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Los escritos desconocidos de Carlos Fuentes en el Grange A semanas de la muerte del autor, aparecen dos textos de adolescencia.



por Cristóbal Alliende Piwonka
Diario La Tercera, domingo 24 de junio de 2012



Se ha escrito mucho sobre la vida de Carlos Fuentes, también sobre su llegada en vapor a Valparaíso a finales de 1940, procedente de Washington, vía Nueva York. Lo que se sabe menos es que el paso de Fuentes por Chile marcó sus preocupaciones literarias, estéticas, e hizo patentes sus opiniones fuertes y claras.
El señaló en alguna ocasión que su interés por la literatura comenzó en Washington, cuando era muy niño. Sin embargo, también dijo que su interés por la literatura en español surgió en Chile, gracias a los profesores y compañeros que tuvo en el colegio The Grange de Santiago. También repitió que su primera publicación salió en el desaparecido Boletín del Instituto Nacional. Pero Fuentes olvidó dos detalles, uno relativo a dicho texto primerizo, otro a una segunda publicación.
Tras la muerte de Fuentes, ocurrida el 15 de mayo pasado, el colegio The Grange decidió buscar rastros de este notable ex alumno. Después de encontrar el formulario de postulación firmado por Rafael Fuentes, padre de Carlos, la búsqueda se volcó hacia las ediciones de 1942 y 1943 de la revista del colegio, The Gryphon.
Fue una sorpresa cuando, entre las páginas 91 y 94, apareció un texto firmado por “C. F.” de 2º año de humanidades, lo que hoy vendría a ser 8º básico. Se trata de Estampas mexicanas, señalado por el escritor como el primero que publicó, y que apareció, ahora lo sabemos, no sólo en el Boletín del Instituto Nacional, sino también, al mismo tiempo, en la revista de su colegio.
Estampas mexicanas viene acompañado de una ilustración de otro célebre alumno, el pintor Alberto Pérez Martínez. Es un texto que entrega una imagen general, pero personalísima de México. Y lo hace a través de una prosa asombrosamente madura. La selección de hitos geográficos que nos separan del país (“áridos desiertos atacameños”, “el valle del Cauca-hijo criado del Magdalena”); los climas y la abundancia y riqueza de la naturaleza (“los alegres colores de los mangos, plátanos, papayos, mameyes y los delicados tintes de las gardenias, las orquídeas y las camelias”); cierto tono propio de la vanguardia futurista al referirse a la meseta de Anahuac, donde “el clima es templado y al lado de la agricultura aparecen las fábricas vomitando fuego negro”; la grandiosidad de Ciudad de México (¡con dos millones 100 mil habitantes!), como prefigurando la que sería su primera novela, La región más transparente (1951); pirámides de Teotihuacán y la sangre de sacrificios y de defensa contra el conquistador; el folclor, “verdadera alma de México”, especialmente los corridos, las canciones rancheras, el son y el charro; Mario Moreno “Cantinflas” y la insólita manera que tuvo de transformarse en comediante. Todo esto incluye Estampas mexicanas, para finalizar con un canto a la “América gloriosa”, espacio que es la “base para la reconstrucción del mundo sobre las creencias del derecho del individuo para conquistar la felicidad que ha de legar a las generaciones venideras”. Fuentes tenía 14 años.
Pero la mayor sorpresa fue encontrar, en la misma edición del The Gryphon, una carta que Fuentes escribió desde Buenos Aires, adonde recién había sido destinado su padre diplomático. Este texto extraordinario es totalmente desconocido y aquí se reproduce por primera vez desde la aparición original (ver nota secundaria).
La carta está escrita en inglés y cuenta el viaje, en tren y luego en auto, desde Santiago hacia la capital argentina. Que el lector juzgue la prosa, la agudeza, la economía y eficacia lingüística de este niño.
Al ser consultado por esta carta, el filósofo Roberto Torretti, gran amigo de Fuentes y perteneciente él también a esta generación gloriosa del Grange (que incluye a José Donoso y Luis Alberto Heiremans), admite no acordarse de ella, pero subraya: “Me ha parecido fascinante como expresión de su carácter y su estilo”. Y remite a un texto suyo publicado en México por los 80 años de su ex compañero: “A medida que el tiempo pasa, más admiro la mirada amplia y el juicio recto que Carlos Fuentes ha logrado conservar no obstante su largo envolvimiento con la vida pública. No dudo que se debe en buena medida a la perspectiva distante y objetiva que nos procura la frecuentación de ficciones, ya sean de la novela o de la ciencia”. Esta última idea es muy cercana a ese Fuentes que hemos leído tantas veces, ese Fuentes historiador y fabulador, múltiple y complejo, obsesivamente descriptivo de su México adorado, pero de una selección maniquea y sorprendente de espacios y tiempos pasados. Ahora sabemos que ese Fuentes, el de La muerte de Artemio Cruz y de Terra Nostra, nació en un par de textos suyos fundacionales perdidos hace casi 70 años en una revista colegial.

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