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Homosexualidad por Horacio Larraín Aspillaga


Presbítero
Diario El Mercurio, Sábado 23 de Junio de 2012 
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/06/23/homosexualidad.asp




Señor Director:


La homosexualidad 
en el varón o en la mujer 
es un hecho que ha existido 
desde los albores de la humanidad. 


Reflexionar en base 
a datos estadísticos 
no hace justicia a la realidad, 
y pensar en una calificación moral 
ante un hecho que no se elige, no corresponde. 


Lo que cabe es intentar 
superar todo simplismo 
y llamar a una consideración 
que nos ayude a no desconocer 
nada que forme parte 
de nuestra condición de seres humanos.


Reflexionar sobre la homosexualidad 
se ha impuesto en estos días en nuestro país 
con motivo de la ley antidiscriminación. 


Sin embargo, la homosexualidad 
es una realidad humana que como tal 
exige algo mucho más profundo que una ley. 


Una ley o un determinado marco jurídico 
no podrá ir al fondo de la realidad, 
procurará cual más cual menoa regularla, 
procurando siempre sustentar 
viable y legítimamente 
la igualdad jurídica de cada ciudadano.


También hay que considerar 
que pretender hacerse cargo 
como sociedad de la homosexualidad 
no pasa por una asunción acrítica 
del concepto de matrimonio 
que de suyo comporta características, 
tanto en el ámbito civil 
como en el religioso, 
propias e inalienables. 


Los países que han llegado a legalizar 
el matrimonio para homosexuales 
han caído en un oportunismo 
que reduce el horizonte 
llegando a banalizar una situación 
que exige una profundidad 
y amplitud de mira 
mucho más fina 
y hasta más respetuosa 
de la complejidad 
de toda condición humana.


Nivelar el matrimonio como institución 
a toda condición humana 
es pretender sustentar 
la dignidad de la persona humana 
en un vínculo jurídico.


Taparse los ojos es cerrar el corazón 
como también la razón a una evidencia 
que exige nuestra atención delicada, 
exige un detenerse, un refregarse los párpados 
y mirar no sólo lo que aparece, sino sobre todo 
lo que “es” sin distinción ni minoridad de ningún tipo.


Sin duda, la homosexualidad 
pone a prueba nuestro talante 
si de verdad queremos 
ser profundamente humanos, 
si estamos dispuestos 
a erradicar de nuestra cultura 
y de cada uno de nuestros corazones 
el más mínimo atisbo 
de discriminación, todo prejuicio. 


Llegando a aceptarnos unos a otros 
simplemente como personas 
necesitadas de valoración y de acogida. 


Siendo constructores de una sociedad 
donde cada uno pueda alcanzar su plenitud 
única e irrepetible y desde lo más profundo 
de sí mismo ofrezca su don, 
la ofrenda de sí mismo, 
su aporte propio y específico 
a una humanidad mejor, 
donde nadie se sienta excluido ni marginado.


No pedimos llegar a este mundo 
en tal o cual condición. 


Una condición sexual 
no nos hace ni superiores 
ni inferiores 
ni mejores a los demás. 


Si podemos y de nosotros depende, 
habitar este mundo como seres humanos 
de igual dignidad y condición 
cualquiera sea nuestra realidad.

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