por Liberty Valance
Diario El Mercurio, sábado 24 de diciembre de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/12/24/el_sabado/_portada/noticias/71109BFA-EB7D-47DC-A448-D4734B98EDB3.htm?id={71109BFA-EB7D-47DC-A448-D4734B98EDB3}
El viejito se queja. por todo. por la barba, "que se me ha puesto amarilla y verde", por la presbicia, por el olor de los renos. y porque, dice, ya pocos creen en él. menos los niños de hoy, que "no conocen ni los sobres ni las estampillas". "a mí me pasa lo que al plumavit: no somos los de antes", dice. aquí, su letanía y revelaciones de ser un viejo pascuero en estos tiempos.
¿Saben realmente lo que es volar en un trineo de renos?
A miles de metros de altura y con el viento que te azota, pega y retumba.
Recibiendo el hedor de 9 animales de 400 kilos de peso cada uno, más o menos.
Bestias gordas y bien alimentadas que cuando viven en Alaska no se notan ni huelen, porque el territorio es grande y cunde el frío, pero ya en un establo son insoportables.
Y esos nombres tontorrones de Saltarín, Bailarín, Cupido o Cometa.
La barba se me ha puesto amarilla y verde, el cutis lo tengo ajado y roto y la presbicia me aumentó por culpa del vapor espeso e hiriente que desprenden los renos.
Esa mezcla de sudor, gases, orín, saliva y desperdicios innombrables, que brotan en cascada y yo dale latigazos y dale que te pego.
No tengo tiempo ni disposición para preocuparme de los regalos: al que le llega le llega y el otro se aguanta.
Paso una nube y me llega el géiser, uaaah, y entonces como venganza: toma para que te duela.
Y de nuevo: uaaaah. Y toma.
Lo primero es sobrevivir, lo siento. Lo segundo es la repartija de regalos.
Sale el sol y la capa de engrudo con especies que se me ha pegado en el traje, cara y labios, se hace sólida.
Así cualquiera pierde el entusiasmo.
En esto nadie me ayuda, porque no hay nada peor que un duende, que son seres menesterosos, pedigüeños y engañadores.
Cuando uno vuela, vuela solo.
Los duendes son equivalentes a un político díscolo y sus virtudes son las de los asesores, orejeros y correveidile.
Habladores y de poco fiar, bufones aburridos, columnistas repetidos y yesman de turno, que cuando no sacan la vuelta, se hacen los lesos.
Tienen tendencia innata a la crítica sin fundamentos, porque la con fundamentos es enriquecedora, aunque escasísima, como todos sabemos.
La crítica de ellos es por el gusto de incordiar. Se aprendieron eso de que "Los duendes unidos jamás serán vencidos". Inventaron que el reno es el mejor amigo del duende y me pasan escondiendo el látigo.
Echaron a correr el rumor de que yo era una figura nacida en el consumo salvaje.
Un guatón sin contenido, dijeron.
Un viejo sin norte, repitieron.
Los duendes, en definitiva, son gente pequeña.
El asunto es que no vale la pena insistir en continuar, porque mi trabajo es poco valorado y en un par de años igual no vuelvo y además tampoco me llaman. Y menos me escriben.
Los niños no conocen los sobres ni las estampillas y un poco más el papel, pero no relacionan las cosas, que es justo lo que le ocurre al gobierno, o sea que ni pensar en escribir cartas, porque ignoran el sentido del relato.
El coronel no tiene quien le escriba. Y yo tampoco.
El twitter y el mail hacen las cosas públicas y nadie se atreve a decir hice esto pésimo y esto otro mal, pero aparte de eso en el año no hice absolutamente nada bien, como la Concertación.
En el caso anterior, la sinceridad le lleva premio: un peluche.
¿Qué comiste, reno de los mil demonios?
¡Toma!
El látigo ya no les hace nada, porque tienen la piel muy dura, como tabla.
¡Toma!
Además las pelotitas de acero se le enredan en los cachos y las voy perdiendo, las voy perdiendo.
También se perdió la nieve.
El plumavit no es lo que era. Eso es lo otro.
Es que ya nadie cree en el poliacrilato sódico y en la nieve artificial.
Diría que está mal mirado, porque no es original, se desgrana más de la cuenta y limpiarlo es un suplicio.
Me acuerdo cuando dos puñados de plumavit le hacían la navidad a un niño.
