Los consejos de don Gabriel ...
por Fernando Villegas
Publicado en La Tercera, 23 de junio de 2012
Gabriel Salazar, historiador de fuste especializado en Chile, respetado académico con particular interés en los “movimientos sociales”, gurú del aquelarre estudiantil de 2011, patriarcal en su postura, progresista en sus apetencias políticas, solemne en su tono, elevado en sus palabras y altivo en sus gestos, pese a todo eso, sin importar todo eso, vino y fue basureado, ninguneado, insultado y vejado por hordas de usuarios -a menudo semi analfabetos- de las llamadas “redes sociales”, como sanción por un único pecado, pero imperdonable y capital: poner entre paréntesis o siquiera hacerse preguntas sobre las capacidades de liderazgo y de la futura carrera política de Camila Vallejo. Tal vez si don Gabriel hubiera recordado lo que sin duda sabe de la historia francesa y Juana de Arco, se habría abstenido. No es aconsejable tratar como si fuesen personas corrientes a quienes han alcanzado un status sacro y mitológico.
¿Qué dijo don Gabriel? Dijo que si Camila era inteligente se saldría del PC y emigraría a los “movimientos sociales”. Dijo que no era líder, pero podría tal vez serlo si acometía dicha migración. Dijo o insinuó a la pasada, que no es en los partidos donde se sitúa ahora el protagonismo de la historia. Dijo todo eso y algo más y le ladraron con furia.
Adhesión al pasado
En más de un sentido, el “marco de análisis” -para decirlo con la siutiquería desde siempre en boga en círculos académicos- de don Gabriel, pese a su apariencia de modernismo y de estar al día, trasunta un cierto hálito a reliquia de museo. Hay en él, en su pensamiento y hasta en su majestuosa apariencia, un aire de bello patriarca decimonónico que recuerda las hoy ajadas fotografías en blanco y negro de Clotario Blest, del príncipe Kropotkin y otros adalides de la Buenaventura Social en versión de hace 50, 100 ó 150 años. Su fe en los “movimientos sociales” es la de los teóricos del alzamiento popular o la huelga perenne a la George Sorel. Sin duda, don Gabriel habría estado en su salsa en el París de 1968. En esos glamorosos días se rayaron memorables grafitis y no pasó nada de sustancia.
Porque, en efecto, la cuestión es la siguiente: ¿no se equivoca Salazar, pese a su innegable inteligencia y sapiencia, en otorgarle tanta relevancia a esos fenómenos? Y si es así, ¿qué refleja ese error, más allá de las inclinaciones personales del personaje? El que sea error es muy posible. Como historiador, Salazar sabe o al menos sospecha que cuando los movimientos sociales se limitan a existir en un mero plano físico, visual y cinematográfico, en la pura asonada callejera, la protesta sonora, el marchar de un punto a otro, las fogatas, el corte de caminos, la ocupación de locales y el combate con la policía, entonces y en ese caso por mucho que los combatientes caminen no llegan a ninguna parte. Hasta la revolución francesa fue cosa de artefactos institucionales -la asamblea constituyente, la legislativa, la convención-, de comités burocráticos, del vasto aparato organizativo y propagandístico de los jacobinos y en ningún caso dependió ni avanzó por obra y gracia de las asonadas. Los “clubes” que se limitaron a eso -los hebertistas, por ejemplo- rápidamente quedaron fuera de combate. La revuelta y protesta sirve para iniciar algo, no para desarrollarlo, menos para ponerle fin.
Así entonces, ¿qué de prometedor le promete don Gabriel a Camila, qué futuro? ¿Cree realmente que los comités populares de esto y de lo otro, donde un puñado de gentes entusiastas y activistas profesionales se proclaman representantes de enteras fracciones de la población, van a hacer la diferencia y pueden ofrecerle a ella una oportunidad laboral? ¿Cree que unas 20 marchas más van a producir la revolución o transformación que él -y ella- espera y desea? ¿Imagina que esos caudales emocionales no se van a extinguir jamás?
