En 1989, en un lapso de cuatro meses, el fallecido dramaturgo checo pasó de ocupar una celda de cárcel a liderar la naciente democracia de la entonces Checoslovaquia. Desde entonces, se erigió como una singular figura política y moral, que muchas veces abordó tópicos incómodos, como el egoísmo europeo y la falta de fe y valores en Occidente. Presentamos una selección de sus planteamientos, publicados en este suplemento, y una visión del Washington Post.
Diario El Mercurio, Cuerpo Cultural Artes y Letras, domingo 25 de diciembre de 2011
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