Es cierto que mediante este procedimiento, lo que nació fue una legión de niños mamones, que están concentrados en los años 80.
En general, en todo caso, los niños nacidos en dictadura y/o en regímenes autoritarios, que para esto da lo mismo, generalmente nacen con estas características, así que ya lo saben los que llegaron a Chile entre 1973 y 1989.
Los actuales dirigentes universitarios están en los bordes de esas fechas: nacieron mamones y ahora son descreídos.
Más vale nacer descreído y transformarse en mamón que nacer mamón y convertirse en descreído. Es la diferencia entre el que madura y el que no lo hace.
A ustedes les digo, a los que inventaron ese otro grito maldito, que poco a poco socavó las bases de mi credibilidad y por eso perdí respeto y confianza.
A ustedes se los recuerdo: "¡Viejo desgraciado, me trajiste el mismo regalo que el año pasado!".
Tampoco quiero enojarme más de la cuenta, porque ya la suerte está echada, que es como pasan estos renos flojos 364 días al año.
El caso es que la imaginación no basta, la nieve falsa se desprestigia cada día más y la nieve spray espumosa tampoco entusiasma.
Voy a decir un chiste sin palabras: el único político chileno que creyó en la nieve falsa fue Joaquín Lavín.
Reconozco que una vez me entró un copo de plumavit al ojo y me lo pasé muy mal e irritado.
También es cierto que los niños con la boca abierta, que por lo demás abundan entre los chilenos, corren un cierto riesgo. Se pueden atragantar.
A mí me pasa lo que al plumavit: no somos los de antes.
Así que perdí el entusiasmo y las ganas.
Allá van los regalos y el que agarra agarra.
Estoy en otra.
Una vez leí que el hedor de un reno puede cubrir miles de metros a la redonda y no se desprende con nada. Es un suplicio esto del trineo. Me miran de reojo estos animales. Yo creo que saben de lo que estoy hablando. Brama ahora, pos, reno cochino. ¿Quién te va a escuchar?
Mejor me voy y me despido y tampoco me engaño: no soy una figura políticamente correcta.
¿Quién va a poner en la falda de un viejo gordo a un niño inocente o a una niña ingenua?
Estas cosas influyen y se huelen -como el olor de los renos desgraciados- sobre todo en un país como Chile, donde nada se dice, pero todo se piensa.
Es que no están los tiempos y este no es el horno y tampoco los bollos.
Otra pregunta para el apunte: ¿cuánto falta para que mi obesidad sea calificada de mórbida?
Nada.
Soy un ejemplo en franca retirada.
¿Saben que un trozo mediano de Pan de Pascua tiene el doble de calorías que una empanada?
¿Y que un vaso mediano de Cola de Mono el triple que un litro de cerveza?
Ya estoy escuchando el grito. ¿Guatón degenerado y maltratador de renos?
No soy figura. Eso es claro.
Leí que en la película "Lucía", igual no es verdad, pero leí que un personaje medio patético se ganaba la vida con el disfraz del Viejo Pascuero. Eso es en la ficción.
En el documental "La muerte de Pinochet", otro chileno, pero en la vida real, hace lo mismo, para que los guanacos no lo mojen en las marchas y protestas.
¿Quién va a mojar al Viejo Pascuero? El caso es que sale empapado.
Hay que saber retirarse a tiempo.
Así que sigan con el amigo secreto, donde no hago falta, y saquen esos cálculos tan entretenidos y apasionantes: ¿lo dejamos en 20, 15 o 10 lucas? Y luego repartan esas baratijas y minucias, porque ustedes que creyeron en mí, ahora me tiraron por el desvío, pero desviado y todo, sigo con estos renos.
¿Y cuánto falta para que los ecologistas, ambientalistas y protectores de animales califiquen mi trineo como carro de sangre?
Lo único que falta es que además me quiten el látigo.
Estoy pasado de moda.
Eso es evidente.
Un consejo, eso sí, si me quieren reemplazar, no escojan a los dichosos Reyes Magos.
Esto no tiene nada que ver con la religión ni con la fe, por favor, pero sí con la economía y las finanzas públicas.
En lo personal, todos sabemos que lo mío es el politeísmo.
