por Joaquín Fermandois
Diario El Mercurio, Martes 27 de Diciembre de 2011
Diario El Mercurio, Martes 27 de Diciembre de 2011
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/12/27/1912-titanic-2012.asp
Estamos a cien años del preámbulo de un momento fatídico como pocos, la Primera Guerra Mundial. Parece un paisaje hundido, pero están frescas conversaciones con gente que alcanzó a vivir ese mundo que ahora nos parece crepuscular. Philipp Blom, en "Los años de vértigo", asegura que en esos años que se asocian a la belle époque se configuraban muchos de los problemas y polémicas que nos acompañan hasta ahora. Existe más continuidad que ruptura en todo el proceso de la modernidad en los últimos dos siglos. Y existen grandes sismos, apocalípticos para demasiadas de las personas envueltas, aunque ello no impidió que esta historia siguiera su marcha. Lo que le confiere un eros tan especial a los años que anteceden a esa guerra es esa combinación de profundidad reflexiva e intensidad de la experiencia estética, con densidad no repetida desde entonces; ello, junto a una boba fantasía exultante con los juguetes de la era técnica y de optimismo ilimitado en el progreso. Sin embargo, todos los grandes movimientos que agitaron al siglo XX y que nos mueven todavía, y no sólo en Europa, ya tenían su rostro en la década que precedió a 1914.
Como cualquiera, el año 1912 es rico en ejemplos simbólicos: la elección de Woodrow Wilson en Estados Unidos, con temas nada olvidados hasta hoy; la revolución china, que tanto cambiaría y sigue cambiando las cosas en una China post-revolucionaria; había guerra en Libia; en Chile, la integración con Argentina avanzaba con la inauguración del Ferrocarril Transandino. Fue el año en que nació mi madre.
Todo año es centenario de un suceso para nosotros significativo. Así, 2012 será el aniversario de un símbolo potente como pocos, el naufragio del "Titanic", en la noche del 14 al 15 de abril de 1912. Encendió la imaginación y el pavor de una época. En su viaje inaugural, ese buque que se suponía insumergible se hundió un par de horas después de chocar con un iceberg. Se salvaron 700 personas y perecieron mil 500. En la guerra y en las revoluciones que seguirían murieron millones, pero sólo podemos imaginar lo concreto donde visualizamos una tragedia. El naufragio del "Titanic" está más vívido que la batalla de Verdún o el exterminio de la familia imperial rusa.
El escritor Ernst Jünger ha resaltado este hecho como la señal más inequívoca del maleficio que planea sobre nuestro mundo. Ese nombre irreverente, que se arroga lo titánico como santo y seña, tenía que condenar al buque, como símbolo del desafío soberbio, a las proporciones de lo humano; crítica y actitud corrosiva ante lo sagrado; desahucio de lo cultual en la vida cotidiana. El éxtasis ante la máquina (vale también para un ente audiovisual), la ceremonia como espectáculo de pan y circo, y el adelanto material -incluyendo una vida más prolongada- a costa de una concepción adquisitiva, se instalan como metas exclusivas de la existencia. Sobre todo, la idea de que la cantidad, la fuerza (en política, sea la revolución o la contrarrevolución) o la planificación racional puedan constituir medios idóneos para otorgar sentido a la vida, se precipitó al fondo oscuro del océano esa noche de 1912. La idea de barco siempre ha estado imantada de símbolo, y por ello, dice Jünger, "el hundimiento del 'Titanic' originó un modelo ejemplar del fracaso de la planificación; constituye un punto de inflexión en la historia del progreso". Añade que en la mitología clásica los titanes fueron siempre derrotados y lo mismo volverá a suceder.
¿Habrá que rechazar el progreso? Sería otra insensatez, sólo que aquél no nos entregará una respuesta que nos asome a la hondura de las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS