse a poem in the same way that you may analyse a patient? 

 
No, but there are overlaps. The big difference, which is the obvious one, is that the poem can’t answer back. You can use things gleaned from psychoanalysis to interpret the poem. But, as you know, loads of psychoanalytical criticism is the most boring thing on earth. You think, why did they write it?

· FORMAS DE HACER LAS COSAS:




 

DIFÍCILES  ó  FÁCILES (siempre que se pueda)

¡LA IMAGINACÍON AL PODER!

Problema 1

Uno de los más memorables casos de estudio de la gestión japonesa fue el
caso de la caja de jabón vacía, que ocurrió en una de las más grandes
empresas de cosmética de Japón.
La compañía recibió la queja de un consumidor que compró una caja de jabón y
estaba vacía....    Inmediatamente los expertos centraron el problema en la
cadena de montaje, que transportaba todas las cajas empaquetadas de jabón al
departamento de reparto.    Por alguna razón, una caja de jabón pasó vacía por
la cadena de montaje.    Los altos cargos pidieron a sus ingenieros que
encontraran una buena y rápida solución del problema.
Solución A):     De inmediato, los ingenieros se lanzaron a su labor para idear
una máquina de rayos X con monitores de alta resolución manejados por dos
personas y así vigilar todas las cajas de jabón que pasaran por la línea
para asegurarse de que no fueran vacías.    Sin duda, trabajaron duro y rápido.
Solución B):     Cuando a un empleado común en una empresa pequeña se le
planteó el mismo problema, no entró en complicaciones de rayos X, robots,
equipos informáticos o complicados;    en lugar de eso buscó otra solución:
Compró un potente ventilador industrial y lo apuntó hacia la cadena de
montaje.   Encendió el ventilador,  y mientras cada caja pasaba por el
ventilador,  las que estaban vacías simplemente salían volando de la línea
de producción.
________________________________

Problema 2
Un magnate hotelero viajo a una ciudad de la India por segunda vez en un año
de distancia de su primer viaje.   Al llegar al mostrador de un hotel inferior
en estrellas a los de su cadena, el empleado le sonríe y lo saluda diciéndole:
"Bienvenido nuevamente señor, qué bueno verlo de vuelta en nuestro hotel"
Sorprendido en gran manera ya que a pesar de ser una persona tan importante,
le gusta el anonimato y difícilmente el empleado tendría tan buena memoria
para saber que estuvo allí un año antes, quiso imponer el mismo sistema en
su cadena de hoteles ya que ese simple gesto lo hizo sentir muy bien.
A su regreso inmediatamente puso a trabajar en este asunto a sus empleados
para encontrar una solución a su petición.
Solución A):     La solución fue buscar el mejor software con reconocimiento
de rostros, base de datos, cámaras especiales, tiempo de respuesta en micro-
segundos, capacitación a empleados, etc.    Costo aproximado:  2.5 millones
de dólares.
Solución B):     El magnate prefirió viajar nuevamente y sobornar al empleado
de aquel hotel para que revelara la tecnología que aplicaban.   El empleado no
aceptó soborno alguno, sino que humildemente comentó al magnate cómo lo
hacían:
"Mire señor, tenemos un arreglo con los taxistas que lo trajeron hasta acá,
ellos le preguntan si ya se ha hospedado en el hotel al cual lo está trayendo.
Si es afirmativo, cuando él deja su equipaje aquí en el mostrador de recepción,
entonces  nos hace una señal, y así se gana un dólar".

Moraleja:

¡No compliques tu trabajo, más de lo necesario!
¡Concibe la solución más simple que la complejidad del problema permite!
¡Aprende a centrarte en las soluciones,  NO en los problemas!
La complicación enturbia la mirada, la complejidad la enriquece.

             "PENSAR DA BUENOS RESULTADOS "

Otra vez el Puente Chacao



Sería mejor evaluar  alternativas, como un túnel por debajo del canal, que costaría un tercio respecto de un puente colgante.

por Eduardo Bitrán -  Diario La Tercera  29/03/2012 - 04:00

Fact or Fiction?


