Este IVA podría generar un gran efecto distributivo, abaratando el consumo para los estratos populares.
por Oscar Landerretche - Diario La Tercera 16/12/2011 - 04:00
Una dificultad con la reforma tributaria es su doble objetivo: alza de carga y cambio de estructura. Subir la carga para financiar mejoras en educación, salud y otros bienes públicos; y alterar la estructura, entre otras cosas, para mejorar la distribución del ingreso.
La equidad en Chile es empeorada por los impuestos. Cantallops, Jorrat y Scherman (2007), con datos del SII, muestran cómo la razón de ingresos entre los quintiles extremos pasa de 17 a 1 antes de impuestos a 20 a 1 después de ellos.
Una razón principal detrás de este efecto regresivo es el IVA que tiende a gravar el consumo entre hogares de trabajadores de ingresos bajos que casi no ahorran. Esto hace que el IVA equivalga para ellos, en la práctica, a un impuesto a los ingresos laborales. De hecho, entre los estratos populares, el IVA opera como un impuesto a la renta incluso sobre los ingresos informales. En cambio, hay una pléyade de franquicias tributarias para el ahorro y la inversión, actividades típicas entre hogares más ricos. El resultado es que el sistema tributario chileno es regresivo. Entre los países desarrollados es justo al revés.
El problema es que el IVA es casi el 45% de la recaudación. Esto implica que si uno baja su tasa para mejorar la equidad, tiene que subir fuerte otros impuestos para compensar y que no caiga la carga total. Como queremos subir la carga, los dados están inclinados en contra de bajar el IVA. Por eso la idea freak de hoy es el IVA progre.
Imaginemos un chip en el nuevo carné de identidad, vinculado a una base de datos del SII que registra el percentil de ingreso en que está cada ciudadano cada año. El IVA, en cualquier pago con débito (insertando el chip), dependería del percentil de cada uno. El IVA más alto sería 30%; el más bajo, 0%. Dada la distribución del consumo, esto probablemente da un IVA promedio como el actual y preserva su recaudación. El IVA iría subiendo con el percentil: en el 20 sería 6%; en el 80, 24%; etc.
Este sistema tiene costo de implementar, pero creo que las tecnologías para hacerlo bien están a la vuelta de la esquina y el impacto distributivo sería colosal. De hecho, dada la importancia del IVA, es difícil lograr el objetivo distributivo de la reforma sin meterse con él. Por cierto, habría que superar desafíos técnicos. Por ejemplo, como las compras con efectivo llevarían el IVA máximo, habría que subsidiar fuertemente el uso de pago electrónico entre los estratos populares, donde está menos extendido, para evitar un efecto perverso.
El IVA progre podría generar un gran efecto distributivo, abaratando harto el consumo para los estratos populares, a cambio de encarecerlo para los más ricos. Además, entre los más adinerados, al subir el IVA se reforzaría el incentivo a ahorrar e invertir, justo donde este incentivo es más relevante. Otra virtud: el IVA progre rebajaría el impuesto implícito a los ingresos laborales informales y ocasionales que hoy actúa a través del IVA, y que son tan importantes entre los más pobres, cosa muy difícil de lograr con reformas al impuesto a la renta.
A la primera suena como ciencia ficción. Piénselo un poco y verá que no lo es tanto.
La equidad en Chile es empeorada por los impuestos. Cantallops, Jorrat y Scherman (2007), con datos del SII, muestran cómo la razón de ingresos entre los quintiles extremos pasa de 17 a 1 antes de impuestos a 20 a 1 después de ellos.
Una razón principal detrás de este efecto regresivo es el IVA que tiende a gravar el consumo entre hogares de trabajadores de ingresos bajos que casi no ahorran. Esto hace que el IVA equivalga para ellos, en la práctica, a un impuesto a los ingresos laborales. De hecho, entre los estratos populares, el IVA opera como un impuesto a la renta incluso sobre los ingresos informales. En cambio, hay una pléyade de franquicias tributarias para el ahorro y la inversión, actividades típicas entre hogares más ricos. El resultado es que el sistema tributario chileno es regresivo. Entre los países desarrollados es justo al revés.
El problema es que el IVA es casi el 45% de la recaudación. Esto implica que si uno baja su tasa para mejorar la equidad, tiene que subir fuerte otros impuestos para compensar y que no caiga la carga total. Como queremos subir la carga, los dados están inclinados en contra de bajar el IVA. Por eso la idea freak de hoy es el IVA progre.
Imaginemos un chip en el nuevo carné de identidad, vinculado a una base de datos del SII que registra el percentil de ingreso en que está cada ciudadano cada año. El IVA, en cualquier pago con débito (insertando el chip), dependería del percentil de cada uno. El IVA más alto sería 30%; el más bajo, 0%. Dada la distribución del consumo, esto probablemente da un IVA promedio como el actual y preserva su recaudación. El IVA iría subiendo con el percentil: en el 20 sería 6%; en el 80, 24%; etc.
Este sistema tiene costo de implementar, pero creo que las tecnologías para hacerlo bien están a la vuelta de la esquina y el impacto distributivo sería colosal. De hecho, dada la importancia del IVA, es difícil lograr el objetivo distributivo de la reforma sin meterse con él. Por cierto, habría que superar desafíos técnicos. Por ejemplo, como las compras con efectivo llevarían el IVA máximo, habría que subsidiar fuertemente el uso de pago electrónico entre los estratos populares, donde está menos extendido, para evitar un efecto perverso.
El IVA progre podría generar un gran efecto distributivo, abaratando harto el consumo para los estratos populares, a cambio de encarecerlo para los más ricos. Además, entre los más adinerados, al subir el IVA se reforzaría el incentivo a ahorrar e invertir, justo donde este incentivo es más relevante. Otra virtud: el IVA progre rebajaría el impuesto implícito a los ingresos laborales informales y ocasionales que hoy actúa a través del IVA, y que son tan importantes entre los más pobres, cosa muy difícil de lograr con reformas al impuesto a la renta.
A la primera suena como ciencia ficción. Piénselo un poco y verá que no lo es tanto.
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