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Mario Waissbluth....Modern family

Modern family

Artículo correspondiente al número 311 (21 de octubre al 3 de noviembre de 2011)REVISTA CAPITAL

Mario Waissbluth, el conocido ingeniero que ha dedicado los últimos cuatro años a pelear por una educación de calidad, tiene su historia. Convertido en uno de los más reconocidos twitteros locales, todos sus hijos –los de él, los de su señora y los de ambos- le han seguido los pasos. Entre los Waissbluth y los Berlin, las dos familias que se convirtieron en sólo una hace más de 20 años, llegan casi a los 80 mil seguidores y están dando de qué hablar en la red. Por Catalina Allendes E.; Fotos, Verónica Ortiz.


Cuando a fines de la década de los ’80 Mario Waissbluth volvió al país tras 14 años de exilio en México, tenía dos hijos adolescentes –Andrés y Javier, hoy de 38 y 35 años– una separación a cuestas.

Hoy, más de dos décadas después, el creador de Fundación 2020 –el primer movimiento ciudadano que comenzó masivamente a exigir una reforma a la educación chilena–, aglutina harto más que eso. Sus dos hijos le han dado cinco nietos, más dos en camino. Se casó con Elena Razmilic, quien lo hizo padre postizo de dos hijos más –Eduardo (36) y Paola Berlin (38), los cuales aportan otros 4 nietos- y un “nuestro” de 19 años, que llegó a completar esta familia de “tuyos, míos y nuestros” que desde distintas trincheras está dando de qué hablar.

Les propusimos juntarnos a conversar. A desmenuzar esta familia de obsesivos tuiteros que en conjunto suman casi 80 mil seguidores y sin tener ningún rostro de TV entre ellos.

Divertidos, creativos y todos muy ocupados, no fue fácil dar con día y hora para la reunión. Finalmente, el encuentro se produjo un miércoles a las ocho y media de la noche en “Mirasol”, como llaman todos a la casa familiar en Los Dominicos, donde el grupo vivió por años y en la que hoy sólo queda Nicolás, el “concho” que recién está en segundo año de Ingeniería Civil en la UC. En todo caso, ahí llegan casi sagradamente cada domingo –cada uno con sus respectivos clanes– al almuerzo familiar.
Vamos por partes.

¿Quiénes son? Mario, la cabecera, es el más público de todos y el que aporta casi 50 mil seguidores. Él es “el aglutinador”, dice su mujer. Él responde que es ella. Ambos son los encargados de mantener a firme al clan. De reunirlo, llamarlo y convocarlo. Aunque a juzgar por la convivencia, la unión se da sola.

Pero la historia entre ellos no partió tan color de rosa. Cuando Mario Waissbluth y Elena Razmilic decidieron convertirse en familia, hace 22 años, pocos apostaban por ellos. “Al principio nadie daba un peso por este matrimonio. Decían este gallo que viene llegando del exilio, que se está casando con esta niña de derecha, no va a durar nada. O cómo van a juntar a esos niños que andan más o menos que con ojotas, por los Waissbluth, con los Berlin, que eran más compuestos. Pero aquí estamos”, confiesa Mario.
“La gente engancha con nosotros porque somos percibidos como un grupo de gente inteligente, culta y poco densa”, acota Paola Berlin.
Todos se ríen del comentario. Incluso sienten que han congeniado tan bien desde siempre que dudan que alguna vez alguien haya pensado lo contrario. Por lo demás, todos venían de una enseñanza escolar similar: los Waissbluth, del Andrée y los Berlin, del Grange, ambos colegios bilingües, más bien liberales y emplazados en La Reina.

Mario cree que el hogar que formaron fue justamente una muestra de la “reconciliación nacional” que se vivía en el Chile de comienzos de los ´90. Al final del día, dice, “entre nosotros siempre estábamos de acuerdo”. Eso ayudó en la fusión.

