Por Rodrigo Fluxá N. Esta historia comienza en Juan Fernández. Mathias Klotz, referente de la arquitectura chilena, multipremiado dentro y fuera del país, viajó en abril de 2010 a la isla invitado por su amigo Felipe Cubillos para acudir a la inauguración de una escuela, tras el maremoto de febrero. No la conocía.
Once días después decidió que quería hacer un gran hotel ahí.
En los próximos 16 meses viajó otra decena de ocasiones allá. Y esta historia continúa ahí: el 2 de septiembre, al atardecer, un par de radios informaron que un avión se había estrellado en las proximidades de la isla y que Klotz, 46 años, decano de la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Diego Portales, estaba a bordo.
Él, por su puesto, no lo estaba. Recién cuando llegó al hotel supo que el CASA 212 estaba perdido. Pidió un teléfono y llamó a su mamá para darle una extraña noticia: no estaba muerto.
Esa misma noche, cosa que pocos saben, comandó un bote de pescadores, con mal clima y con la sombra de la isla como única figura distinguible en la oscuridad, para intentar encontrar a sus amigos.
-Yo pensaba que al menos para Felipe, un gallo que había dado la vuelta al mundo, una amarizada no era nada. Con una balsa estaba listo. Creíamos que estaban todos vivos. Era peligroso salir, pero no teníamos opción: si esperábamos a que amaneciera, ya no había nada que hacer. Además, hoy, con los hechos en la mesa, esa búsqueda, y no la de la FACh, fue la única realmente exitosa en encontrar restos los primeros días.
-No lo has hablado públicamente, pero esa noche te tocó ver cosas bastante fuertes.
-No fue nada grato. Evidentemente no voy a entrar en detalles de qué cosas encontramos, pero fue algo fuerte, muy fuerte. Yo, el año 95, tuve que ir a buscar a mi papá después de que chocara en la carretera y muriera. No es que estuviese preparado, pero bueno, había pasado por cosas así. Pero nada te prepara para lo que vimos esa noche en el mar. Piensa que yo salí en ese bote con la idea de buscar sobrevivientes, no pedazos de personas.
-¿Cuándo entendieron que no habría sobrevivientes?
-A las tres uno de los botes encontró el primer cuerpo. Y a las cuatro, la balsa cerrada. Ahí entendimos que nadie había sobrevivido. La gente hablaba después de que quizás nadaron hacia las rocas, como si fuese en una película, que uno llega a una playa: estos eran acantilados, y con fuerte oleaje.
-¿Pasaste por la etapa: "yo podría haber estado en ese avión"?
-No, porque yo jamás me hubiese subido a ese avión. Fue lo raro de volver, que la gente me dijera: qué bueno que estás vivo. Y no es que sea malo estar vivo, es que, sí, yo estoy vivo, pero amigos míos habían muerto por la inoperancia de otra gente.
-Fuiste duro con la FACh los días posteriores al accidente. ¿Sigues pensando lo mismo?
-Da lo mismo lo que piense y me da lata ser una especie de vocero del tema, pero están los informes. Fue un vuelo temerario, absolutamente indesmentible: da lo mismo que al avión le quedara uno, quince o treinta minutos de combustible. Las condiciones eran malas ese día, era un mal avión, al máximo de peso y están todos muertos. Listo, eso es. Esa mañana, cuando partimos, ya había condiciones inestables para todo el día. Inestable significa que podía incluso empeorar. No es que el tiempo haya empeorado de golpe. Ellos tenían los informes e igual fueron en un avión que no se podía devolver. La FACh vuela siempre en esas condiciones; si ellos quieren hacerlos con milicos arriba, cosa de ellos, pero cuando hay 18 civiles, no, eso no. Ellos han intentado demonizar la pista, lo que es absurdo, porque hay diez pistas más complicadas en Chile, cualquiera con viento lateral, por lo demás, yo soy piloto. Lo complicado de esta es que hay volar dos horas y media para encontrar otra. Volar así es suicida y se murieron porque la gente a cargo del avión fueron suicidas.
-¿Qué te pareció cómo se manejó el rescate, la operación Loreto?
