Carta al Director
Totalitarismo metodológico
por Raúl Madrid Ramírez
Profesor titular
Pontificia Universidad Católica de Chile
Diario El Mercurio
Sábado 11 de octubre de 2014
Me quedo muy preocupado
por el tono que está adoptando
el debate público en Chile,
después de leer la primera carta
del señor Daniel Loewe
en respuesta al artículo
del obispo Fernando Chomali,
donde este razona en contra del aborto
y del matrimonio de personas del mismo sexo,
con argumentos perfectamente legítimos,
con tanto derecho a ser sustentados
como los del propio contradictor.
En su respuesta,
Loewe dirige reiteradas descalificaciones
a la posición argumental de Chomali
(la llama "alarmista", "homófoba" y "obsolescente").
Además, afirma que es "ideológica",
lo que, para una carta al diario,
es equivalente a una descalificación,
por cuanto no hay espacio
para probar la verdad
o falsedad de tal imputación.
El discurso progresista
suele ser muy despectivo con su opositor,
mediante el uso de adjetivos
-cuestión nada académica,
pero muy vigente
en las estrategias de corrección política-,
sin embargo también a través
de una creciente prepotencia
que busca zanjar las discusiones
por un simple tono de superioridad metodológica.
Ejemplo de esto último
es la afirmación de Loewe,
cuando dice que el AVP
solo empobrecería
el valor del matrimonio
(argumento de Chomali)
si se sostiene
que las relaciones sexuales
entre personas del mismo sexo
tienen menos valor
que las que ocurren
entre varón y mujer,
y agrega que, sin embargo,
"las defensas teóricas
de esta posición
distan de cualquier validez
intersubjetiva".
Con lo cual,
da por terminada la discusión.
Nadie puede atribuirse
la potestad de decretar
cerrada una discusión racional,
basándose en el argumento
de una (supuesta) posición dominante.
Y menos cuando
esa (supuesta) opinión dominante
representa una ínfima parte
de la historia del pensamiento occidental.
Esta especie de totalitarismo metodológico
es totalmente contraria al espíritu humano,
y representa literalmente un acto de fuerza
contra la libre posición de los argumentos,
que debe ser rechazado con firmeza
si queremos conservar el derecho
a la libertad de expresión.
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