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El lado B del éxito femenino‏



Cuatro mujeres y su éxito al desnudo
 
La animadora Tonka Tomicic, la historiadora Alejandra Wood, la diseñadora Catalina Musalem y la arquitecta Cazú Zegers desmenuzan las dimensiones del triunfo profesional femenino en un país machista. Ninguna de ellas se ve como exitosa. Sí admiten que públicamente son reconocidas y tienen trayectorias destacadas... pero con costos. Soledad, esclavitud, miedo, son algunos de los fantasmas que rodean a esta meta, a ratos abrumante.   

Por Natalia Núñez. Fotografías: Pedro Quintana. Maquillaje y pelo: Claudia Brunetti. Producción: Carolina Piña.
Diario El Mercurio, Revista Ya, martes 19 de junio de 2012

 
La última vez que tomó el libro de su padre titulado "Entre líneas", la diseñadora de vestuario Catalina Musalem (59) se quedó atrapada en la página 123. Su padre, José Musalem, quien había sido senador democratacristiano en Chile entre los años 1965 y 1973, gracias a una aplastante mayoría de votos, hoy, siendo un octogenario, decidió hablar de lo que le había pasado en su carrera y ponerlo por escrito en papel para conocimiento público. El libro todavía no está en librerías, pero el párrafo que impactó a Catalina dice así:
-Luego de unos meses de haber sido elegido como senador por Santiago, comencé a sentirme triste, deprimido, cabizbajo, como si una nube negra se me hubiese instalado en el alma. Todo era tan inexplicable que decidí ir a un terapeuta y estando ya en terapia ratifico que estaba viviendo lo que se llama "neurosis del éxito". Había leído en los diarios que el doctor Christian Barnard, después de hacer el primer trasplante de corazón, había tenido síntomas similares: había estado tres semanas hospitalizado. En el fondo, mi personalidad no era la más propicia para creerme el cuento sobre mí mismo. Pese a que todos percibían que hacía bien lo que entendía, seguía insegurizado. De alguna manera, yo no quería el éxito. Me incomodaba y abrumaba.
Catalina casi se desmayó cuando leyó estas líneas. Se sintió tan identificada con la descripción que veía ante sus ojos que tomó el teléfono, llamó a su papá y le dijo que todas las hipótesis que sus amigas habían articulado en torno a esta angustia que ella estaba sintiendo en el último tiempo, no tenían nada que ver. A Catalina lo que le estaba pasando es que el éxito la estaba superando, abrumando, igual como le pasó a su padre cincuenta años atrás. El éxito fue algo que llegó sin pedirlo y sin buscarlo en el segundo tiempo de su vida. Y que, pese a su experiencia e innegable talento, la ha puesto en jaque en términos sicológicos, con muchos cuestionamientos y dudas. Reconoce que no sabe qué hacer con este éxito, cómo manejarlo y enfrentarlo. De hecho, es un tema recurrente con su terapeuta.
Eso que le pasa a Catalina Musalem les ocurre a muchas mujeres chilenas que dibujan una trayectoria profesional de excelencia en diversos ámbitos. Le hacen el quite a la palabra éxito, no les acomoda, le tienen recelo, miedo, les implica costos, renuncias, dolores. No lo buscan, les llega y ahí empiezan las satisfacciones, pero también los problemas. Por supuesto, todas coinciden en que es un privilegio ser una mujer exitosa, porque abre puertas y da oportunidades. Pero, también, todas están conscientes de que el éxito genera envidias y de que deben aprender a blindarse, a no traicionarse a sí mismas ni a marearse en el proceso.
Prendiendo el tercer cigarrillo de la mañana, sentada en un sofá blanco de su taller de costuras, en su casa de Manquehue Norte, habla con voz pastosa y un aire alegre, Catalina Musalem, la diseñadora de ropa más connotada, solicitada y premiada del último tiempo en Chile. La hija del senador con "neurosis del éxito" confiesa que vive en pánico por el éxito.
-Desde que me empezó a ir bien yo comencé a angustiarme, a angustiarme, a angustiarme. Y no entendía por qué. No tenía ningún problema. Entonces mis amigas me decían: "Lo que pasa es que tú has vivido muchos duelos -la muerte de su segundo marido y también de su hermana-, tú no sé qué, tú no sé cuanto". Y yo les decía que no, que no era eso. Que eso yo ya lo tenía asumido.