-Me dio mucha rabia cómo se aprovechó políticamente. Llegué el domingo a Santiago y mi hijo, un cabro de diez años, me pidió por favor que fuéramos a estar con la familia de Felipe Cubillos y ahí veo al Presidente apareciendo como el gran organizador de una operación de rescate, cuando no había nada que rescatar. Era una operación de búsqueda de piezas y partes. Y, a renglón seguido, en un programa de televisión, lo vi diciéndoles a los estudiantes que dejaran de molestar porque estábamos en duelo nacional. Lo encontré una vergüenza, me violentó verlo ahí, en la casa de mi amigo. Si la Fuerza Aérea ha hecho estos procedimientos antes de manera exitosa, lo más sano habría sido que dijera, saben, la embarramos, no debimos haber volado ese día, los riesgos que tomamos eran demasiado altos y esto es lo que nos costó. Pero no, se hizo todo esa operación que terminó con la FACh, en una operación en tierra, cortándole la cabeza a una persona, a uno de los suyos, estando presentes en la pista el comandante en jefe y el ministro de Defensa.
-Pero era necesario completar los protocolos para encontrar los restos e iniciar la investigación con las partes de avión.
-Es cierto, encontraron el avión, pero yo creo que las cosas se deben hacer menos públicas. Tirar paracaidistas, mostrarlos en la tele, para que caigan en un hoyo negro, a hacer nada. En realidad, ¿para qué? No había nada que hacer en ese punto. No sé específicamente quién encontró qué; pero a partir de esa noche estaba claro que sobrevivientes no había. Yo pido más discreción, más respeto.
-¿Cuánto te cambió esa experiencia en Juan Fernández?
-Habría que estar en la luna para que algo así no me afectara. Fue una experiencia fuerte, mi percepción de la vida no es igual. Me voy a acordar siempre: la isla nunca va a significar lo mismo. Mis hijos eran amigos de Felipe. Para mi hijo él era un ídolo: cuando dio la vuelta al mundo le pidió a mi vieja que le consiguiera un planisferio y el pendejo seguía el trayecto de él, día a día. Felipe lo llamó un par de veces desde un teléfono satelital, en medio de la nada, para saludarlo. Se le murió un héroe. Para él era un personaje de ficción, pero real. Lo afectó mucho, para mi cumpleaños me hizo un power point en el que me pedía que por favor no me vaya a pasar nada.
-¿Ustedes qué tan amigos eran?
-Mucho, de hace diez años. Él me enseñó a navegar. Tan amigos, que yo le estaba arreglando su casa en el cerro San Luis y como pago íbamos a navegar desde Puerto Montt a la isla Robinson Crusoe y de ahí a Valparaíso. Cada uno con su hijo hombre.
-¿Te dejó algo de su pasión por la acción social?
-No, si él era mil veces mejor persona que yo.
El verano de 2010 Mathias Klotz, admirado por sus obras, odiado por su temperamento, jefe feroz y demandante, fanático de las bicicletas, recorrió desde el Lago Budi, al frente de Temuco, hasta Pichilemu en un jeep, sumando 2.500 km. en un trayecto que en línea recta no tiene más de 700: visitó todo el borde costero, pasando por las mismas caletas que a final de febrero serían arrasadas por una ola. Después repitió el trayecto, con una cámara, como parte de un documental que registró la destrucción de la zona.
Hoy, en una de las habitaciones de su casa, entre piezas de diseño, aviones a escala, colección de autos en miniatura, cámaras digitales, y Macs, hay un trozo de un bote destrozado en Dichato.
-Viviste la reconstrucción. ¿Qué tal te ha parecido el proceso?
-No veo que se haya reconstruido mucho, salvo iniciativa privada. Van dos inviernos con miles de personas en medias aguas. Yo voté a Piñera, y la Alianza prometió un Estado eficiente, con los mejores, y en temas de vivienda y urbanismo, eso ha sido una ficción. Se avanza con este gobierno, el tema es hacia dónde. Lo que hay ahora es un manejo de grupos de presión, de la Cámara Chilena de la Construcción, para definir el destino de las ciudades, como si esto fuera un tablero de ajedrez para hacer operaciones inmobiliarias rentables. Armaron una comisión y mira quiénes son los invitados: el pleno de la Cámara. Lo que va a salir de ahí es la visión de hacer un strip center de cada ciudad. Pensarlas como una esquina con cierto valor comercial en donde construir algo de bajo costo, esperando que suba ese valor para hacer un edificio. La intendencia promovió una expansión de Santiago en un 30%, en la periferia, donde no hay un corredor directo que las conecte entre sí, o sea más segregación, más autos, menos transporte público. ¿El único beneficio? Que unos paños enormes que no valían nada, ahora valen 30 veces más. Basta con averiguar de quiénes son para que se cierre el círculo. Y ojo, el intendente, hasta hace poco, era un ex presidente de la Cámara Chilena de la Construcción. Ahí no hay disimulo.
