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Esta ciudad da alergia

El observador urbano


por Miguel Laborde 
Diario El Mercurio, sábado 25 de octubre de 2014

Las ciudades también requieren de una dieta saludable, variada y balanceada. En caso contrario, como nosotros, se enferman. Es más, nosotros, a través de la piel y los pulmones compartimos el mismo ambiente, su misma alimentación.
Que Santiago se expanda en condominios que suman más plátanos orientales, o Talca con sus olivos y Temuco con los abedules, en modas monotemáticas que fomentan municipalidades e inmobiliarias, nos debilita. Nuestro cuerpo pierde diversidad en relación con la flora bacteriana que naturalmente nos habita; incluso, se hace más débil frente a epidemias. Nuestra piel urbana, en un laboratorio, es un paisaje semidesértico.
Tenemos que agradecerle al doctor Pedro Mardones Precht, director de la Fundación de Aerobiología, Medio Ambiente y Salud (Fundamas), sus monitoreos del aire en nuestras ciudades.
Santiago, como otras grandes urbes, ha multiplicado cerca de cinco veces sus problemas alérgicos en las últimas décadas. Industrialización, contaminación, uso de químicos, dietas escasas en frutas y verduras, vida sedentaria... todo se suma para producir daños en la salud. Hace cuatro décadas, un 5% de los santiaguinos tenía alergias, hoy es cerca del 28%. En ese escenario, la necesidad de parques y arbolado urbano es imperativa, en aras de una biodiversidad que contrarreste estos efectos.
Asma, alergias, diabetes e incluso depresiones, se asocian a esos ambientes monotemáticos de las grandes ciudades, según han demostrado estudios de distintas universidades y laboratorios. El hombre se aleja de microorganismos que habitaron su cuerpo desde tiempos inmemoriales, los que desaparecen en ellas.
Mardones ha dicho que él no sacaría un solo plátano oriental de Santiago donde son patrimoniales, un valor de sus mejores avenidas; pero que, como crecen los antiguos y aumenta su polen, así como el derivado de los nuevos que son plantados en condominios que los han puesto de moda, las consecuencias ya son visibles.
Toma valor lo que llevan años preconizando algunos arquitectos, como lo hiciera Mario Pérez de Arce, y la Asociación de Profesionales del Paisaje: hay que entrar en la ciudad con corredores vegetacionales, por los que ingrese la flora local, para que la ciudad respire y tenga vida orgánica más rica. Cada área verde es una oportunidad de aumentar la biodiversidad. Desde el punto de vista arquitectónico y urbanístico, esta corriente se ha consagrado en varias ciudades desarrolladas como "ecourbanismo".
Dato importante, entregado por Fundamas: las especies nativas son menos problemáticas que las introducidas, porque se reproducen por la acción directa de los insectos, no por el polen aéreo que afecta las vías respiratorias. Pero pocos municipios las incorporan.
Arizona lo hizo, especialmente en Tucson: apostar a su flora y a una nueva estética, a una relación diferente de sus habitantes con el paisaje, afín a los mensajes del medio ambiente local.
Mardones Precht ha citado como ejemplo positivo un sector de Los Trapenses, detrás de la iglesia de Las Pataguas, el que atraviesa un estero. Ahí, la vegetación nativa y el paisaje natural se han cuidado y expandido. Un modelo necesario para que Santiago acoja la naturaleza que lo rodea y le abra paso hacia su interior. Ella necesita de ciudades que la contengan.
 Monotemático
Santiago con los plátanos orientales, Talca con los olivos y Temuco con los abedules. Modas monotemáticas que fomentan municipalidades e inmobiliarias y que nos debilitan.

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