por Axel Buchheister - Diario La Tercera 18/12/2011
Pesa sobre los actores políticos, la obligación de condenar la agresión que sucedió el jueves en el Campus Oriente.
La celebración del vigésimo aniversario de la Fundación Jaime Guzmán, evento al cual asistí, fue empañada por un grupo minoritario y violento de alumnos del Campus Oriente de la Universidad Católica, que organizó al efecto una "funa". No lograron impedir el acto, pero lo retrasaron e impidieron la asistencia del Presidente de la República, quien tuvo que desistir de concurrir, porque no procedía que expusiera la dignidad del cargo que inviste.
No hubo mayor riesgo físico, pues los violentos estaban en abierta inferioridad numérica respecto de los asistentes al acto, que en realidad mostraron civilización y compostura, pero la gravedad está en lo que el hecho envuelve. Impresiona, además, el odio con que se manifiestan y la manera de expresar su mensaje, todo para invocar sus propios derechos y respaldar sus propósitos. Baste mencionar el cartel que decía "Jaime sacúdete en tu cripta" y era acompañado de una cruz invertida, símbolo que ha sido adoptado como satánico, hiriendo las conocidas convicciones religiosas que profesó el ex senador, quien si hubiera estado presente, seguramente no hubiera hecho nada más que razonar que en una cruz así dispuesta fue martirizado el apóstol Pedro.
Se deslizaron críticas porque no se habría previsto el riesgo de tales desmanes en un campus universitario, que es un lugar abierto y sin protección. Puede que tengan base desde del análisis de la mera seguridad, pero la cuestión de fondo es: ¿cómo es posible que no se pueda llevar a cabo un homenaje dentro de un recinto universitario, donde por definición se debiera cultivar el saber y la tolerancia, en el cual precisamente dictó clases y en cuyo frontis fue asesinado por sus ideas un senador?
La autoridad universitaria se negó a autorizar el ingreso de la fuerza pública, para no escalar el conflicto. Una prudente actitud, sólo que con ella los violentistas se salieron con la suya y quedaron impunes. Entonces, lo volverán a hacer. De hecho, este no fue un lamentable suceso aislado, han existido otros similares en tiempos recientes, como la agresión al ministro Lavín en un seminario o la interrupción por la fuerza de una sesión de una subcomisión presupuestaria en el Senado, y por lo mismo, no debiera ser indiferente para nadie que auténticamente crea en la democracia y quiera que Chile evolucione civilizadamente y en paz.
Que haya problemas en la educación no justifica los medios que se emplean para protestar, ni menos para imponer a otros una determinada visión o solución. Si queda en el olvido, se corre el riesgo -que sí es importante prever- que el mensaje sea que la violencia, la intimidación y la amenaza son el camino para lograr los objetivos; y las dolorosas experiencias de nuestro pasado nos tendrían que recordar que es muy peligroso entrar a recorrer ese camino. Pesa entonces sobre los distintos actores políticos la obligación de condenar sin ambigüedades la agresión que sucedió en dicho campus y la profanación de la memoria del extinto senador. Aunque más no sea por simple cautela: los violentistas atacan a todos los que se cruzan en su empeño. El pasado jueves fuimos nosotros, mañana serán otros.
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