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Talca, París y Liendres - La ópera de los piojos...‏



La ópera de los piojos
por Leonardo Sanhueza
Diario Las Últimas Noticias
Martes 19 de junio de 2012

Los chilenos 
tenemos la piel muy delicada,
tanto que cualquier 
lesera inocua nos saca ronchas,
pero a la vez somos inmunes 
a los venenos verdaderamente tóxicos.

Es una curiosa enfermedad:
permanecemos impertérritos
cuando la realidad indesmentible
nos pone nuestras miserias
en las narices, pero estallamos
en pruritos y urticarias
y ataques múltiples
cada vez que alguien
se atreve a reírse de nosotros,
a ponernos en nuestro lugar
o a enrostrarnos algún defecto.

En otras palabras,
hacemos la vista gorda
a nuestras pestes,
a nuestros horrores,
a nuestras injusticias,
pero si llega a metérsenos
una pulga en la oreja,
sin pensarlo dos veces
ni darnos cuenta 
del ridículo despropósito,
la agarramos a cañonazos.

Mi colega de páginas Antonio Gil
recordaba el otro día la perorata
contra los chilenos de Jaime Baily,
aquella virulenta parrafada que,
a pesar de retratarnos con suma precisión,
le valió al escritor peruano 
recibir de nuestra parte
una verdadera andanada excrementicia,
la que por cierto, 
como un triste boomerang retórico,
de ida confirmó nuestra prepotencia
y, de vuelta, nos reventó en la cara
su pastel de aldeanismo y estupidez.

En contrapartida, 
cuando en una novela extranjera
aparece algún chileno admirable,
nos sentimos en los cuernos de la Luna
e inflamos el pecho como ranas a punto de croar.

El mismo fenómeno se reproduce a escala local,
tanto en las disputas intercomunales
como en las destempladas reacciones pueblerinas
a cualquier cosa que no sea un halago.

El otro día la alcadesa de Renca
y varios concejales protagonizaron
una buena comedia al manifestar
su más enérgico rechazo a la ópera
"Renca, París y liendres", 
cuyo título les pareció ofensivo y denigrante.

El problema, desde luego, eran las liendres.
Oh, liendres, piojos, qué atroz.

¿Se imaginan al alcalde de San Petersburgo
despotricando contra Tchaikovski
por haber estrenado una suite llena de ratones?

Pero no: a las autoridades renquinas
ni siquiera les interesó saber
de qué se trataba la obra
ni averiguar de cuerpo presente
sus méritos musicales, 
como sí lo hizo el numeroso público
que terminó aplaudiendo de pie las funciones
y que no vio en su título ofensa alguna.

En lugar de verle el lado bueno
(¿cuántas comunas han inspirado una ópera?),
vieron el máximo demonio de los chilenos:
la respetabilidad amenazada.

Todo esto me recuerda 
un fantástico episodio
de la Historia de la Ridiculez Nacional:
la vez en que los antofagastinos,
liderados por su alcalde y su obispo,
casi produjeron una guerra con España
después de que la Real Academia 
(de la Lengua) Española - RAE
decidiera incluir en su diccionario
la palabra "antofagasta"
con la siguiente definición:
"Persona cuya presencia 
en una tertulia o café 
desentona o fastidia".

Con ese significado 
la palabra fue usada en Madrid
desde comienzos del siglo veinte,
estuvo en las bocas de
Federico García Lorca
y Ramón Gómez de la Serna,
la dejaron bien escrita
Camilo José Cela y Juan Benet,
pero fue tal la pataleta antofagastina
que la RAE tuvo que arrepentirse.

Seguramente ese día de triunfo
fue un gran motivo de orgullo
para la Ciudad Dormida:
no sé cómo no lo han decretado
feriado comunal.

1 comentario:

  1. La obra , es decir la ópera, la ví y tal cual dice la aplaudí de pie junto a un auditórium repleto! Música solistas y coros excepcionales novedosa puesta en escena muy efectista ! Excelente talento chileno! También recuerdo pataleta de alcaldía que hasta contrató bus y fueron a abichar su debut.

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