Y luego vino Nicolás, que los unió para siempre. Tanto así, que aunque Javier y Andrés Waissbluth Weinstein –hijos de la sicóloga María Eugenia Weinstein– no vivían en la nueva casa familiar, Andrés decidió desembarcar ahí, pues quería que su nuevo hermano lo sintiera como a uno de verdad, no a medias.

El único que faltó a la cita con Capital fue Javier, ingeniero civil de la UC, que se convirtió en rabino y tiene muy bajo perfil. Ese día era su cumpleaños, pero estaba “fuera de combate en una de sus fiestas judaicas”, según contó el padre. De hecho, Mario Waissbluth revela –medio en serio medio en broma–que “aquí todos somos ateos, menos Javier, que fue el único que no vivió en esta casa”.

El clan suelta carcajadas otra vez y aprovecha de chequear entre ellos que todos hayan saludado a Javier por su día.
Los Waissbluth y los Berlin confiesan que son una familia civilizada y abierta. Nadie se mete en los temas de otro si éste no lo invita a hacerlo. “Claro que si el tema se pone en la mesa, ahí todos nos lanzamos”, advierte Andrés, también ingeniero civil, pero además director de cine y televisión.

La política a secas, las políticas p úblicas, la diversidad y hasta la descentralización de Chile son parte de los temas que cruzan sus intervenciones, tanto en el mundo terrestre como en el espacio digital. Pero, por lejos, la educación es la madre de todas sus preocupaciones. Aunque Paola Berlin –que estudió leyes, algunos años de Periodismo y ahora es parte de la escuela de talentos de Canal 13–, es la única que ha trabajado en Fundación 2020, el discurso de Mario les ha calado hondo. Todos creen en la necesidad de mejorar los estándares de la educación chilena.

La única que a estas alturas tiene casi prohibido ese tema, es la Nena, como le dicen a la madre. “Me tiene bien aburrido la verdad, siempre es lo mismo”, dice ella. “Pero mamá, si pasan cosas nuevas”, le señala Nicolás, a lo que ella responde con simpleza: “no, todo sigue igual”. Aclaremos que no es que no le interese, sino que ya van a ser casi cuatro años en que su marido ha sido verdaderamente abducido por el asunto.

¡Ya estás tuiteando!

Eduardo Berlin es arquitecto y vive en Boston, tiene oficina allá y acá. Viene a Chile cada mes y medio y se aloja en su “hotel cinco estrellas”, como le dice a la casa de Mario y su madre.

Ese miércoles participó de la junta vía Skype. “Somos una familia que tiene intereses bien universales, muy amplios”, acota a través de la pantalla del computador mientras el clan discutía sobre cuáles eran sus principales motivaciones. “Somos expertos en todo”, dice con algo de sarcasmo su hermana Paola. “Buenos para discutir. Opinantes desde siempre. Tenemos la escuela de hablar”, agrega Andrés quien, como buen cineasta, se encargó toda la noche de enfocar bien la cámara del computador para que Eduardo no se perdiera detalle de la conversa. “La gente engancha con nosotros porque somos percibidos como un grupo de gente inteligente, culta y poco densa”, acota Paola Berlin.

Nena y Javier, el rabino, son los únicos que no tienen Twitter. Mario, Andrés, Nicolás, Eduardo y la Paola, en cambio, le dedican parte importante del día. “Pero no creas, yo tengo iPhone y whatsapp”, dice la mater del grupo para no quedar tan out.

“Mario, ya estás tuiteando”, le dice su mujer en medio de nuestra conversación y él le responde “no, si estoy mirando una cosa”. Esa es la dinámica en esta familia. El único, eso sí, que no ha entrado a la era del smartphone es Andrés (muestra casi con orgullo su antiguo celular) y sólo tuitea desde la oficina. “O sea cuando tuiteo, es porque estoy sacando la vuelta”, dice con risa. Bien vale decir, en todo caso, que es el menos tuiter-adicto.

