por Francisco José Covarrubias
Diario El Mercurio, sábado 22 de Octubre de 2011
Muchas veces he oído hablar mal de Guido Girardi. Dentro de la Alianza, dentro de la Concertación y dentro del propio PPD.
Hasta ahí no hay novedad: los políticos exitosos son siempre blanco de críticas. Siempre ha sido así. Y Girardi, mal que mal, es un político exitoso. Salió senador con la máxima votación de su circunscripción, en la práctica maneja el PPD y es presidente del Senado, la segunda autoridad del país.
Pero, ¿las críticas a Girardi, se sustentan sólo en su éxito?
Lamentablemente la vida política de Girardi está llena de cosas confusas, poco claras y cuestionables. Esta semana se vio un episodio más. Quizás uno de los más lamentables de la política chilena de los últimos años. No por su impacto, sino por su trasfondo.
Que un ministro tenga que salir entre insultos, monedas y escupos del lugar donde se estaba discutiendo el presupuesto en educación para el próximo año -más allá de si su posición era la correcta- y que Girardi como presidente de la entidad no sólo no haya condenado ni desalojado sino que haya "comprendido" a los manifestantes, es simplemente el mundo al revés.
Y que el argumento haya sido que no se puede desalojar la sede del Senado porque "este lugar es de los ciudadanos" es una irresponsabilidad. Una más de su vida política.
El mismo Girardi que a principios de años fue acusado de "montaje" por el caso de una mujer embarazada que pedía someterse a un aborto terapéutico por padecer un cáncer que no tenía.
El mismo Girardi que hace dos años nos advirtió que la gripe porcina contagiaría a tres millones de chilenos y dejaría "cien mil muertos".
El mismo Girardi que hace tres años llamó a la subsecretaria de Carabineros para pedir sanciones a los carabineros que multaron a su chofer por conducir a 137 kilómetros por hora.
El mismo Girardi que hace cinco años presentó facturas falsas para rendir sus gastos electorales en el caso Publicam.
El mismo Girardi que hace siete años le regaló unas zapatillas al menor LZ para declarar contra el senador Jovino Novoa por el caso Gemita Bueno.
En fin. Todos, casos difíciles de explicar o derechamente equivocados.
Por cierto no todo ha sido malo. Sus posturas ambientales, valóricas y su defensa de las minorías le han hecho bien al país. Más allá de si tenía razón en todo, ayudaron a correr el eje de la discusión y a crear conciencia en ciertas áreas donde no la había. En eso sí tiene un mérito, pero que no le alcanza para contrarrestar sus actuaciones negativas.
Y la más negativa ocurrió este jueves...
El Senado es -precisamente- de los ciudadanos ya que existen representantes. La misión de quien conduce esa entidad es justamente garantizar que allí se puede debatir, dialogar y confrontar ideas en el marco de convivencia democrática.
Hay que recordar que hace casi un año, el senador Eduardo Frei pidió revisar el acuerdo de la Concertación que posibilitaría la llegada de Girardi a la presidencia del Senado. Las razones no fueron del todo claras, pero no es difícil suponer por qué lo hacía: Frei conoce a Girardi hace demasiados años...Y parece ser que no estaba equivocado.
Si hacer cumplir la ley es ser fascista, si permitir que las instituciones funcionen es ser autoritario y si hacer respetar el dialogo político es ser antidemocrático algo anda mal en el país. La tolerancia tiene un gran valor, pero hay un marco. Por algo el propio Edmund Burke señalaba que hay un límite en que la tolerancia deja de ser virtud.
Es indudable, y no un mero lugar común, que el respeto por la dignidad de las instituciones es de la esencia de la democracia. Lamentablemente Girardi mostró no estar a la altura y, más allá de las excusas brindadas ayer al ministro Bulnes -por el bien del país- debe ser removido de su cargo.
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