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Chile, sociedad vagabunda sin madre por Sergio Melnick



Diario La Segunda, Jueves 20 de Septiembre de 2012
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2012/09/20/chile-sociedad-vagabunda-sin-m.asp
El big bang es, simbólicamente, la idea del «desde adentro hacia afuera». Nacemos desde el interior de nuestras madres, y ellas simbólicamente representan nuestro origen. Al principio, para el recién nacido, no hay separación con la madre: son una sola cosa. La separación se produce después, cuando aparece el Yo, de la misma manera en que la consciencia se separa alguna vez de lo inconsciente. La madre es entonces, simbólicamente, la conexión con la divinidad, la unicidad o la totalidad, según acomode a las creencias de cada cual. Ahí están algunas de las claves más importantes de nuestro sentido vital. Lo paternal, en cambio, tiene más que ver con las relaciones con la sociedad, con las maneras racionales de trabajar en forma concreta en el sentido, con las herramientas que vamos a usar en la vida externa. El esperma masculino, simbólicamente, va a buscar al óvulo para que el ser pueda nacer y “salir” al mundo. Y cuando las relaciones con la madre son enredadas, hablamos de un complejo, una maraña difícil de ordenar. A veces, éstos se transforman en patologías.
Esta lógica se puede trabajar también en el caso más amplio de la sociedad. Y, así, Chile presenta, a mi juicio, una patología muy seria de sentido vital. Podemos decir que hay un problema con la madre simbólica del país. ¿De dónde venimos, a dónde vamos? Ese es el eje indefinido de nuestra historia. A veces queremos ser capitalistas, otras socialistas, otras humanistas; a veces, más creyentes, otras más emprendedores, otras liberales. A veces, somos patriarcales; a veces, matriarcales.
Lo materno también tiene que ver con nuestro sentido de unidad, que ciertamente no tenemos; sólo nos aparece en las emergencias. Después se olvida y seguimos con el déficit atencional social característico. En los últimos 50 años pasamos del liberalismo de Alessandri a la “revolución en libertad” cooperativista de la DC; luego, a la “revolución de empanadas y vino tinto” para alcanzar el socialismo y la dictadura del proletariado; después, al liberalismo, a la socialdemocracia y al Estado de Bienestar. ¿De qué se trata de todo esto? Se trata, a mi juicio, de un enorme complejo maternal colectivo. Simplemente no sabemos ni quiénes somos y de dónde venimos, ni qué queremos ser en términos sociales. En esos procesos de indefinición, son comunes las regresiones y el tratar de volver a la madre, a nuestro origen y sentido. Pero Chile no tiene, simbólicamente, una madre conocida.
El inconsciente social, entonces, proyectó esto en forma natural en Bachelet, por ser la primera mujer Presidente, y rechaza de igual manera lo patriarcal, el orden, el éxito, el esfuerzo, la estructura: todo lo que representa Piñera. Los chilenos medios queremos que el Estado maternal nos resuelva nuestros problemas personales, que nos diga qué hacer y dónde ir, y si lo hace, curiosamente, nos rebelamos. Los padres no pueden controlar el alcohol de los hijos y piden una ley que lo regule. No saben qué hacer con la educación y esperan que el Estado lo resuelva. Ese es el simbolismo inconsciente que representa Bachelet. Pero, claro, ella no es nada de eso en la realidad: es sólo una proyección, lo que creemos que es o, más aún, lo que nos gustaría que fuera. No tiene ideas de futuro, o al menos no se le conocen, ni mucho menos capacidad de gestionarlas, como ocurrió en su gobierno. Pero ella representa esas emociones maternas, siempre un poco numinosas. Personajes como Piñera y Lagos representan lo patriarcal, la disciplina, la racionalidad, el trabajo duro, la responsabilidad que necesariamente va asociada a la libertad. Pero, de eso, el país parece que se ha cansado. Bachelet y la Concertación sólo hablan de derechos, nunca de responsabilidades: el camino de la perdición de una sociedad.
Por todo ello, ése es, a mi juicio, el desafío más importante de las presidenciales de 2013. Dado que los chilenos somos los campeones de eludir nuestras propias responsabilidades, ganará quien logre proyectar una idea de sentido colectivo común que sea acogida. Ese es el «yes we can» de Obama. Eso es lo que hace Chávez o lo que hace Cristina con el populismo a todo trance. El problema es que ésas son visiones atractivas, afectivas, pero más bien irreales, porque van contra la naturaleza humana, y que terminan o destruyendo las sociedades o en dictaduras. Nada de eso queremos para nuestro país.
Necesitamos un balance, y eso impone una dosis mínima de racionalidad. En ese sentido, Golborne es una opción de gran equilibrio.

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