Eduardo interviene y admite que él hace todo lo contrario: tuitea sólo cuando está en la calle, en el ascensor o caminando, pero siempre desde su teléfono. Algo similar ocurre con el resto.

Todos acumulan varios miles de seguidores. Lo de Mario es tanto que, a estas alturas, tiene que bloquear entre 5 y 10 personas diarias, por el calibre de las ofensas que recibe.

Cada loco con su tema

¿Por qué tanto Twitter? “A estas alturas, para mí se ha convertido en una herramienta de trabajo”, dice Mario, y Eduardo Berlin responde lo mismo. Andrés reconoce que también le ha servido para promocionar sus películas.
“Las redes sociales se han convertido en un eje estructurante de Educación 2020”, cuenta Mario, el patriarca del clan.
Efectivamente, para Mario Waissbluth ya es parte de su rutina de trabajo. “Las redes sociales se han convertido en un eje estructurante de Educación 2020”, explica. Y agrega que en Twitter “puedes detectar el ambiente que se vive. Sirve para testear la receptividad a un tema determinado”.

Aunque a veces se retuitean entre ellos, el clan no tiene acuerdos previos ni concertación alguna para enfrentar juntos la red. “Jamás retuitearía algo de la familia que no me parezca”, sentencia Andrés para dejar las cosas claras.

Eduardo, desde el computador, señala que igual se ayudan cuando alguno hace algo bueno o escribe algo interesante, pues en general lo reenvían a sus seguidores. En todo caso, “para mí es más fácil mandar algo de Eduardo que de mi papá”, agrega Nicolás. Retuitear el mismo apellido le da algo de pudor. A Andrés no le importa. De hecho, ese mismo día se encargó de reenviar a todos sus followers la polémica inserción que Educación 2020 puso en los diarios. “La verdad es que es algo más bien espontáneo”, agrega el cineasta.

Lo de Andrés, por otro lado, tiene mucho que ver con temas políticos. Le gusta hablar de política por Twitter. Es el más “zurdo”, dice el padre. “Me gusta reírme del gobierno”, señala el hijo. “Es opinólogo de la política”, agrega su hermano Nicolás.

Mario tiene varios intereses y así los describe: educación, políticas públicas, política pura y “leseo puro”. Por Twitter se ha hecho famoso por sus personajes como Lucifer o Snoopy. “Con eso lo paso bomba, he terminado llorando de la risa solo. Y mi señora me mira con cara de qué le pasó a este”, comenta.

A Eduardo, este canal lo acerca a Chile y para poner en la palestra temas que, a su juicio, falta que la gente debata. Le gustan los asuntos ciudadanos.

Paola, en cambio, “es la más frívola”, como dice por ahí un integrante de la familia, en medio de risas. Ella aclara, sin que le moleste el comentario, que lo suyo ha ido más bien por el lado de la terminar con la discriminación, cualquiera sea su motivo. A Nicolás lo seduce la música y “crecientemente la política”, agrega Mario.

Con todo, tienen sus críticas a esta red social. “Se ha puesto más fome. Se ha ido gente buena y ha aparecido otra menos entretenida, con menos aporte al debate”, dice Eduardo. Mario añade que está “preocupado por la polarización que está habiendo en Chile, lo que se refleja en la agresividad de Twitter”. Andrés no lo ve así, cree que está exactamente igual, mientras su papá insiste que en educación, al menos, “se ha polarizado en forma bestial”.

Distintos todos. Pero parecidos al fin. Ambos padres estudiaron en la Universidad de Chile, todos los hijos –Berlín y Waissbluth– lo hicieron en la Católica. En política, tienen opiniones distintas. En los valores, están alineados. Son liberales.

La mayoría de los Waissbluth usa Blackberry; la madre y los Berlin, se fueron por el iPhone. Pero para sentarse a la mesa la madre-madrastra impuso una regla: fuera el celular… claro que sólo algunas veces se cumple.

Una familia “bizarra”, como la define Andrés.

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