"En el Reino Unido, la Universidad de Southampton acaba de publicar un estudio sobre qué le ocurre a uno mientras se está muriendo. No descubrieron mucho, para ser franco.
Recuerdo la triste y hermosa melodía de la película "Morir un poco", de Álvaro Covacevich, interpretada por Nano Vicencio, año 67.
La bailamos con mi dulce polola, cuando temas como esos facilitaban el "cheek to cheek".
Uno muere un poco muchas veces. Aunque en el tema del morir mi muerte, me veo como en esas fotos de personajes respirando la última bocanada (Victor Hugo, Napoleón, ese toque). Pediré que pongan "The Pajama game" de la Doris Day y me conviden un whiscacho; total, a esas alturas.
En una película -creo que de Bergman- se está muriendo un personaje y la cámara se le acerca y él dice "La muerte es..." Y se acaba todo. Nunca supe más.
Y está el antipoema de Parra: "Cuando me muera, cómanse mi poto con harina si quieren, pero no ahora". ¿Qué será?
En el Reino Unido, la Universidad de Southampton acaba de publicar un estudio sobre qué le ocurre a uno mientras se está muriendo. No descubrieron mucho, para ser franco.
Analizaron 2.060 pacientes que sufrieron paros cardíacos. Obvio, los resultados los publican en la revista Resuscitation, que me parece tan interesante que pienso suscribirme.
El jefe de la investigación fue Sam Parnia, hoy en la Universidad de Nueva York. Sam dice que, contrariamente a lo que se cree, la muerte no ocurre en un momento específico, sino que es un proceso "potencialmente reversible" hasta que el corazón, los pulmones y el cerebro dejan de funcionar.
Sam y los suyos interrogaron a los pacientes que resucitaron después de sufrir un paro cardíaco. El 39% recordó un "darse cuenta", pero no tenían idea de qué. (El olvido puede ser por daño cerebral o por drogas, dice Sam).
Él y los suyos interrogaron al 39% que tuvieron ese "darse cuenta" y sacaron en limpio que un 46% podía describir emociones; unos pocos, emociones como de esas pesadillas de persecución. Solo un 9% tuvo experiencias como las que popularmente se cuentan de la proximidad a la muerte y un 2% definitivamente declaró haber salido del cuerpo.
Y hubo un caso notable. Tan notable por la sangre fría de Sam y los suyos como por el resultado. A un paciente en paro cardíaco le enchufaron sonido durante tres minutos mientras se moría. Y el paciente, al volver, recordó los sonidos. Súper raro, declaró Sam, porque el cerebro deja de funcionar a 20 o 30 segundos del paro cardíaco y no se repone hasta que el corazón late nuevamente. Más encima, el paciente recordó imágenes.
Conclusión, escriben en la revista Resuscitation: Habrá que investigar más.
Cuando me esté muriendo, les cuento qué me pasa. Ojalá mis niños encuentren el disco de la Doris Day.
La bailamos con mi dulce polola, cuando temas como esos facilitaban el "cheek to cheek".
Uno muere un poco muchas veces. Aunque en el tema del morir mi muerte, me veo como en esas fotos de personajes respirando la última bocanada (Victor Hugo, Napoleón, ese toque). Pediré que pongan "The Pajama game" de la Doris Day y me conviden un whiscacho; total, a esas alturas.
En una película -creo que de Bergman- se está muriendo un personaje y la cámara se le acerca y él dice "La muerte es..." Y se acaba todo. Nunca supe más.
Y está el antipoema de Parra: "Cuando me muera, cómanse mi poto con harina si quieren, pero no ahora". ¿Qué será?
En el Reino Unido, la Universidad de Southampton acaba de publicar un estudio sobre qué le ocurre a uno mientras se está muriendo. No descubrieron mucho, para ser franco.
Analizaron 2.060 pacientes que sufrieron paros cardíacos. Obvio, los resultados los publican en la revista Resuscitation, que me parece tan interesante que pienso suscribirme.
El jefe de la investigación fue Sam Parnia, hoy en la Universidad de Nueva York. Sam dice que, contrariamente a lo que se cree, la muerte no ocurre en un momento específico, sino que es un proceso "potencialmente reversible" hasta que el corazón, los pulmones y el cerebro dejan de funcionar.
Sam y los suyos interrogaron a los pacientes que resucitaron después de sufrir un paro cardíaco. El 39% recordó un "darse cuenta", pero no tenían idea de qué. (El olvido puede ser por daño cerebral o por drogas, dice Sam).
Él y los suyos interrogaron al 39% que tuvieron ese "darse cuenta" y sacaron en limpio que un 46% podía describir emociones; unos pocos, emociones como de esas pesadillas de persecución. Solo un 9% tuvo experiencias como las que popularmente se cuentan de la proximidad a la muerte y un 2% definitivamente declaró haber salido del cuerpo.
Y hubo un caso notable. Tan notable por la sangre fría de Sam y los suyos como por el resultado. A un paciente en paro cardíaco le enchufaron sonido durante tres minutos mientras se moría. Y el paciente, al volver, recordó los sonidos. Súper raro, declaró Sam, porque el cerebro deja de funcionar a 20 o 30 segundos del paro cardíaco y no se repone hasta que el corazón late nuevamente. Más encima, el paciente recordó imágenes.
Conclusión, escriben en la revista Resuscitation: Habrá que investigar más.
Cuando me esté muriendo, les cuento qué me pasa. Ojalá mis niños encuentren el disco de la Doris Day.
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