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No se sabe cómo alcanzar las metas de una matriz energética más eficiente, sustentable y competitiva‏



Energía nuclear en Chile

por Jorge Zanelli, investigador Centro de Estudios Científicos (Cecs Valdivia)

Diario La Tercera jueves 15 de marzo de 2012

RECIENTEMENTE, el gobierno anunció la Estrategia Nacional de Energía (ENE) 2012-2030, donde esboza las directrices para impulsar el desarrollo eléctrico nacional. Se afirma la intención de producir una matriz más eficiente, sustentable y competitiva. Como todos queremos esto, nadie puede estar en desacuerdo. El problema es que no se sabe cómo se pretende alcanzar esas metas. En los detalles se esconde el demonio. 
El año pasado, la Comisión Asesora para el Desarrollo Eléctrico (Cade) entregó un extenso informe en que proponía un conjunto de medidas para abordar este tema. Entre sus recomendaciones, el Cade establece no descartar la energía nuclear de potencia. Por el contrario, recomienda retomar el trabajo iniciado en el gobierno anterior, lo que permitiría tener un "seguro" ante una creciente demanda eléctrica en un escenario incierto, y mejorar los estándares nacionales en aplicaciones nucleares para otros fines, aunque nunca se implemente un programa nuclear.
La ENE no menciona la energía nuclear y no es casualidad. El gobierno prioriza la gran hidroelectricidad en la región austral y le quita el cuerpo al espinoso tema nuclear, que no da rédito político ni económico a corto plazo y que hiere la sensibilidad verde. 
El subsecretario de Energía declaró que no decidiría sobre este tema durante este gobierno, pero que se continuaría con la formación de RRHH y la cooperación con EEUU y Francia. Esto se puede leer como un compromiso con la hoja de ruta trazada por la anterior administración, pero la realidad no muestra eso. ¿Qué significa seguir cooperando y quiénes lo hacen? ¿Qué recursos humanos se formarían, en qué especialidades y para qué? ¿Quién querría estudiar ingeniería de reactores de potencia si no se sabe si habrá alguno? 
En estos dos años no se ha dado ni un paso en la dirección definida por el equipo técnico del ex ministro Tokman en colaboración con la Agencia Internacional de Energía Atómica. El tema simplemente se archivó. Aparentemente, es lo que la prudencia política aconseja luego del terror que Fukushima instaló en el público: país sísmico más energía nuclear, igual a destrucción y muerte. El problema con esta ecuación es que es falsa.
Hoy sabemos que no hubo ni un muerto causado por la radiactividad, que los cuatro operarios que murieron en el reactor fueron víctimas del terremoto y tsunami, no de la radiación, y que los efectos de salud pública esperables a largo plazo serán indetectables. Según Nature (07/03/2012), mucho más grave que los isótopos podría ser la cantidad de sustancias tóxicas y cancerígenas provenientes de parques industriales, plantas químicas y hogares dispersadas por el terremoto y tsunami, que además son mucho más difíciles de detectar que las sustancias radiactivas.
El terror generado por los medios ha reafirmado la fobia antinuclear. Sin embargo, el temor a la tecnología nuclear no sólo es absurdamente exagerado, sino mal dirigido.  Después de cualquier accidente las tecnologías mejoran. En este caso, los nuevos reactores están siendo diseñados para resistir eventos como éste, que ocurren una vez por milenio. Los más beneficiados serán los países sísmicos como Chile. Pero nosotros preferimos dejar pasar el tiempo.

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