Día tras día, Catalina se pregunta por qué llegan clientas a su taller, por qué creen que ella les hará un bonito vestido de novia, por qué hablan de ella afuera. Siente que el mérito que le cuelgan, el talento con el que la apuntan, no es real porque hacer vestidos a ella le sale natural y fácil. Se complica entera cuando una joven le hace saber lo virtuosa que es, su buen gusto. Y es que, explica, cuando era chica y estaba en el colegio siempre fue más bien una alumna del montón que jamás brilló en nada, que nunca estudió ni fue premiada. Esta nueva realidad por la que camina, el éxito, es un misterio para ella.
-No sé qué hacer con este éxito porque no lo entiendo, no está dentro, nunca ha sido parte de mi vida. Mi formación siempre fue: "Tienes que hacer las cosas bien. Y si quieres hacer eso tienes que ser la mejor dentro de tus talentos. Tienes que entregarte". La pasión es fundamental en cualquier pega: ponerle todo el amor, si eres tira para arriba, te va a influir, etc. Además que nunca me planteé tener una cosa como ésta. Jamás. Siento que fui forzada, fui llevada a esta cuestión. Yo quería diseñar para las hippies-chic. Ése era mi target.
Si hay una mujer que la marcó a fuego también con una frase, y que la sigue haciendo reflexionar, fue su madre.
-Linda, si usted pierde su libertad, pierde su creatividad.
Y ahí está la raíz de la encrucijada que vive Catalina hoy: siente que está perdiendo su libertad al ser tan exitosa. El éxito le exige cada vez más hacer un vestido diferente, más distinto que el otro.
La importancia
de un hombre que esté a la altura
Al hablar del éxito, el tema de la pareja es fundamental. Todas coinciden en que cuesta encontrar un hombre lo suficientemente seguro de sí mismo y generoso como para permitir que sea su señora la que brille y gane más plata, en lugar de él, por convención social. Como regla general, el hombre tiende a acomplejarse cuando tiene una mujer exitosa al lado. Ellas sienten que, muchas veces, toman el camino de hacerles una guerra psicológica o simplemente no entienden que ellas también pueden tener un vuelo propio, autónomo. Así lo describe la arquitecta Cazú Zegers (53). Ella acaba de bajarse de un avión procedente de Roma donde dio una charla en el museo Maxxi el miércoles 6 de junio pasado. Aunque tampoco se considera una mujer exitosa, sabe que el dar una cátedra en el viejo continente, entre otros logros de su nutrido currículum, es símbolo de un éxito aplastante y objetivo.
-El éxito o el reconocimiento tiene que ver con ser fiel a ti misma. Y el precio que se paga por eso es caro. En mi caso, por ejemplo, me costó el matrimonio. Y fue bien fome. Pero, por otro lado, yo no podía ser la dueña de casa que mi marido quería que fuera. No es que no lo sea. Sigo siendo mamá, que me encanta serlo por lo demás, pero en los términos que él necesitaba vivir y que a él le daban seguridad, a mí me asfixiaban. Lamentablemente. (...) Yo no habría cortado jamás mi matrimonio porque yo estaba súper enamorada de mi marido entonces, pero llegó un minuto en que se me empezó a morir el alma, entonces tuve que oírme. Te empiezas a apagar, a apagar, a apagar y de repente me encontré con que no sabía ni quién era. Como que te vas perdiendo, te vas desperfilando. Pero también creo que es necesario poder vivir ese como "no uno", para entender quién es uno.
La historiadora Alejandra Wood (45), directora del Centro Cultural GAM, aporta otro matiz. Antes de desembarcar en este trabajo, ella estuvo con un cargo ejecutivo en BHP Billiton durante 17 años. En ese lugar, dice, ella era el típico prototipo de mujer sobrevendida, sin tiempo para nada, corriendo para todos lados, pero con un desempeño que arrancaba aplausos de la alta dirección de la empresa. También terminó separándose, aunque dice que por muchos más factores que por su éxito profesional.
-Respecto a la pareja, yo espero un hombro, una contención y un apoyo. Que vea que la parte exitosa es sólo una faceta mía que tiene que ver con el hacer y con los logros. Y que yo soy un ser mucho más íntimo, que tengo todos mis aspectos femeninos desarrollados y que tengo necesidades respecto a eso también. Que soy una mujer como cualquier otra. Eso es un súper tema para mí. Que por favor ese hombre me vea como una mujer débil, frágil. Que vea que, en el fondo, también dudo, que necesito que alguien tome las decisiones por mí, que no me la puedo con todo. Solemos dar la imagen de súper woman y mi experiencia me ha enseñado que no.
