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Vergüenza debería darnos

Vergüenza debería darnos

Juan Antonio Muñoz H. Editor de Espectáculos y Vidactual 

Diario El Mercurio, sábado 22 de Octubre de 2011

Son las faltas de respeto que trajo la modernidad. Nuevas formas de (mal) comportamiento, que se acrecientan por el hecho de que la telefonía móvil está hoy tan extendida. Son faltas de respeto al cuadrado, que viajan por todos los sectores de nuestra sociedad, que se cuelan en las reuniones de los ejecutivos, entre el público del Teatro Municipal, en los supermercados, en las consultas médicas, en las reuniones de profesores, en la misa, en las salas de clases, en el banco, en los funerales...

Es una oficina de 8 metros cuadrados. Hay una secretaria y tres pacientes. Una consulta médica. Suena un ring ("Carozzi son...", elegantísimo). Contesta una señora y emerge la emoción: "¡Liiiinda, tanto tiempo, te estuve llamando pero me dijeron que estabai de vaca... Ah, no te puedo creer. Jamaica, qué riiiiico y fuiste con el nuevo o con Mario... ¿El nuevo? ¿Otro nuevo? Noooo... Cómo se llama... ¿Pedro cuánto? Es que hace tiempo que no copuchábamos... Lo que es yo, no salgo ni a la esquina. Estoy con la Manuelita en el doctor...".

¿Por qué tenemos que soportar esto e informarnos de esta conversación? Maleducada la señora. Por cierto, los "pacientes" de la consulta permanecimos en silencio. Nadie la hizo callar. Chilenos...

Sucede en todas partes.

En la panadería Lo Saldes, un distinguido caballero habla a los gritos por celular mientras paga. Reta a uno de sus hijos, parece ser. La cajera intenta decirle cuánto debe pagar, pero él no entiende. Está enrabiado. Termina enojado con la señorita de la caja, y con una fila de clientes retándolo a él por desubicado.
En clases. Los ringtones de los niños. Se llaman entre ellos... y están en la misma sala. También los profesores. Suena el celular o el pito que avisa que llegó un mensaje, y hasta ahí no más llegó el ejercicio de matemáticas que estaba en el pizarrón. A un amigo le pasó en clases de tenis: al profesor le sonó el celular, detuvo la clase, contestó y ahí se quedó el pobre, mirando la raqueta...

Caso insólito. Se omiten los nombres para proteger a los inocentes. Reunión de profesores de colegio. Son diez más el rector. Siete de ellos tienen blackberries y dos, tablets. El rector "textea" mientras habla. Todos los demás, pendientes de sus BB. Uno de los dueños de tablets hojea ahí la revista "Cosmopolitan" (...) y otro intenta saber cómo leer un libro. ¿Habrá servido para algo la reunión?

En el teatro. Ejemplos múltiples: 1. Pese al aviso que se da al público por los altoparlantes de apagar los celulares, siempre quedan personas que no lo hacen. Y les suena el teléfono. Les cuesta encontrarlos en las carteras. 2. Una vez iniciada la función, hay gente que saca sus teléfonos para controlar si tienen o no llamadas perdidas. Con ello, se prende la pantalla, y esa luz es algo que distrae y molesta a quienes están alrededor. 3. Otras personas, ya que no pueden hablar por teléfono durante el espectáculo (también ocurre en misa), se dedican a enviar o contestar mensajes de texto. Ello toma tiempo y significa nuevamente tener la pantalla prendida, con las molestias del caso. 4. Los más osados y maleducados incluso contestan el teléfono en voz baja; corto, pero lo hacen. Soy testigo de una señora que contestó el teléfono en una función y le daba instrucciones a la empleada de qué hacer para la comida...
En la calle. Otra falta de respeto, que además es delito. La gente habla por teléfono en el auto, lo que significa manejar con una mano, con los riesgos evidentes de accidentes. ¿Por qué no usan audífonos, que son tan prácticos y que permiten manejar con las manos libres? Y esto también debería estar prohibido, porque la concentración igual se divide entre la ruta y el teléfono. Los carabineros ven pasar 4x4 rajadas con gente hablando por celular. Hasta en las rotondas. No paran a nadie.

Hay situaciones más sutiles, y ahí sí que la cosa se pone difícil. Cuántos serán los que perciben que es de muy mal gusto sacar el teléfono para revisar los mensajes o correos mientras se está con alguien, o "tuitear" que se está con alguien sin pedirle permiso para hacerlo, o dejar el teléfono encima de la mesa mientras se come, o responder un llamado en medio de una reunión social y salir a la terraza a hablar, o revisar correos y contestarlos en plena reunión de trabajo, o "textear" mientras se conversa con una persona... Cómo será lo extendidas que están estas malas prácticas, que la kinesióloga me felicitó por hablarle mientras me ponía las pulsaciones eléctricas en la rodilla; según ella, todo el mundo se conecta al celular cuando están en sesiones, y no les hablan ni a los doctores ni a los ayudantes.

Ayuda mucho la tecnología, qué duda cabe. Pero también nos aliena. Nos deshumaniza. Exacerba el yo y debilita el nosotros. Viola la intimidad.

Otra invasión es la del ruido. Y otra falta de respeto. Vivimos inmersos en la cacofonía y nadie tiene contemplación con su ringtone . Lo sienten como su marca registrada... ¡se identifican con su ringtone !: usan desde rock pesado hasta cumbia. Hay algunos -religiosos, supongo- que ponen campanas. Y otros -¿filomilitares?-, marchas. Todo suena alrededor, y no sólo cuando se recibe un llamado. Están también las alarmas, los avisos del calendario del iPhone (se pueden usar dos para el mismo evento), los avisos de mensaje de texto, las vibraciones... Todo un concierto en distintos tonos ¡¡desde el mismo teléfono!!

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