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¿Invisibilizados o incivilizados?‏

No solo rayas y grafitis
Hacia un Santiago de calidad mundial
por Miguel Laborde
Diario El Mercurio, sábado 4 de octubre de 2014
 
En las selvas urbanas contemporáneas 
son cada vez más diversas 
las categorías humanas que las recorren, 
a veces invisibles entre sí 
y especialmente en el entorno 
de parques cuya calidad 
atrae a visitantes de diversas comunas. 

En un fin de semana 
de esta tímida primavera santiaguina 
puede uno contar más 
de veinte "especies" diferentes, 
sin mencionar a los paseantes de mascotas, 
a las parejas enamoradas, 
a los carabineros montados 
o a los artistas callejeros. 

Tablas de patinaje, 
barristas de fútbol, 
creyentes en sectas 
y fanáticos de tendencias musicales 
o de sistemas de ejercicios físicos 
son algunos de los mundos que ahí confluyen. 

Muchos jóvenes 
encuentran algo 
que es fundamental 
para el bienestar psicológico, 
y que esta sociedad 
no aporta con frecuencia; 
la posibilidad 
de ser parte de una comunidad, 
en la que se comparten 
afectos más intensos 
que en muchas familias disfuncionales. 

En ese paisaje 
los adolescentes masculinos 
son, por lejos, 
más numerosos que los femeninos. 

El espacio público de los parques, 
al parecer, como antes sucedía 
en bosques, montañas o en el mar, 
es el lugar donde enfrentar desafíos 
y construir una identidad. 

Las jóvenes, en cambio, 
se ven en menor cantidad 
y más determinadas.

Tal vez más maduras, 
no parecen estar 
'perdiendo el tiempo': 
muchas están trabajando su cuerpo. 

Cada grupo parece llevar uniforme. 

El corte de pelo, 
tatuajes, piercings, 
la ropa, todo puede servir 
para perfeccionar la identidad 
y demostrar la pertenencia al grupo 
y la distancia frente a la cultura oficial. 

Es una lástima 
que las tribus urbanas 
santiaguinas más cerradas 
hayan generado el hábito 
de marcar "su" territorio, 
desgracia mayor cuando al parque 
rodean construcciones de calidad, 
como en el caso del Forestal, 
el que también sufre por ruidos, 
ferias y basuras de usuarios 
que, reclaman los vecinos, 
no cuidan el lugar. 

Como los animales del bosque, 
esos grupos parecieran necesitar 
un sistema de hitos, 
recorridos y bordes 
que les permita establecer 
una ciudad "propia"; 
una señalética propia. 

Algunos, 
en cada celebración masiva 
o fiesta popular, 
renuevan los signos 
en los muros hasta dejarlos 
saturados en una trama 
que se vuelve incomprensible, 
obligando a los municipios 
y/o propietarios a invertir, 
una vez más, en volver a pintarlos. 

Santiago no es un caso único. 

Los reportajes de prensa 
dan cuenta de fenómenos similares 
en las principales ciudades europeas, 
en las que la inmigración árabe, 
africana, turca o latinoamericana 
también genera convivencias a veces ásperas. 

Sus autoridades, cada vez más, 
recurren a la asesoría 
de antropólogos, psicólogos 
y sociólogos especializados porque, 
para desgracia del paisaje urbano, 
los muros se han transformado 
en "el buzón de reclamos" 
de muchos grupos 
que se sienten invisibilizados 
y que así quieren anunciar su presencia. 

Hay una suerte de escala entre ciudades; 
a mayor integración social, menos rayados, 
en tanto a mayor fragmentación, 
más son los signos y rayas 
que "tatúan" las fachadas de casas y edificios.

www.tribusurba nas.blogspot.com

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