A Tonka Tomicic (36) tampoco le gusta hablar del éxito. Dice que esa palabra no es parte de su vocabulario al igual que el concepto del fracaso. Para ella sólo existe la fortuna mezclada con el trabajo duro, y las experiencias y aprendizaje cuando las cosas no resultan a pedir de boca. Al igual que Cazú Zegers, dice que el éxito tiene que ver con no traicionarse a sí misma, con saber escucharse y hacerse caso. Sin embargo, en este camino a la cumbre -que ella emprendió hace diez años- ha estado acompañada por su pareja Marco Antonio Leiva.
-En mi caso comparto con un hombre muy especial, atípico y muy inteligente, que tiene su propio centro de gravedad. Su núcleo es sólido y nunca se ha sentido amenazado por mis logros. Todo lo contrario: me ha impulsado a expandirme sin límites ni cuestionamientos. Durante estos años he aprendido que el verdadero amor no manipula, invita a la evolución. Aunque parezca un riesgo eso es mucho más sincero. Para mí como mujer es clave tener de compañero un hombre que no sucumbe a la inseguridad de los miedos y al qué dirán.
Cazú Zegers también encontró una nueva pareja que no se acompleja por sus éxitos, premios y nominaciones. La deja ser sin cortapisas y comparten los roles.
-Sí, me encontré con un buen hombre. Muy generoso, muy cariñoso y que me valida por lo que yo soy. Él me ama por lo que yo soy. Le fascina mi éxito. Pero eso le produce admiración, no le provoca celos. Es una razón más para amarme. Y al revés: es como que él mismo me impulsa a ser más lo que soy. Entonces, al final, yo creo que uno busca eso en la vida siempre.
La diseñadora Catalina Musalem, por su parte, dice que cuando le dijo a su segundo marido -hoy ya fallecido- que quería diseñar, él le dijo que eso no era un trabajo de verdad, que eso era sólo un hobbie, un pasatiempo. Se sintió ninguneada gratuitamente.
-Yo me sentí tan humillada en ese momento que yo creo que por eso lo hice. Eso me dio más fuerza. Me dio rabia, me piqué (...) Ahora tengo al lado una persona que es un amor, un amor, un amor, que no tiene ese rollo. Además, él es súper exitoso. Él es lo más apoyador que hay, nunca había tenido una persona así. Nunca.
Las lecciones del éxito
Uno de los riesgos que acarrea el éxito para las mujeres es que al estar en una permanente exigencia de cumplir con todos los roles que les impone la sociedad, les cuesta encontrar paz, tranquilidad y, finalmente, felicidad. Y, por contradictorio que suene, ésa es precisamente la antítesis del éxito.
-No todo lo que brilla es oro, no todo lo que parece increíble en uno es tan increíble. Hay partes de uno que no son tan espectaculares. Por eso partí con esta reflexión de que una persona exitosa hoy es aquella que ha logrado ese equilibrio de la plenitud de su ser en lo que sea, en lo que elija vivir en su vida. Pero, claro, también la sociedad necesita referentes, necesita admirar, porque son personas que van como haciendo caminos. Y uno es eso al final, como un gran espejo de muchos.
Las palabras son de la arquitecta Cazú Zegers y coinciden con el discurso que articula Tonka Tomicic:
-El éxito es un espejismo y a eso me refería con el riesgo de pensar que uno llega a una determinada parte, y que tiene cierta posición. A veces la vida te da una cachetada y te vuelve a tu lugar de origen. Si tienes la suerte de darte cuenta, porque la clave es darse cuenta. La clave es estar atento. Si no lo logras, te puedes marear. Es importante tener una persona al lado que te impulse.
Hace nueve años, por ejemplo, a Alejandra Wood le pasó algo que tiene mucho que ver con la concepción del éxito, con las prioridades, con el ego, con los sueños, las planificaciones y las proyecciones. Nació su hijo más pequeño, Pelayo. Él llegó al mundo con una parálisis cerebral moderada por un accidente en el parto, una hipoxia. Alejandra supo de esto cuando tenía nueve meses. Su nacimiento marcó un antes y un después en su vida. Un cambio radical en su mundo, en sus creencias, en sus parámetros. Fue un remezón sin precedentes.