: NASA Spent Millions to Develop a Pen that Would Write in Space, whereas the Soviet Cosmonauts Used a Pencil

The problem of weightless writing was not solved by either Soviet central planning or good old American sub-contracting, but by a private investor and a good idea
By Ciara Curtin  | Scientific American, December 20, 2006 | 9
AG-7, space penSPACE PEN: The AG-7 original space pen, pictured above, used pressure instead of gravity to make a specially formulated ink flow.Image: COURTESY OF THE FISHER SPACE PEN CO.
During the height of the space race in the 1960s, legend has it, NASA scientists realized that pens could not function in space. They needed to figure out another way for the astronauts to write things down. So they spent years and millions of taxpayer dollars to develop a pen that could put ink to paper without gravity. But their crafty Soviet counterparts, so the story goes, simply handed their cosmonauts pencils.
This tale with its message of simplicity and thrift--not to mention a failure of common sense in a bureaucracy--floats around theInternet, hopping from in-box to in-box, and even surfaced during a 2002 episode of the West Wing. But, alas, it is just a myth.
Originally, NASA astronauts, like the Soviet cosmonauts, used pencils, according to NASA historians. In fact, NASA ordered 34 mechanical pencils from Houston's Tycam Engineering Manufacturing, Inc., in 1965. They paid $4,382.50 or $128.89 per pencil. When these prices became public, there was an outcry and NASA scrambled to find something cheaper for the astronauts to use.
Pencils may not have been the best choice anyway. The tips flaked and broke off, drifting in microgravity where they could potentially harm an astronaut or equipment. And pencils are flammable--a quality NASA wanted to avoid in onboard objects after the Apollo 1 fire.
Paul C. Fisher and his company, the Fisher Pen Company, reportedly invested $1 million to create what is now commonly known as the space pen. None of this investment money came from NASA's coffers--the agency only became involved after the pen was dreamed into existence. In 1965 Fisher patented a pen that could write upside-down, in frigid or roasting conditions (down to minus 50 degrees Fahrenheit or up to 400 degrees F), and even underwater or in other liquids. If too hot, though, the ink turned green instead of its normal blue.
That same year, Fisher offered the AG-7 "Anti-Gravity" Space Pen to NASA. Because of the earlier mechanical pencil fiasco, NASA was hesitant. But, after testing the space pen intensively, the agency decided to use it on spaceflights beginning in 1967.
Unlike most ballpoint pens, Fisher's pen does not rely on gravity to get the ink flowing. The cartridge is instead pressurized with nitrogen at 35 pounds per square inch. This pressure pushes the ink toward the tungsten carbide ball at the pen's tip.
The ink, too, differs from that of other pens. Fisher used ink that stays a gellike solid until the movement of the ballpoint turns it into a fluid. The pressurized nitrogen also prevents air from mixing with the ink so it cannot evaporate or oxidize.
According to an Associated Press report from February 1968, NASA ordered 400 of Fisher's antigravity ballpoint pens for the Apollo program. A year later, the Soviet Union ordered 100 pens and 1,000 ink cartridges to use on their Soyuz space missions, said the United Press International. The AP later noted that both NASA and the Soviet space agency received the same 40 percent discount for buying their pens in bulk. They both paid $2.39 per pen instead of $3.98.
The space pen's mark on the Apollo program was not limited to facilitating writing in microgravity. According to the Fisher Space Pen Company, the Apollo 11astronauts also used the pen to fix a broken arming switch, enabling their return to Earth.
Since the late 1960s American astronauts and Russian cosmonauts have used Fisher's pens. In fact, Fisher has created a whole line of space pens. A newer pen, called the Shuttle Pen, was used on NASA's space shuttles and on the Russian space station, Mir. Of course, you don't have to go to space to get your hands on a space pen--earthbound folks can own one for the low, low price of $50.00.