Tribuna
Origen de la vida y el creador
por Rafael Vicuña
Profesor Titular Pontificia Universidad Católica de Chile
Origen de la vida y el creador
por Rafael Vicuña
Profesor Titular Pontificia Universidad Católica de Chile
Diario El Mercurio, Viernes 28 de Septiembre de 2012
El intercambio de opiniones sobre el origen de la vida ha vuelto a traer al primer plano el asunto relativo a la causalidad de la existencia del universo y de la vida. Un debate semejante tuvo lugar en estas mismas páginas hace pocos años, con motivo del aniversario del natalicio de Charles Darwin.
En este contexto, Álvaro Fischer ha sostenido recientemente que "la vida es, efectivamente, sólo materia inanimada organizada a partir de moléculas complejas" (carta del 11 de septiembre). Días después señaló que "la vida es solo materia inanimada organizada de una forma particular, sin la necesidad de que un creador participara en ello" (carta del 16 de septiembre).
La honestidad y capacidad intelectual de Álvaro Fischer son merecedoras del mayor respeto. Sin embargo, en estas afirmaciones se observan notorias fallas de orden epistemológico. En primer lugar, no está para nada claro que la vida consiste sólo en materia organizada de un modo particular. De ser así, la podríamos explicar a partir de sus componentes, lo que hasta ahora no ha sido posible.
No ocurre lo mismo con las máquinas, que por complicadas que sean, no son más que la previsible suma de sus partes. Pensar que la vida es algo más que una particular organización de sus componentes moleculares no implica necesariamente apoyar un vitalismo como el propuesto por Bergson. De hecho, no conozco a ningún biólogo que sea partidario de esta doctrina. Pero cualidades de la vida como la autoorganización, la mantención autónoma del desequilibrio termodinámico, la dualidad metabolismo-genética y la evolución darwiniana, entre otras, parecen decirnos que en los seres animados hay algo más que una particular distribución espacial de sus complejas moléculas.
La dificultad de reducir todos los aspectos de la vida sólo a causas mecánicas ha sido manifestada por innumerables pensadores, entre los que se encuentran Immanuel Kant ("es absurdo esperar que un nuevo Newton vendrá un día a explicar la producción de un tallo de yerba por leyes naturales", Crítica del juicio); Niels Bohr ("hay una imposibilidad de una explicación física o química de las funciones peculiares a la vida", Luz y vida), y Erwin Chargaff ("la vida es la continua intervención de lo inexplicable", Fuego de Heráclito).
Lograr identificar ese "algo más" adicional a la sola materia que poseen los organismos continúa representando un desafío, tanto para científicos como para filósofos.
Por otra parte, no se entiende la lógica que emplea Álvaro Fischer para que, a partir de la particular organización de la materia en los seres vivos, llegue a sostener que no hay necesidad de que un creador participe en ello. ¿Es que otro tipo de organización haría necesaria su participación? ¿Qué cualidades debiera tener la vida para que pareciera ineludible la participación de un creador? ¿Podría ser en el caso, por ejemplo, que la vida violara las leyes de la ciencia positiva?
Lo más probable es que la vida haya surgido a través de una serie de etapas de creciente complejidad, todas ellas cumpliendo las leyes de la físico-química. No tenemos idea cómo aquello puede haber ocurrido, aunque es seguro que en el futuro estaremos en condiciones de ofrecer una hipótesis plausible y de amplio consenso al respecto.
Hoy existen demasiadas, lo que refleja nuestra actual ignorancia. En cualquier caso, dicha hipótesis no nos servirá para descartar ni para afirmar la existencia de un creador. Más aún, estaríamos en esta misma situación aunque llegáramos a comprender a cabalidad, desde el punto de vista material, el funcionamiento del universo y de la vida. La razón de ello es que la ciencia no agota el conocimiento de la naturaleza. Es solo saliéndose del plano científico y adentrándose en una reflexión filosófica que se puede llegar al convencimiento de la existencia de un Creador. Esto último, claro, se alcanza por una convicción personal, que no es demostrable con los argumentos de la ciencia experimental.
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