Después del Muro
VUELTO a la discusión el inesperado colapso del comunismo el año 1989, a propósito de la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania hace 25 años. El ex canciller Helmut Kohl ha aparecido diciendo que la debilidad económica de la URSS, no las manifestaciones a favor de la democracia en la Alemania socialista, explicaría el desplome. Tesis coincidente con quienes sostienen que una serie de anuncios de autoridades comunistas, en el contexto de tímidas reformas, sin intención de que se ó.
En los hechos, aunque no en el imaginario político de algunos, por eso el irredentismo de cierta izquierda que insiste en volver a avanzar sin transar. Lo había advertido Raymond Aron en 1982, en sus memorias, y lo volverá a repetir François Furet en 1995 (El fin de una ilusión): no porque la idea comunista caiga en descrédito (de hecho, perdía adherentes desde antes de que se desplomara la URSS), eso lleva a que en círculos intelectuales occidentales progresistas se renuncie a tener convicciones “más o menos marxistas”. Lo que impresionaba a Aron de la educación francesa de posguerra es que predominara en todos sus niveles “una visión vagamente marxista del mundo”, y que él atribuía a bastante más que profesores militantes del Partido Comunista. A Furet le impresionaba que la ilusión fuera más resistente en el Oeste que en Europa Oriental.
Los anacronismos ideológicos en historia -el que fenómenos se demuestren equivocados o persistan más allá de su vida útil- pueden ser muy porfiados. El caso cubano lo comprueba. Fidel sobrevivió a la caída del Muro, y con él quienes se obstinan en creer que el suyo es un modelo todavía viable. Si, incluso, los hay últimamente que sostienen que Allende y la UP no serían un episodio cerrado, y se ha dejado de hablar de “renovación socialista”. ¿Es que han vuelto a predominar los que nunca se sumaron a dicha conversión? Me lo pregunto porque la historia reciente de nuestra izquierda, y de aquella supuesta renovación, está íntimamente ligada, se remonta, a ese mundo alemán cuando todavía estaba dividido.
Una historia complejísima, la alemana. Supone cicatrices y cómo se las procesa. Fascinante también el contrapunto que ofrece a los chilenos Angela Merkel. Viene de la RDA. Ha aceptado la reunificación y sus términos, para muchos del “Este”, una capitulación, un derrumbe y triunfo incondicional del “otro lado”. Casi no hay artículo sobre la unificación alemana en que no se insista en la desaparición del “Este”, en la extinción de sus antiguas industrias, en el doble de desocupación en la ex RDA a pesar del éxito indiscutido de la Alemania actual, y en el que se haya convertido en un museo viviente de una experiencia derrotada.
Habrá que estar atento a cuando Bachelet, a fin de mes, visite Alemania, donde alguna vez vivió. Debiera poder decir mucho, aunque tan locuaz como en Africa no me la imagino.
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