-Los arquitectos, como gremio, no funcionan unidos. ¿Por qué no armar ahí una voz contra eso?
- Es un gremio individualista. Y su protesta es irrelevante. Imagínate un paro de arquitectos: a quién le importa. La inclusión de los movimientos sociales puede cambiar eso. Que a un vecino le construyan al lado un mall, no es lo mismo que hace veinte años, cuando hasta orgullosos se ponían. Ya no.
-¿Es muy grande la envidia entre los arquitectos?
-Entre los pares, y por pares me refiero a gente con encargos de cierto reconocimiento, el ambiente es de bastante alegría por los logros de los otros, salvo unas excepciones. Pero no todos tienen reconocimiento y sí hay envidias de los marginados.
-En cierto grupo miran con desdén a quienes concentran su obra en encargos para millonarios en vez de pensar en vivienda social.
-Me da lo mismo. Hacer una casa en Cachagua o la viviendo social a unos agricultores, como estamos haciendo ahora, son problemas igual de interesantes. No voy a ser mejor persona porque lo haga. Es lo más absurdo y pretencioso que hay. A mí, la gente que hace cosas políticamente correcta me molesta, si además lo publicitan, peor. Ellos cobran igual que yo al señor de Cachagua.
-¿No hay encono con Alejandro Aravena, quien en los últimos años se ha posicionado como un gran referente de la arquitectura chilena y por esa otra senda?
-No nos llevamos mal. No somos íntimos amigos, pero no creo que estemos en polos opuestos. Él trabaja distinto, con otros fines. Hay cosas de él más logradas, otras menos. Supongo que piensa lo mismo de mí. Ojala hubiesen más como él.
-Se concuerda que te falta una gran obra pública, algo que trascienda y que perdure en el tiempo. ¿Te interesa eso, trascender?
-Para nada.
Mathias Klotz, dos hijos, separado hace tres años de la también arquitecta María Magdalena Bernstein, trabaja y vive en el mismo lugar: una moderna casa de Pedro de Valdivia Norte. En la entrada hay un Jaguar y un Porsche del 85 que está perdiendo aceite. Al trabajo se irá en una cuatro por cuatro.
Klotz está sentado en el techo de su casa, que funciona como terraza. La vista del barrio es perfecta: un enorme pino le bloquea el Titanuim. Esta historia, su historia, podría acabar felizmente ahí, pero él tiene otro final, exactamente dónde partió el turbulento ciclo:
-Quiero pasar más tiempo en la isla, es mi opción de vida futura. Siempre supe que quería un lugar así, pero nunca supe que estaba tan cerca.
-¿En qué etapa de tu vida estás?
-Ya sé que mi vida no es mi trabajo. Que tengo que darles tiempo a otras cosas.
-¿A qué cosas?
-A mí. Por mucho tiempo mi vida fue el trabajo. Empecé a trabajar el 88 y estuve quince años sin vacaciones. Cuando salía unos días, llevaba a la gente de la oficina para trabajar. ¡Imagínate! Ahora en la oficina no se trabaja ni un segundo después de la 6, los viernes hasta las 5. Los fines de semana no trabajo nica. Si no alcanzo, tengo que contratar más gente. Si no alcanza para más gente, el cliente tendrá que esperar más tiempo. Y si no le gusta, se irá con otro arquitecto. La calidad de vida es un no transable. Antes el trabajo era un no transable.
-Cuando a uno le va bien el trabajo es fuente de autoestima, plata. ¿Cómo salirse de ese espiral?
