La labor que la naturaleza ha realizado
con la decisiva intervención de María Luisa
y en años recientes de Benito,
ha hecho que este lugar despliegue
durante el día una infinidad de variaciones
de tonalidades de verde y otros colores
que ni siquiera me imaginaba que existían,
o al menos no había adquirido conciencia
de tal riqueza en su especificidad.
La exuberancia vegetal
en ciertos lugares del terreno
en que se encuentra emplazada
la casa en que vivimos
hace casi un cuarto de siglo,
logra ocultar en algunos rincones
o al menos fragmentar
las impresionantes vistas
a la porción del valle de Santiago
que tenemos enfrente, flanqueado
por un encadenamiento de cerros
de poniente a oriente,
desde los Altos de Bustamante
en la cordillera de la Costa,
pasando por el cerro Manquehue
hasta rematar en las cumbres andinas
dominadas por las alturas del Plomo...
Y aunque es verdad
que nombrar algo
no equivale a comprenderlo,
el sólo nombrar sí posee
un conjunto de funciones
y cualidades insospechadas.
A veces conocer el nombre
abre cauce a una nueva realidad
creada para el objeto o sujeto.
Está, para empezar,
la dimensión poética del nombre:
lo que sugiere, lo que evoca;
más una nueva dimensión de la realidad
a la que se le confiere identidad
y contribuye a distinguirla de otras;
el ponerla en valor facilita también
el poder detenerse a contemplar
los atributos que están asociados
al misterio de lo que se nombra.
Es verdad que uno puede pasearse
y disfrutar del jardín sin conocer
un sólo nombre de planta, o de invertebrado,
volador o terrestre, que se desplace por entre el follaje.
Pero al conocer sus nombres,
uno comienza a reparar en los detalles
y al mismo tiempo, puede paladear y degustar
la riqueza de matices asociadas a dicho denominación.
Y así el sólo recorrer el jardín, de punta a cabo,
deviene en un experiencia asombrosa
un continuo maravillarse y admirarse
ante tanta belleza innombrada por tanto tiempo,
que, poco a poco comienza a aparecer
y a reconocerse en este bautizo botánico.
Entre los nativos:
Conantera, Calceolaria,
Alstroemeria angustifolia y ligtu,
Solaria, Huilmo, Macaya,
Huilli, Añañucas, Azulillo,
Estrella Azul de la Cordillera,
Mutisia, Soldadito,
Chupa chupa, Quilo,
Pata de Guanaco...
El Quillay, Litre, Espino, Maitén,
Lingue, Peumo, Arrayán, Patagua,
Nothofagus oblicua, Boldo, Espino,
Belloto del Norte, Belloto del Sur,
Araucaria, Palma chilena...
El Maqui, el Palqui, el Huañil,
el Tevo (Trevoa trinervis), el Natre,
el Colliguay, el Chequén y el Culén.
Entre los introducidos no comestibles:
La Cordilinia, el Olmo, el Morón,
el Ligustro, el Roble Negro,
el Aromo, el Eucalipto, Pinos,
la Palma de las Canarias...
La Barba de Viejo, el Mioporo,
el Laurel, Paqueret, el Aloe Vera,
el Abutilón, la Lantana, los Clarines,
el Acanto y el Agapanto, el Agave,
los Jazmines, la Salvia,
las Rosas, los Cardenales...
Y entre lo comestible:
El Nogal, el Níspero, el Damasco,
el Palto, el Mandarino, el Limonero,
el Guindo, los Ciruelos, los Duraznos.
Las Parras y las hortalizas y vegetales de la huerta:
los tomates, las acelgas, el zapallo, el laurel de comer,
la lechuga de la variedad 'oak leaf' (hoja de encina),
la albahaca, el tomillo, el romero, el orégano
En almácigos hay ciboulette, menta,
yerba buena y melisa...
Me faltó algo muy breve, que leí muy recientemente
en una entrevista a la viuda de Francisco Varela
y que en cierta forma tienen que ver con el nombrar:
Aquello de que las cosas no existen
hasta que el observador las ve (y las nombra)
y ahí comienza un baile
que le da forma al objeto y al que lo ve...
Creo que no estaría tan extraviado
si concluyera esto, recordando algo
que dijo en una entrevista reciente
la viuda de Francisco Varela:
'Aquello de que las cosas no existen
hasta que el observador las ve (y las nombra)
y ahí comienza un baile
que le da forma al objeto y al que lo ve...'
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