-Mi hijo vino a generar en mí un cambio profundo que tiene que ver con el amor. Él gatilló una inmensa conexión con el aquí y el ahora y no con lo que será. No con el afuera sino con el adentro, con el aquí. Una entrega infinita. En el fondo, me di cuenta de que el amor es el cemento que une todo. Y eso se expresa en mí en todas mis facetas. Él tiene necesidades especiales. Tiene una discapacidad física y cognitiva. Camina con algún grado de dificultad. Tiene un lenguaje comprensivo súper amplio, pero no habla. Y tiene un carácter increíble. Es pura alegría. Es como vivir con alguien que no tiene ego. Tú no sabes lo que es vivir con este ser que es una bolita amorosa. Siempre dispuesta, siempre alegre, súper conectada, súper expresiva. Y lo único que yo quiero es estar con él y con mis hijos en el amor. Y eso se proyecta en todo lo que yo hago hoy. Porque si tú piensas, lo que hemos construido en el GAM es esta impronta de la diversidad. Aquí no se trata a los ciegos como discapacitados, por ejemplo. Aquí un ciego puede ser una persona que hace una visita guiada.
En ese contexto, de una manera súper natural, Alejandra entendió que el éxito, finalmente, no era tan importante. Que todo era bastante efímero. Lo importante era su hijo, sus tres hijos, y sacarlos adelante como familia. Asimismo, y a pesar de su experiencia, ella está consciente de que es habitual que socialmente pueda ser mal visto que una mujer tenga una carrera remarcable y que logre éxito, porque el prejuicio que se instala es que tiene a la familia postergada. Así lo ilustra la propia Alejandra Wood:
-Uno lidia un poco con eso, como con la sensación de que eres exitosa profesionalmente y por eso tienes a los niños botados. Te dicen: "Pucha, pobre, tú que estás tan ocupada". Yo, la verdad, en la medida en que he tenido más responsabilidades, he tenido más libertad para poder desarrollarme en mi rol de madre. No me ha pasado lo contrario. Pero ése ha sido un proceso interno mío de buscar mayor independencia. Cuando yo estaba trabajando doce horas diarias y estaba menos tiempo en mi casa, no estaba feliz ni en la oficina ni en la casa. No estaba contenta en ningún lugar y no encontraba ningún espacio. Hoy en día siento mucha más serenidad y no siento ni culpa ni nada de eso. Pero la gente piensa que como una es devota del trabajo, el resto viene después.
Alejandra dice que ésa es una lucha interna de la mujer que permanentemente está buscando maneras de perfeccionar cómo concilia el trabajo y la familia. Cazú Zegers también da su mirada:
-Es duro, yo creo que tiene que ver con los roles de la mujer, con que uno es como esta especie de payaso que tiene todos los platos en el aire, que tiene los pies y las manos ocupadas, y que está todo el rato tratando de equilibrar todos los aspectos de la vida, es súper duro. También hay edades: entre los 30 o 40 años es cuando las mujeres se despliegan, en general tienen los niños chicos, entonces hay una cantidad de desgaste energético para poder cumplir con todos los roles que es cruel. Cuando tienes una pareja que entiende eso y que los roles se pueden ir trasladando de un lado a otro sin que uno u otro se sienta en desmedro de eso, bueno, eso es perfecto.
-¿El éxito en las mujeres es socialmente castigado en las mujeres, Cazú?
-Yo creo que el éxito genera envidias, y eso es complicado. El otro día me hablaban de una canción de un argentino que le canta a un olmo precioso que tiene el pasto verde a su alrededor, que está al lado de un río y que todos los vecinos lo envidian, las enredaderas encuentran que es una maravilla y que todo le resulta fantástico. Y sucede que ese olmo crece entre piedras, nadie sabe que está apretado por abajo. Entonces, como que de alguna manera, el éxito es un reflejo de una validación social que es como la punta del iceberg. Porque lo que hay abajo, normalmente, en las personas exitosas son muchas pérdidas, mucho dolor, mucha renuncia, y de nuevo surge esta cosa de que el éxito es a pesar de uno. Y, ¡ay de uno si se pone a cultivar el éxito!, porque quedas esclavo de la sociedad.
"De alguna manera, el éxito es un reflejo de una validación social que es como la punta del iceberg. Porque lo que hay abajo, normalmente, en las personas exitosas son muchas pérdidas, mucho dolor, mucha renuncia, y de nuevo surge esta cosa de que el éxito es a pesar de uno", dice Cazú Zegers.

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