Jacqueline van Rysselberghe
En Curanilahue, provincia de Arauco, existe hace varios años un parque industrial que tiene el triste récord de no contar con ninguna empresa en sus instalaciones. Pensar que sólo un buen espacio físico era suficiente para atraer inversores privados en una zona económicamente deprimida, fue una idea equivocada de los gobiernos de la Concertación.
A nivel internacional y nacional, las ciudades que han logrado grados importantes de desarrollo son aquellas en que la inversión privada ha seguido a una inversión pública, suficiente para generar las transformaciones y modernizaciones necesarias y apropiadas a la instalación de nuevas unidades económicas. En cambio, en Arauco hay sectores poblados que ni siquiera tienen abastecimiento de electricidad continua para el consumo domiciliario. Y si a esto se suma una pésima infraestructura vial, niveles de pobreza deshumanizadora y el olvido sistemático por parte de los gobiernos de los últimos 50 años, el resultado es que no existe ninguna empresa o industria relevante en toda esa provincia, con excepción de la actividad forestal, que no demanda la cantidad de mano de obra suficiente para resolver los problemas de la zona. La respuesta de los gobiernos de la Concertación fue convertir a la provincia de Arauco en la zona del país con la mayor cantidad de empleos de emergencia, haciendo del asistencialismo estatal la forma de supervivencia y sustentabilidad más relevante de sus habitantes. Pero como las políticas públicas no siempre son coherentes, esos mismos gobiernos instalaron en la puerta de entrada de la provincia de Arauco, Coronel, un peaje estatal, que fue calificado de impuesto a la pobreza. En estos días, el Presidente Piñera anunció el Plan Arauco Avanza, que contempla la inversión de más de 600 millones de dólares en la zona. Y si bien los dirigentes locales tienen razón para mostrar desconfianza, porque la situación que atraviesan es extremadamente compleja, nada justifica las críticas de dirigentes políticos opositores, quienes cuando estuvieron en el gobierno no hicieron más que incrementar la pesada deuda social que el país tiene con esa provincia.
Pero lo que ocurre en Arauco es bastante más profundo e inquietante que una disparidad de juicios sobre un plan concreto de desarrollo. Además, refleja los costos que pagan las comunas y provincias más alejadas y menos desarrolladas del país por el centralismo. Arauco ha sido invisible para los gobiernos centrales de todos los colores. Y cuando esta zona ha logrado conocer propuestas de desarrollo, luego no se han concretado. La posibilidad de que Arauco se convierta en otro foco de alta tensión es real. Pero, en esta vuelta, Arauco se rebelaría contra la historia, el silencio, la complicidad y la ineficacia de varios gobiernos que, simplemente, lo dejaron en el olvido.
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