por Antonio Gil
Diario Las Últimas Noticias, jueves 21 de junio de 2012
En este pobre país nuestro,
donde la heroica "captura"
de un simpático charlatán televisivo
que portaba dos míseros gramos de cocaína
es noticia nacional de primera plana,
no es de extrañar que ahora se alcen voces
muy airadas en las redes sociales
para exigir disculpas públicas
por una simple frase publicitaria:
"Mi marido trapea el piso conmigo y me encanta",
frase que forma parte de una reciente campaña de Virutex.
Es una cosa lamentable. La literalidad
es siempre sinónimo de pobreza mental,
de falta de comprensión de contenidos
y de la más total carencia de humor,
tres virus que por estos días
parecieran estar haciéndole
fuerte competencia al malvado sincicial.
Exigir disculpas,
exigir que se suspenda de inmediato
la emisión de la malhadada frase,
exigir y exigir prohibiciones y cabezas:
tal es la primera reacción que aflora
entre tuiteros más o menos políticos
y opinólogos de toda laya.
A los chilenos nos encantan
las prohibiciones, casi tanto como
el pan amasado caliente con mantequilla.
¿Creerán quizá que este llamado
de una vieja marca a limpiar la casa en familia
provocará el femicidio número dieciocho
de este Año del Dragón?
¿Y por qué, a todo esto, se lleva la cuenta
de estos hechos horrendos como si se tratara
de la acumulación de pesos para la Teletón
o los goles de la U? Un misterio insondable.
Lo que para nosotros encierra menos misterio
es la publicidad, oficio que tiene la obligación
de capturar la atención de las personas,
y en el caso de Virutex lo hace
con un llamado supuestamente alarmante,
sadomasoquista, pervertido, pero que
al segundo siguiente se descubre
como la más saludable y moderna
de las invitaciones: que los hombres
colaboren con las mujeres en las labores domésticas.
A los preocupados por el tema de género
les sugeriría que, en lugar de amargarles el pepino
sin razón a los honestos vendedores de utensilios
para el aseo del hogar, se preocuparan
de las cosas que sí importan.
Chile está ubicado en el lugar 121, entre 134,
de los países que muestran mayor diferencia
de salarios entre ambos sexos.
Ahí, hablando en plata,
es donde la cultura machista
y discriminadora exhibe su peor rostro.
Por fortuna, el 19 de diciembre de este año
entrará en vigencia la ley de igualdad salarial,
que obliga a las empresas a pagar lo mismo
tanto a las mujeres como a los hombres
frente a un cargo similar.
Ojalá se cumpla con la disposición
y no se trate de otro pedazo de papel más,
mojado por la lluvia o ensartado en un clavo
de un retrete de carretera.
Ahí habrá pega para opinantes
y fiscalizadores espontáneos
y para candidatos hambrientos de cámara,
los que serán muy bienvenidos.
Entretanto, y a falta de verdaderas noticias,
se agradecería a los afanados tuiteros
que buscaran para sus delitos un destino mejor.
Podríamos darles algunas ideas,
pero de seguro serían mal interpretadas,
quizá peor incluso que ese inocente llamado
de Virutex que se ha convertido
con su tecnológico cliclic en el Diablo mismo,
adornado con pezuñas, látigo, mordaza y traje de látex.
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