PC en alza
No sólo eso no ocurrirá, como nunca ha ocurrido, sino además, es muy posible que sea don Gabriel quien necesite consejo político de Camila y no viceversa. Bajarse de una colectividad que está en alza no parece conveniente. El PC ha ganado militantes, simpatizantes y hasta es auspiciador oficial de las elecciones del 2013. Aunque sea a regañadientes, la Concertación, que arriscaba la nariz ante su solo nombre, hoy lo necesita e intenta desesperadamente cuadrar el círculo: usar los votos del PC, pero minimizar un compromiso con el PC. Don Guillermo Teillier, complacido, sólo se sonríe: bien sabe cómo terminan y adónde van las aguas de esos pactos.
Es evidente que Camila hará carrera. Ya la está haciendo. Y la hará como es debido en un partido tradicional, respetuoso y temeroso de Dios y de las leyes. En Chile, más que en ninguna otra parte, la carrera tiene partidor, pistas, tribunas para el público y cajas para las apuestas, todo ya muy establecido. En la calle sólo corren los estudiantes y en esa carrera todos llegan placé. El penúltimo que creyó en el “poder popular” plasmado en la acera y la plaza fue don Marmaduke Grove y, por cierto, ya sabemos en qué terminó el “poder popular” y el “avanzar sin transar” de los miristas y de la Upé.
Ilusión
Nos preguntábamos, más arriba, qué refleja ese error, más allá de las inclinaciones personales del personaje. O quizás refleja no tanto un error como la repetitiva ilusión de que el Cielo puede ser asaltado con sólo empinarse desde la vereda y mirar hacia arriba. Ese espejismo histórico se instala automáticamente cada vez que coincide el ascenso de una nueva generación con un grado notorio de crisis del sistema en que viven. En dicha condición, los remedios ofrecidos por el propio sistema parecen insuficientes, lo cual suele ser cierto -recuérdese la “solución al tema educacional” del año 2006-, y eso provoca la natural impaciencia. Es en ese clima que los Salazar de amplia y soñadora mirada tienen un lugar ya establecido en el viejo libreto del gran radioteatro de la historia.
¿Será, esta vez, cumplido el sueño? ¿Habrá lo que Salazar anhela, una suerte de institucionalidad paralela basada en ese poder popular que, para ser francos, mucho más existe en los discursos, los titulares y las imágenes de la TV que en la realidad? ¿Podría Camila, dentro de ese colorido sueño, ser como la imagen de “La Libertad Guiando al Pueblo”, que pintó Delacroix en su famoso óleo? Dudoso.
Gabriel Salazar, historiador de fuste especializado en Chile, respetado académico con particular interés en los “movimientos sociales”, gurú del aquelarre estudiantil de 2011, patriarcal en su postura, progresista en sus apetencias políticas, solemne en su tono, elevado en sus palabras y altivo en sus gestos, pese a todo eso, sin importar todo eso, vino y fue basureado, ninguneado, insultado y vejado por hordas de usuarios -a menudo semi analfabetos- de las llamadas “redes sociales”, como sanción por un único pecado, pero imperdonable y capital: poner entre paréntesis o siquiera hacerse preguntas sobre las capacidades de liderazgo y de la futura carrera política de Camila Vallejo. Tal vez si don Gabriel hubiera recordado lo que sin duda sabe de la historia francesa y Juana de Arco, se habría abstenido. No es aconsejable tratar como si fuesen personas corrientes a quienes han alcanzado un status sacro y mitológico.
¿Qué dijo don Gabriel? Dijo que si Camila era inteligente se saldría del PC y emigraría a los “movimientos sociales”. Dijo que no era líder, pero podría tal vez serlo si acometía dicha migración. Dijo o insinuó a la pasada, que no es en los partidos donde se sitúa ahora el protagonismo de la historia. Dijo todo eso y algo más y le ladraron con furia.
Adhesión al pasado
En más de un sentido, el “marco de análisis” -para decirlo con la siutiquería desde siempre en boga en círculos académicos- de don Gabriel, pese a su apariencia de modernismo y de estar al día, trasunta un cierto hálito a reliquia de museo. Hay en él, en su pensamiento y hasta en su majestuosa apariencia, un aire de bello patriarca decimonónico que recuerda las hoy ajadas fotografías en blanco y negro de Clotario Blest, del príncipe Kropotkin y otros adalides de la Buenaventura Social en versión de hace 50, 100 ó 150 años. Su fe en los “movimientos sociales” es la de los teóricos del alzamiento popular o la huelga perenne a la George Sorel. Sin duda, don Gabriel habría estado en su salsa en el París de 1968. En esos glamorosos días se rayaron memorables grafitis y no pasó nada de sustancia.
