por Rodericus, Diario El Mercurio,
Día a Día, Viernes 18 de Mayo de 2012
Si bien es cierto que la tecnología presenta inmensas posibilidades, también ofrece un abanico de posibles adicciones y esclavitudes. De hecho, pareciera que la máquina ha derrotado al hombre, puesto que en cualquier sitio hallamos personas inmersas casi por completo en lo que les transmite una pantalla incluso minúscula.
Si bien es cierto que la tecnología presenta inmensas posibilidades, también ofrece un abanico de posibles adicciones y esclavitudes. De hecho, pareciera que la máquina ha derrotado al hombre, puesto que en cualquier sitio hallamos personas inmersas casi por completo en lo que les transmite una pantalla incluso minúscula.
Hoy estamos sitiados por una paradoja: la interconexión permanente que un aparato electrónico permite establecer con aquellos que no están en el mismo lugar, ha interrumpido de modo sustancial la convivencia con quien está a nuestro lado. O sea, aproximamos al que está lejos, pero distanciamos al que está cerca. Por eso mismo, se ha generado una transformación en las relaciones, ya que vivir "conectados" todo el tiempo es una manera distinta de vivir "desconectados" del otro.
Dado que la conversación "virtual" reemplaza a la "real", un buen ejercicio cotidiano sería el de desprenderse, al menos por un rato, de todo instrumento tecnológico que impida darle significado al otro, al ahora y al aquí. Nadie, por ejemplo, es más sabio por estar en Facebook. Al contrario, tal dependencia suele crear una falsa sensación respecto de la propia importancia.
No somos siervos de la tecnología y, por tanto, también ante ella es necesaria una libertad esencial: la de disponer de sus bondades sólo cuando sea imprescindible.
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