Monedas
por Beltrán Mena
Diario El Mercurio, Artes y Letras,
Domingo 20 de mayo de 2007
A fines de los 70, el metro de París
tenía un curioso sistema de tarifas:
cada tren tenía un vagón de primera clase,
el resto eran de segunda.
Primera clase costaba tres veces más
y el precio era la única diferencia.
Como era absurdo pagar más caro por nada,
pocos lo hacían y de esa manera
hacían surgir el beneficio: más espacio y comodidad.
Creo que el ejemplo revela la naturaleza del dinero,
su abstracción, su capacidad de crear movimiento
sin gastar energía, si no poniendo en acción
la energía no utilizada de los demás.
Es raro el dinero.
Es el símbolo de lo material
y sin embargo es tan abstracto
que ni siquiera podemos imaginarlo.
Son números en una cuenta,
puntajes que alguien nos asigna
a cambio de nuestro trabajo.
¿Quién? Nosotros mismos,
los que jugamos el juego.
Los irritantes misterios de la conciencia
son una alpargata al lado de la cuestión del dinero.
El dinero no se inventó de golpe.
Necesitó el crecimiento
y maduración de una red de confianza.
Y cuando se entiende
que la historia del dinero
es la historia de la confianza,
se entiende el horror de los economistas
a la inestabilidad política.
Porque aunque el ciudadano imagina
las bóvedas del Banco Central repletas de monedas,
los tipos a cargo saben que están en realidad llenas de confianza.
Todas las monedas
podrían desaparecer por una rendija
y la economía seguiría viento en popa
mientras las bóvedas sigan llenas de confianza.
Por eso la economía es un juego de imaginación y de señales.
Mientras el trabajo del gobierno
es construir confianza sin blufear,
el juego de la oposición
es minar esa confianza sin matarla.
Es un juego cruel y peligroso,
porque la confianza es un material altamente volátil
que debe manipularse con cuidado.
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