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San Mateo

21 / Sep

Por Valeria Artigas

Valeria Artigas

Hace poco conté acá mismo que volví a Chile el 21 de Septiembre de 1994. Con la primavera chilena inauguré el cambio total del guión de lo que era mi vida hasta ese momento. Parecía un buen augurio.
 
Un año exacto después me tocó el primer aniversario de mi supuesto retorno visitando a mi mamá en Buenos Aires. Ya con un año completo en el cuerpo de vida chilena podía estar segura de que en realidad el cambio de país estaba siendo mi exilio íntimo y personal. Chile me resultaba arisco, áspero y desconocido, a pesar de que todos mis documentos confirmaban que efectivamente éste era mi país, yo me sentía más extranjera que en todos mis exilios previos. A esa altura el buen augurio de la fecha de retorno se había esfumado por completo. Recuerdo que ese día con mi mamá fuimos a recorrer cafés y museos y en cada uno hacíamos salud por la fecha. En esos tiempos en Buenos Aires (tal vez todavía ocurra, no sé) en todas partes regalaban flores para celebrar y darle la bienvenida a la primavera. En cada quiosco, café, librería, disquería, cine o teatro, te llegaba una flor de regalo. Y yo -que soy una optimista incorregible- en esas flores restauré la esperanza en mi primavera chilena.
 
Con los años y poquito a poco fui reconstruyendo mi historia, adaptándome a la nueva realidad y reconciliándome con mi chilenidad más allá de los documentos. Las parcelas de negación y reconocimiento empezaron a emparejarse y perdí la vergüenza por usar “chévere” y “po” en la misma frase. Hace tiempo ya que me reconozco chilena con naturalidad y nunca he dejado de asumirme venezolana. Puedo odiar y amar Chile desde adentro, como se odia y se ama a la mamá. Puedo avergonzarme o enorgullecerme como una hija más. Me violenta que mis amigos venezolanos pelen a Chile y me violenta con la misma intensidad que mis amigos chilenos pelen a Venezuela. Soy una mestiza de tomo y lomo y hace tiempo que estoy orgullosa de eso. Pero nunca he dejado de brindar, celebrarme, conmemorarme, homenajearme y hacer balance cada 21 de septiembre…
 
En ese estado de celebración y balance estaba hace ocho años cuando sonó el teléfono mientras yo -embelesada con la perfección de cada dedito, sobrepasada de tanto amor, aterrada, asustada y agradecida- le daba teta a mi hijo Mateo que tenía 12 días de nacido. Era mi amiga Vale para desearle feliz santo… el día que cumplí 10 años en Chile supe que el 21 de septiembre es San Mateo y en un segundo el buen augurio del aterrizaje de aquella primavera del 94 se materializó, se hizo sentido y luz para siempre…
 
Hoy cumplo 18 años de Chile. Hoy es San Mateo. Hoy con mi pareja estamos de aniversario. Salud. Salud. Salud. Feliz primavera a todos.
 
Foto Rodrigo Vega Bracelis

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