-Mira, siendo arquitecto de plata nunca uno entra en espiral. Siempre con los encargos se paga las cuentas y poco más no más. Tengo esta casa, una en la laguna Aculeo, una casa de mi mamá en Tongoy, un velero en Valparaíso y sería. Ahora tomo sólo encargos lo más cerca posible: Argentina y Uruguay. Hace cinco años partía a China de rodillas. Ahora prefiero pega acá. La isla es el mejor ejemplo, ojalá se pague, pero no es por eso que lo hago.
-De afuera, suena a crisis de mediana edad. ¿Tienes algún problema con cumplir años?
-No, me gusta. Lo que no me gusta es esa sensación que no me alcanza el tiempo. Duermo poco, me gusta salir todos los días en la noche, acostarme tarde.
-¿Desde siempre o de ahora que estás de nuevo soltero?
-Desde siempre. Por eso me dejó mi mujer.
-Para alguien tan exitoso en lo laboral. ¿Fue un golpe al ego eso? Digo, sobre todo siendo público en algunos circuitos.
-Obvio, golpe al ego duro para cualquiera. No es algo que una persona normal no pueda afectarle, es más fuerte que la cresta. Sobre todo porque hay relaciones que son un desastre y uno tiene conciencia, pero en esta, yo pensaba que todo estaba fantástico, y estaba más equivocado que la chucha. Literalmente, como un accidente de auto, que te choque una micro por atrás. Imprevisto.
-¿Te costó arreglar el auto?
-Mucho más de lo que la gente puede imaginar. Jugué el papel del gallo al que le da lo mismo que lo hayan dejado, porque a la semana siguiente aparece con un auto más nuevo y mejor. Uno lo trata de hacer como que nada hubiese pasado.
-¿Te importaba mucho lo que pensará la gente?
-Me importa un huevo.
-Digo, es poco común que alguien hable tan abiertamente sobre una derrota. Alguien acostumbrado a que le vaya bien.
-Sí, fue un fracaso personal, pero la cantidad de cosas en la pega que me ha ido mal también es muy grande. Es imposible que a uno le vaya bien, sin que le haya ido mal. ¿Qué tiene de malo hablar de lo que me pasó? Hay millones de giles que le ha pasado lo que a mí, con matices. Es humano que pasen estas cosas.
-En una entrevista, cuando estabas casado, dijiste que tu mujer era tu especie de musa, que influía mucho en tu trabajo. ¿Se resintió tu trabajo con esto?
-Es que estaba muy enamorado. Tuvo impacto porque trabajé harto como parte de mi terapia reconstructiva.Traté de hacer que no había pasado nada tragándome muchas cosas. Por suerte nunca exploté; sólo me empezó a dar lo mismo.
-¿Es más amable Chile hoy para un soltero de 46 años?
-A mí ser soltero en cualquier lugar me parece bueno. Estar como soltero a los 46 me parece un privilegio.
-Ese es un lado, ¿pero no te vienen achaques de quedarte solo y esas cosas?
-No. Yo era feliz casado, nunca pensé en separarme; mi mujer se fue un día y se mandó a cambiar con otro. Me llegó la soltería de sorpresa y lo pasé bastante mal. .Pero ahora lo encuentro un privilegio, seriamente. Es el no dar cuenta de tus decisiones, de tus partidas, de tus viajes, de tus panoramas a otra persona. Esa falta de control es rica.
-Según has contado, tú papá era bien incontrolable. ¿Te ves reflejado en él?
- Tenemos muchas cosas en común. Él era un vividor, muy irresponsable y yo le reproché mucho tiempo esas ganas de libertad. La diferencia es que mi papá fue muy chueco con mi mamá, la tuvo siempre en el alambre, era muy fresco, estando casado. Yo fui un hijo de p... hasta que me casé a los 35, durante el matrimonio fui ejemplar, y ahora volví ... a ser soltero.
-¿Se afectó la relación con tus hijos?
-Los tengo la mitad del tiempo. Los llevo a mis viajes, los hago parte de mi trabajo, les muestro otros mundos. Me preocupo que mi cincuenta por ciento del tiempo sea a toda raja con ellos. Pero es muy doloroso perderme la otra mitad de su infancia, que la pasen en la casa de otro.
-¿Sigues teniendo rabia?
-No se me va a pasar nunca. Ni perdón ni olvido.
"Yo salí en el bote a buscar sobrevivientes, no pedazos de personas".
"Era feliz casado: fue mi mujer la que se mandó a cambiar con otro".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS