[Mezcolanza a partir de una columna
publicada en el diario Las Últimas Noticias,
del jueves 13 de septiembre de 2012
La farándula,
ese término provenzal
que primero se refería
a la «profesión
y el ambiente de los actores»
y posteriormente,
según la Real Academia
de la Lengua Española -RAE
para Latinoamérica,
al «mundillo de la vida nocturna
formado por figuras de los negocios,
el deporte, la política y el espectáculo»,
ha estado vinculada desde hace años
a los escándalos de las celebridades,
coscachos incluidos...
Dado que gran parte
de la farándula
se desarrolla básicamente
a través de los escándalos
no es raro que entre ellos
se encuentren los cocachos.
Menos raro es
que estos cocachos,
en ocasiones se vuelquen
contra quienes cubren
el área de las noticias
(e incluso menos raro
es que estos profesionales,
necesitados de noticias,
en cierto sentido provoquen
el incidente, conocedores
del carácter del personaje
o personajillo acosado,
y tras la reacción previsible
se desencadena como efecto dominó
una serie de ruido mediático
expresado en dimes y diretes,
declaraciones, amenazas,
demandas judiciales, etc.,
con lo cual la farándula periodística
gana en rating y auspicios,
-teniendo tema para rato-
y el «provocado» mantiene
presencia, lo que lo beneficia
ya que el estar en el tapete,
lo coloca en «pole position»
para eventos pagados
y programas varios,
a los que asiste
a presentar sus descargos,
si logra acordar el pago previo
de los honorarios correspondientes
por presentarse en dichos programas
los que a su vez se benefician
por la expectativa creada.
La farándula es el pelambre,
el cahuín y la vocación copuchenta,
llevada del plano doméstico,
vecinal o laboral, a la plataforma mediática,
es decir, un negocio que como el universo
parte de la nada y luego se expande
como burbuja hasta que dure el cuento.
A río revuelto, ganancia
de faranduleros de toda laya.
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