La dificultad que tenemos para exhibirnos vulnerables.
La facilidad que tienen algunos para victimizarse.
La dificultad que tenemos para apoyar todas las causas loables.
La facilidad que tienen algunos para abanderizarse.
La dificultad que tenemos para aportar al día con un gesto agradable.
La facilidad que tienen algunos para hacerle a otros la vida miserable.
La dificultad que tenemos para sonreír.
La facilidad que tienen algunos para agredir.
La dificultad que tenemos para expresar nuestros sentimientos.
La facilidad con que algunos exteriorizan sus resentimientos.
La dificultad que tenemos para empatizar y cooperar.
La facilidad que algunos tienen para descalificar y marginar.
La dificultad que tenemos para escuchar.
La facilidad con que algunos intentan a otros callar.
La dificultad que tenemos para pensar en soluciones.
La facilidad con que algunos solucionan todo con comisiones.
La dificultad que tenemos para dejar lo irrelevante de lado.
La facilidad con que algunos transforman lo complejo en complicado.
La dificultad que tenemos para sintetizar y abstraer lo esencial.
La facilidad con que nos vamos por las ramas es ya un problema capital.
Lo que nos cuesta alcanzar ideales nobles impregnados de pureza.
Lo fácil que resulta corromperse y caer en la deshonestidad y la pereza.
Lo que nos cuesta ser fieles y aproximarnos a la Verdad.
Lo fácil que nos resulta sentirnos dueños de la verdad.
Lo que nos cuesta ser sensibles, humildes y compasivos.
Lo fácil que nos resulta ser indolentes, soberbios y pasivos.
Lo que nos cuesta perseverar en el bien y en el amor.
Lo fácil que resulta caer en el mal y en el temor.
Lo que nos cuesta controlar la indignación y la ira.
Lo fácil que nos resulta destruirlo todo recurriendo a la mentira.
Lo que nos cuesta conciliar la libertad con responsabilidad.
Lo fácil con que la enarbolamos mientras coartamos la de otros con habilidad.
Lo que nos cuesta convencer dentro de una visión conciliadora e integral.
Lo fácil con que con violencia intentamos imponer nuestra visión unilateral.
Lo que nos cuesta acoger a todos y reconocer lo poco que sabemos.
Lo fácil con que rechazamos al adversario, porque aquí no todos cabemos.
Lo que nos cuesta ser generosos y pensar en el bien común del país en general.
Lo fácil con que hacemos el cálculo mezquino, pensando sólo que en el interés personal.
Lo que nos cuesta reconocer que al frente puede haber un adversario noble.
Lo fácil con que ignoramos al correligionario que tiene un comportamiento doble.
Lo que nos cuesta reconocer nuestros propios errores y omisiones.
Lo fácil con que nos creemos perfectos y no aguantamos disenciones.
Somos buenos para exigir excusas y nunca pedir perdón.
Somos malos para reconocer errores y conceder la razón.
Somos buenos para sacar la vuelta, prometer y después hacernos el leso.
Somos malos para cumplir la palabra, cumplir y rebatir con argumentos de peso.
Somos buenos para hacer la pillería y la trampa.
Somos malos para reconocer que valemos 'callampa'.
Somos buenos para creernos los jaguares de América
cuando en realidad somos una mezcla de neurótico e histérica.
La vida es demasiado corta para perderla en pequeñeces.
La vida es demasiado valiosa para dilapidarla en estupideces.
Cuidemos la palabra y terminemos esta danza macabra...
Buscad el Reino de Dios y su justicia y el resto se os dará por añadidura...
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