Porque, en efecto, la cuestión es la siguiente: ¿no se equivoca Salazar, pese a su innegable inteligencia y sapiencia, en otorgarle tanta relevancia a esos fenómenos? Y si es así, ¿qué refleja ese error, más allá de las inclinaciones personales del personaje? El que sea error es muy posible. Como historiador, Salazar sabe o al menos sospecha que cuando los movimientos sociales se limitan a existir en un mero plano físico, visual y cinematográfico, en la pura asonada callejera, la protesta sonora, el marchar de un punto a otro, las fogatas, el corte de caminos, la ocupación de locales y el combate con la policía, entonces y en ese caso por mucho que los combatientes caminen no llegan a ninguna parte. Hasta la revolución francesa fue cosa de artefactos institucionales -la asamblea constituyente, la legislativa, la convención-, de comités burocráticos, del vasto aparato organizativo y propagandístico de los jacobinos y en ningún caso dependió ni avanzó por obra y gracia de las asonadas. Los “clubes” que se limitaron a eso -los hebertistas, por ejemplo- rápidamente quedaron fuera de combate. La revuelta y protesta sirve para iniciar algo, no para desarrollarlo, menos para ponerle fin.
Así entonces, ¿qué de prometedor le promete don Gabriel a Camila, qué futuro? ¿Cree realmente que los comités populares de esto y de lo otro, donde un puñado de gentes entusiastas y activistas profesionales se proclaman representantes de enteras fracciones de la población, van a hacer la diferencia y pueden ofrecerle a ella una oportunidad laboral? ¿Cree que unas 20 marchas más van a producir la revolución o transformación que él -y ella- espera y desea? ¿Imagina que esos caudales emocionales no se van a extinguir jamás?
PC en alza
No sólo eso no ocurrirá, como nunca ha ocurrido, sino además, es muy posible que sea don Gabriel quien necesite consejo político de Camila y no viceversa. Bajarse de una colectividad que está en alza no parece conveniente. El PC ha ganado militantes, simpatizantes y hasta es auspiciador oficial de las elecciones del 2013. Aunque sea a regañadientes, la Concertación, que arriscaba la nariz ante su solo nombre, hoy lo necesita e intenta desesperadamente cuadrar el círculo: usar los votos del PC, pero minimizar un compromiso con el PC. Don Guillermo Teillier, complacido, sólo se sonríe: bien sabe cómo terminan y adónde van las aguas de esos pactos.
Es evidente que Camila hará carrera. Ya la está haciendo. Y la hará como es debido en un partido tradicional, respetuoso y temeroso de Dios y de las leyes. En Chile, más que en ninguna otra parte, la carrera tiene partidor, pistas, tribunas para el público y cajas para las apuestas, todo ya muy establecido. En la calle sólo corren los estudiantes y en esa carrera todos llegan placé. El penúltimo que creyó en el “poder popular” plasmado en la acera y la plaza fue don Marmaduke Grove y, por cierto, ya sabemos en qué terminó el “poder popular” y el “avanzar sin transar” de los miristas y de la Upé.
Ilusión
Nos preguntábamos, más arriba, qué refleja ese error, más allá de las inclinaciones personales del personaje. O quizás refleja no tanto un error como la repetitiva ilusión de que el Cielo puede ser asaltado con sólo empinarse desde la vereda y mirar hacia arriba. Ese espejismo histórico se instala automáticamente cada vez que coincide el ascenso de una nueva generación con un grado notorio de crisis del sistema en que viven. En dicha condición, los remedios ofrecidos por el propio sistema parecen insuficientes, lo cual suele ser cierto -recuérdese la “solución al tema educacional” del año 2006-, y eso provoca la natural impaciencia. Es en ese clima que los Salazar de amplia y soñadora mirada tienen un lugar ya establecido en el viejo libreto del gran radioteatro de la historia.
¿Será, esta vez, cumplido el sueño? ¿Habrá lo que Salazar anhela, una suerte de institucionalidad paralela basada en ese poder popular que, para ser francos, mucho más existe en los discursos, los titulares y las imágenes de la TV que en la realidad? ¿Podría Camila, dentro de ese colorido sueño, ser como la imagen de “La Libertad Guiando al Pueblo”, que pintó Delacroix en su famoso óleo? Dudoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS