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El niño rojo


"Esta relación tiene un interés muy singular, porque esta vez Larraín encuentra el mismo conflicto en la vida de Bernardo O'Higgins, que, como subraya un título inicial, es reconocido como "el Padre de la Patria". El desgarro entre el padre ausente y el hijo abandonado, ¿quiere proyectarse hacia la constitución de la identidad de Chile?..."


Noche de tormenta en Chillán. Es el 20 de agosto de 1778. La joven Isabel Riquelme (Ana Burgos) da a luz un niño de pelo rojo, que le es arrebatado de inmediato para llevarlo lejos. En los salones urbanos, el ciudadano irlandés Ambrosio O'Higgins (Fernando Cia) es nombrado oficial administrativo del Reino de Chile. Los nobles españoles se encargan de advertirle que no puede vincularse con mujeres criollas y el marqués Gabriel de Avilés (Álvaro Espinoza) le planta cara avisándole que lo vigilará por el resto de sus días. 

Todo esto ocurre en los primeros seis minutos del metraje y plantea todas las líneas de tensión que cruzarán la película, en especial la distancia obligada del padre, la impotencia y la confusión de la madre y el creciente resentimiento del niño por lo que percibe como abandono paterno.

La anterior podría ser también una descripción de una película que parece no tener nada que ver con esta, El entusiasmo (1998), situada en un contexto y un ambiente cultural radicalmente diferentes. El sentimiento de la infancia abandonada ocupa el centro del cine de Ricardo Larraín, uno de los más sólidos directores nacionales.

Esta relación tiene un interés muy singular, porque esta vez Larraín encuentra el mismo conflicto en la vida de Bernardo O'Higgins, que, como subraya un título inicial, es reconocido como "el Padre de la Patria". El desgarro entre el padre ausente y el hijo abandonado, ¿quiere proyectarse hacia la constitución de la identidad de Chile?

Esta interpretación no es excesiva ni voluntarista. Primero, porque Larraín ya había explorado la vida de O'Higgins en el primer capítulo de la serie Héroes,de Canal 13, con el sugerente subtítulo de "Vivir para merecer su nombre" (2007), centrado en las luchas de la Independencia. El niño rojoes una precuela, pero sobre todo una explicación de aquella cinta, donde el más célebre de los "huachos" chilenos debe levantar la autoridad del coraje para ser reconocido como un O'Higgins.

Segundo, porque El niño rojo es una lectura, de entre muchas posibles, de la infancia de O'Higgins. No pretende ser un documento histórico, sino una visión intencionada de los años en que el futuro héroe debió vivir escondiendo su origen paterno, al mismo tiempo que su padre escalaba en posiciones políticas y se preocupaba de cuidar su educación. El dolor del joven (y de su madre) se alterna con la contradicción del padre -el personaje más complejo del relato-, que no puede escapar de su carrera política ni de la persecución de ese implacable marqués de Avilés. El montaje alterno es, por cierto, el principal recurso narrativo con que El niño rojo revisa las fracturas de la familia imposible.

Larraín filma muy bien. Puede ser sentimental, épico, melodramático y uno de los pocos capaces de obtener imágenes telúricas del paisaje chileno. Comprende, también como pocos, la manera en que la metáfora visual construye los significados más profundos. Viendo El niño rojo, solo cabe lamentar que él tenga una filmografía tan frugal.

El niño rojo
Dirección: Ricardo Larraín.
Con:Daniel Kiblisky, Fernando Cia, Ana Burgos, Álvaro Espinoza, Carlos Morales, Rodrigo Soto, Aníbal Reyna.
112 minutos.

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