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La mitad de la gente no vota. Y la mitad de los que sí votan está en la incertidumbre...‏

HÉCTOR SOTO, moneda

¿Qué viene después?


La pregunta de la semana es si Andrés Velasco podrá reponerse con éxito de las esquirlas del caso Penta, todavía en desarrollo. La pregunta del año, sin embargo, va por otro lado y mueve a pensar en qué va a ser de Chile una vez que acabe el actual gobierno.
La primera interrogante depende mucho de la investigación judicial en curso y de los antecedentes que vayan saliendo. Dado que el domicilio político de Velasco sigue siendo la Nueva Mayoría, o al menos la centroizquierda, es indudable que el hecho de ser financiado por empresarios lo puede complicar. Pero decir eso es casi lo mismo que decir nada. Porque al final todo depende no sólo de los hechos que vayamos conociendo, sino también de la manera en que él pueda ir afrontándolos.
En esto, el temple, el carácter del político juega un rol decisivo. Se diría incluso que este es precisamente el test de investidura del gremio.
Político no es sólo el que sabe ganar elecciones. En gran medida, lo es quien es capaz de levantarse y sobreponerse tras caer. La trayectoria de los Escalona, los Allamand, los Girardi, los Piñera, los Zaldívar, por citar sólo algunos especímenes, deja ver que en política la fuerza para volver a levantar cabeza es fundamental”.
Muchos tirarían la esponja con la décima parte de las pellejerías en que se vieron o se metieron en algún momento y sobran los ejemplos al respecto. En cambio,ellos resistieron y ahí están. No en primera fila, a lo mejor, que es donde quiere estar Velasco. Pero sí influyendo, empujando, contrapesando, ordenando, haciéndose valer. La diferencia quizá es que detrás de ellos, dejando a Piñera al margen, hay partidos, bancadas parlamentarias y núcleos duros de poder.

En penumbras
Lo que vaya a ocurrir post-Bachelet es mucho más especulativo. Lo primero que hay que decir es que ese momento llegará, cosa que hoy está en el radar de muy poca gente, porque la contingencia diaria no sólo nos consume, sino también nos enceguece. El Barómetro de la Política CERC-Mori divulgado esta semana muestra que, respecto del futuro, la sociedad chilena está todavía muy en penumbras, mucho más que en cualquier otro momento de las últimas tres décadas, y que los vacíos de liderazgos son sencillamente fenomenales a uno y otro lado del espectro. La mitad de la gente no vota. Y la mitad de los que sí votan está en la incertidumbre. Es cierto que Marco Enríquez-Ominami tiene de momento la primera opción en la centroizquierda (y Velasco la segunda), pero también lo es que el 56% de los consultados todavía no se identifica con nadie de cara a un eventual escenario presidencial.
Tal como van las cosas, las certezas de aquí al 2018 apuntan a que Chile tendrá una economía bastante menos dinámica del que fue su estándar en los últimos años: caerá el crecimiento, veremos menos prosperidad, tendremos un aparato estatal más pesado y se estrecharán oportunidades de movilidad que vimos en el pasado reciente.
Las dudas, por su parte, están conectadas a si llegaremos a ser efectivamente una sociedad más inclusiva, como lo quiere la Presidenta. Ojalá así fuera.
Cuando pasamos revista a las intenciones -de las cuales, como se sabe, está pavimentado el camino al infierno-, hasta el más indolente se vuelve optimista. Pero cuando vemos la manera en que está trabajando el gobierno, los criterios con los cuales está asignando el gasto y el destino que les está dando a los nuevos recursos capturados por la reforma tributaria, bueno, dan ganar de salir arrancando”.
No vamos a tener una educación de mejor calidad y es muy posible que los indicadores al respecto más bien bajen. No vamos a tener programas sociales más efectivos, puesto que la parte del león de los presupuestos está yendo a nuevas contrataciones, nuevos contratos a honorarios y más asesorías para la parentela y los amigos. No vamos a tener una política más transparente y legitimada, puesto que, en función de lo ocurrido en las últimas semanas, tanto en el plano de la reforma al sistema binominal como en las derivadas del caso Penta, el gobierno parece tener claro lo que hay que desmantelar, pero no tiene claridad alguna respecto de lo que hay que construir. Lo que es harto más dramático, tampoco vamos a tener liderazgos potentes, atendido que, hasta ahora al menos, lo que se observa en las dos grandes coaliciones es un déficit de confianza y conducción de proporciones.

El virus populista
La cátedra suele decir que escenarios así de desarmados y líquidos son muy propensos al populismo. De hecho, son muchos los empresarios y líderes de opinión que miran esta perspectiva con alarma. Efectivamente, son varios los que están preparando ofertones para el 2018. Chile hasta ahora se había salvado de esta peste, pero el virus parece haber entrado a la Nueva Mayoría.
La forma en que la Cámara de Diputados discutió la reforma educacional -tema que es muy serio y comprometedor para el futuro del país- no difiere mucho de la tramitación que le hubiera dado un parlamento chavista”.
El hecho entregó otro testimonio más de las dificultades que está teniendo La Moneda para controlar a su coalición y de la escasa efectividad que están teniendo los partidos como instancias rectoras del debate público.
Puede ser una ingenuidad decirlo, pero el único factor que mueve a la confianza es el realismo, la moderación y buen sentido de los chilenos. Esto fue decisivo para la transición y podría volver a serlo. Porque en algún momento la gente volverá a demandar crecimiento económico y bienes públicos de calidad. En algún momento nos pondremos serios y dejaremos de reformar por reformar. La crisis reimpondrá el realismo. Y nadie en su sano juicio va a entregar a la ruleta rusa la decisión entre si tirar todo por la borda o retomar el rumbo de progreso que traíamos hasta hace poco.

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