Hartos dioses y entre ponerle y no ponerle, mejor ponerle, vaya a saber uno: un poco de Odín, algo de los celtas y de la primitiva Laponia, de Martín Lutero me gusta el relato, algo tengo de San Nicolás, unos restos de Nueva Inglaterra, un poquito de Finlandia y entre tanto viaje la carga se me ha ido ordenando. A veces para un lado y en ocasiones para el otro.
¿Relativista? Puede que sí.
¿Pagano? Jamás.
Que nadie ose gritarme guatón degenerado, pagano y maltratador de renos.
Estoy cansado. La verdad: no doy más.
En España, donde siempre me han tenido mala fama y prensa, prefieren a los Reyes Magos, con los que estiran las fiestas hasta el 6 de enero.
Supongo que saben de la crisis económica española y que las medidas del rescate, entre otras, implica suprimir los días sándwich.
Esto de los Reyes Magos deterioró la economía de España y siempre pasa lo mismo: Melchor trae oro, Gaspar incienso, Baltasar la mirra y dime papá ¿qué es la mirra?
Una de las miles de preguntas que los padres no saben responder.
¿Qué mirái Saltarín?
Mira para adelante no más o querís que te pegue en los cachos.
Uaaaah. ¿Qué comiste bestia maldita?
¡Toma, toma!
¿Qué te pasa Cometa?
Brama, brama, que los de Greenpeace andan preocupados de las ballenas y las focas, pero no de ustedes, bestias fétidas.
Uaaaah.
No aguanto no más.
Lo mejor es que hablen las cifras y los números.
Esta es la realidad chilena.
Conclusión: hasta Ominami me supera el 2010.
Si las curvas y la proyección siguen el mismo derrotero, el 2020 pasa lo siguiente: Waldo Mora Longa no fue electo diputado porque sólo logró 15.807 preferencias.
A esas alturas, por lo tanto, y tiemblo al decirlo: Mora Longa tendría más arrastre que el Viejo Pascuero.
No tengo futuro y los viajes en trineo tan largos son agotadores.
De Polo a Polo.
Nadie puede. Pude, hasta ahora, pero ya está bueno ya.
A veces he pensado en pegarles con un palo y viajar con una máscara de oxígeno.
También he pensado que lo hacen a propósito.
¡Aaah! De nuevo me ensuciaron el gorro. ¿Quién fue? ¿Trueno, Saltarín, cualquiera?
Bramen ahora, bichos del diablo. ¡Toma! ¡Toma!
Una cosa más: no soy intermediario de nadie y no pertenezco a la cadena del consumo y yo soy previo al retail y no posterior al retail.
Son cosas que inventaron los duendes, como es lógico, que son unas fieras a la hora de consumir gratis. No hay nada peor que un duende bolsero.
En estas condiciones es muy difícil entregar regalos personalizados y con dedicatoria.
Así que al que le toca le toca y al que no le tocó, no le tocó no más.
No voy a decir que es mi último viaje, pero sí el penúltimo.
Malditos animales. Están de espalda e igual me achuntan. Son una peste y son peores que un guanaco. No sé cómo lo hacen, pero lo hacen.
Esto no se lo doy a nadie.
Igual no vuelvo nunca más.
¿Saben realmente lo que es volar en un trineo de renos?
Cuadro 1
1988 3.450.340
1989 4.670.900
1990 5.679.501
1991 3.021.001
1992 1.420.333
1993 970.000
1994 569.067
Este cuadro, y el que sigue, fueron realizados por el Departamento de Mitos, Leyendas y Estadísticas de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
El ascenso y descenso en la creencia del Viejo Pascuero entre los chilenos es notorio y notable.
Fue especialmente numeroso y masivo a finales y comienzos de la década del 90, una fecha que coincide con la recuperación de la democracia en Chile.
Con el tiempo, en cambio, la disminución fue sostenida y cada vez son menos las personas que creen en el Viejito Pascuero.
Cuadro 2
1995 345.670
2000 203.000
2005 112.450
2010 58.000
Los datos son dramáticos y la tendencia, cuando el cálculo es por lustro, es muy nítida y parece irreversible.
Carlos Bombal perdió la senaduría por Concepción el 2005 y sacó 116 mil votos.
Sin embargo, son más los chilenos que creyeron en él, que en mí: 112.450.
Carlos Ominami, un lustro después, perdió un sillón en el Senado de la nación, porque logró 69 mil votos y fracción.
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