por Camilo Marks
Diario El Mercurio, Revista de Libros, domingo 30 de septiembre de 2012
Cualquier autor proclive a la truculencia podría componer un folletín sobre Miguel Ángel Poblete (1966-2008), el visionario de Villa Alemana, a quien supuestamente se le apareció la Virgen María entre 1983 y 1988. Cualquier persona sin escrúpulos tiene a la mano un material espectacular: el niño abandonado que desfila por sucesivas casas de menores; el adolescente que aspira neopreno y habla con la Reina de los Cielos; los cientos de miles de creyentes que le siguieron, y su posterior conversión en mujer, Karole Romanov, princesa rusa descendiente de los zares. Cualquier practicante del sensacionalismo puede contarnos cuentos sucios acerca del muchacho que lloraba sangre, que hablaba en lenguas y que habría sido utilizado por el régimen militar para desviar la atención de lo que sucedía en el país; tal vez hasta se consignaría el dato de que los discípulos de Miguel Ángel obtuvieron la personalidad jurídica para la entidad religiosa denominada Apóstoles de los Últimos Tiempos, con fecha 21 de marzo de 2001. Pero Álvaro Bisama no es cualquier autor ni Miguel Ángel tampoco es un personaje cualquiera.
Ruido , cuarta novela de Bisama, es exactamente lo que un ser tan extraordinario merece: en ningún momento encontraremos clichés, en ninguna página sobra nada, nunca hay comentarios morales, jamás se cae en la vulgaridad o la chabacanería. En realidad, es difícil definir este libro, que renuncia totalmente a las anécdotas, se mantiene en la cuerda floja entre el poema en prosa y la ficción, y es, en definitiva, un texto inclasificable. Inclasificable e insólito, absorbente, por extensos pasajes hipnótico. Resulta tentador citar fragmentos; el problema es que eso volvería casi imposible una crítica literaria, ya que el entrelazamiento de hechos y ensueños que conformanRuido es un todo indivisible. Sin embargo, podemos describir la forma en que Bisama trata los milagros en el cerro El Membrillo, de Peñablanca, con una palabra que, si bien no es la más adecuada, quizá sea apta para esta obra: exorcismo. En el conjuro y exorcismo de una época, de un pasado que ya parece remoto y es muy reciente, de una cultura enraizada en cierta generación, de un idioma, opaco y transparente, reside uno de los sentidos de la narración.
En Ruido apenas hay nombres y Miguel Ángel se llama simplemente el vidente. El punto de vista narrativo que predomina es el "nosotros"; o sea, una voz plural que habla por los contemporáneos del santón, por los que escuchaban música punk, veían películas de ciencia ficción, leían fanzines, seguían extraños shows televisivos; en fin, agonizaban de aburrimiento en la provincia. Como es inviable mantener de modo permanente a un narrador plural, la tercera persona singular surge sin que lo notemos, en un flujo natural: si la trama no termina convertida en un embrollo, ello se debe a la pericia técnica de Bisama.
Así, la vida de Miguel Ángel se confunde con las vidas de muchos jóvenes cuyas conciencias despertaron en la década de 1980, llegaron a la madurez con el advenimiento de la democracia y luego se perdieron, se desilusionaron o desaparecieron en medio de la violencia, las drogas, los flippers, la búsqueda de extraterrestres u ovnis, las naves espaciales, los dibujos animados. La primera parte del tomo, dividido en breves capítulos, expresa, por así decirlo, la experiencia religiosa del protagonista: el éxtasis, el histerismo, las comunicaciones con la Madre de Cristo, los prodigios -hostias en una caja dorada, muerte y resurrección, cantos en arameo, estigmas- y toda suerte de acontecimientos sobrenaturales. Poco a poco, Bisama construye una sincopada polifonía, en la que el lenguaje barroco y gongorista da paso a un tono más sombrío y reposado. En el ascenso del héroe, hay euforia y exaltación, en su ocaso y olvido, el estilo es algo melancólico.
Otro vocablo con el que Ruido se asocia de inmediato es alucinación. De punta a cabo, el relato constituye una alucinación verbal: delirio, frenesí, instantes de calma y, sobre todo, estados oníricos imprecisables, construidos en base a premoniciones y otra serie de elementos subconscientes.
Es probable que Ruido no sea del gusto de algunos; por el contrario, atraerá sin reservas a quienes prefieren lo inhabitual, lo poco convencional. A nadie puede exigírsele la lectura de una trama que, básicamente, consiste en la interpretación lírica de un desvarío. Aun así, el que es incapaz de sumergirse en ella sin afectarse, sale perdiendo, porque Ruido es un tour de force narrativo.
Ruido
Álvaro Bisama
Editorial Alfaguara, Santiago, 2012, 172 páginas, Novela
Álvaro Bisama
Editorial Alfaguara, Santiago, 2012, 172 páginas, Novela
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