por Roberto Ampuero
Diario El Mercurio, Jueves 29 de Diciembre de 2011
Diario El Mercurio, Jueves 29 de Diciembre de 2011
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/12/29/alzheimer-enemigo-al-acecho.asp
Un destacado cineasta español describió en sus memorias del siglo pasado la enfermedad mental que afectaba a su madre ya anciana. Decía que a partir de cierta edad, ella no leyó más que un solo libro. Era una novela. Y no es que la releyera por amor al arte. No. La señora jamás pasaba a la segunda página del libro por una sola razón: en cuanto se aproximaba a la última línea de la primera página, olvidaba el contenido del primer párrafo. Regresaba entonces en forma incesante al inicio de una lectura que se le tornó vitalicia.
Hoy lo sabemos. La mujer sufría el mal de Alzheimer o demencia senil de tipo Alzheimer (DSTA), enfermedad neurovegetativa que se expresa en las personas como deterioro cognitivo y trastorno conductual. Es un mal que afecta en el mundo a un elevado porcentaje de mayores de 60 años. Pareciera que en Chile aún no adquirimos plena conciencia del drama silencioso que toca a un número creciente de personas, algo inquietante desde el punto de vista humano y económico, pues somos una sociedad que envejece rápidamente.
Tal vez algunos recuerdan que en noviembre de 1994, Ronald Reagan envió una dramática carta a sus compatriotas. Consciente de que sufría el mal y pronto perdería su conciencia, el ex Mandatario se despidió de la nación. "Me han dicho que estoy entre los millones de personas afligidas de Alzheimer -dijo Reagan en su misiva-. Continuaré compartiendo el viaje de la vida con mi amada mujer, Nancy, y mis familiares. Desafortunadamente, a medida que la enfermedad avanza, la familia a menudo soporta una carga muy pesada. Sólo desearía que hubiese alguna forma que me permitiera ahorrar a Nancy esta dolorosa experiencia".
En 2001, el cineasta argentino Juan José Campanella estrenó un film que muestra la enfermedad y su impacto en familiares de los afectados: "El hijo de la novia". En Chile deberíamos volver a ver esa película. Habría que exhibirla en escuelas y sindicatos, universidades y clubes deportivos, porque se trata de una enfermedad que afecta a millones y requiere nuestra atención como sociedad. En el país, 11,2 por ciento de la población tiene más de 60 años, lo que permite suponer que hay más de 200 mil personas con demencia, y cerca de dos millones que sufren el impacto de las demencias, incluyendo aquí tanto a pacientes como familiares. Poco se habla también de estos últimos, pese a que sufren depresión y a menudo abandonan su trabajo para dedicarse sin capacitación alguna a cuidar parientes enfermos.
Muchos somos testigos de la enfermedad en familiares, amigos o conocidos, muchos vemos cómo se resiente la calidad de vida de individuos y familias. Pero como sociedad seguimos actuando como si la situación no ameritase una acción social concertada. El Alzheimer se pierde entre demandas sociales acumuladas por decenios que exigen hoy solución inmediata. Sin embargo, no debe ser ignorado: La Encuesta Nacional de Discapacidad de 2009 reportó una prevalencia de demencia de 8,5 por ciento en las personas mayores de 60 años (9,1 por ciento en mujeres, 7,4 en hombres), algo que empeora a partir de los 75 años, cuando 10,1 por ciento de las personas entre 75 y 79 años sufre la enfermedad. La encuesta indica que 10,4 por ciento de los adultos mayores del país presenta deterioro cognitivo, y 4,5 deterioro cognitivo asociado a cierta discapacidad. No olvidar: hoy constituye la cuarta causa específica de muerte en Chile. Se estima que el costo anual por paciente asciende en la región a siete millones de pesos, una agobiante carga económica, social y psicológica para sectores bajos y medios.
El mal de Alzheimer, del cual nadie está libre, merece mayor atención de toda la sociedad, pues irá en aumento con la prosperidad y la longevidad de nuestra población.
Nadie está libre. Merece mayor atención de toda la sociedad, pues irá en aumento con la prosperidad y longevidad de nuestra población.
Vaya mierda, que me maten ya
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