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La libertad es suficiente para un tigre enjaulado



por Antonio Martínez 
Diario El Mercurio, Wikén, viernes 1˚ de Junio de 2012


En "El año del tigre" se escucha el murmullo de lo religioso de manera constante: en un cántico de iglesia, por una cita bíblica o en la misa al aire libre por la plaza del pueblo.
Manuel (Luis Dubó), el delincuente duro y curtido que huye de la cárcel gracias al terremoto de febrero de 2010, se encuentra bajo el bosque o por la costa, no sólo con la libertad, sino con algo más. La libertad es suficiente para un tigre enjaulado, por ejemplo, que ahora vaga suelto por la playa. Manuel se enfrenta con algo superior y con eso que se llama libre albedrío, porque debe hacer alguna cosa con la libertad.
Es un hombre que puede decidir su destino y bien transformarse en romero o convertirse en penitente, y para eso está la letra de la canción, lo escarpado del sendero y lo persistente del murmullo. Este hombre malo necesita encontrar un lugar bajo el sol, entre los escombros y después del maremoto, por encima y a pesar de tanta destrucción de casas y personas.
El cine de Sebastián Lelio está impregnado de símbolos y fechas religiosas, desde "La sagrada familia" (2005) a "Navidad" (2009), y lo que caracolea y rebota en su interior es el tema de la orfandad, que así como es familiar, también se adivina política y se intuye religiosa. Lelio es un buen heredero del cine de los directores chilenos y cristianos: el doctor Aldo Francia, Patricio Kaulen o Rafael Sánchez, que encontraron en otras décadas -los años 60 y 70- los pasos y rostros de las revoluciones terrenas y celestiales.
En otra época y bajo otro arco, entre creencias deslavadas e incluso aceptando la paradoja del ateo, gracias a Dios; en el director chileno retumban las voces profundas de un cine confesional que cobija el deseo y la vocación de cambiar a las personas y al mundo.
"El año del tigre" es su película más sólida, quizás porque la mayor improvisación la provocó la naturaleza: un terremoto y un tsunami. En otros términos: la realidad supera cualquier ficción. Después de eso y al filmar con urgencia en el sitio del suceso, por Iloca, Duao y Constitución, y en una tierra aún húmeda, por el olor a muerte, esta es su película con mayor orden y sentido, donde los diálogos son precisos, existe mapa, planificación y una historia humilde y conmovedora.
La película exhibe un respeto solemne por la tragedia y, por eso, la liturgia en el camino de Manuel: penitencia, funeral, confesión, sacrificio y ofertorio, con la repartición del pan y el enguindado, en este caso, para que Sergio Hernández, como el capataz, de nuevo asuma el riesgo de emborracharse con la actuación.
Si el terremoto y el tsunami son el bautizo del país, "El año del tigre" es la liturgia con la que se conmemora el dolor y la fecha.
Por lo alto, es un tiempo de descubrimiento y recogimiento universal.
Por lo bajo, es el camino de Manuel.
Chile, 2011. Director: Sebastián Lelio. Con: Luis Dubó, Sergio Hernández, Viviana Herrera. 82 minutos. Mayores de 14.

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