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Patricia Méndez: La mujer fuerte de la Posta Central

 
Una cirujana de 57 años, madre soltera y con treinta años enfrentando la urgencia médica, debutó en septiembre como directora de la Asistencia Pública, inmersa en graves conflictos de gestión desde 2011. Esta es su historia, construida entre la vocación y la soledad. Sobre su rol, ella dice: "No estoy jugando a ser heroína, aquí hay que tener coraje".   

Por María Cristina Jurado. Fotografías: Sergio López I. 
Diario El Mercurio, Revista Ya, martes 13 de noviembre de 2012
http://diario.elmercurio.com/2012/11/13/ya/_portada/noticias/261C67CA-455C-41DD-881D-97C71EC8179D.htm?id={261C67CA-455C-41DD-881D-97C71EC8179D}
-Soy cirujana. La cirugía es acción, es rapidez, es pura adrenalina y la llevo en la sangre. El poder de decisión y ser arrojada son parte de mí: llevo casi 30 años trabajando en equipo, día y noche, con la vida y con la muerte. En este hospital, el de la Asistencia Pública, pacientes y médicos nos la jugamos minuto a minuto, segundo a segundo, las veinticuatro horas. Todo es urgente, vivimos en la emergencia.
Revuelve su taza de café, sin dejar de mirar por la ventana: está concentrada. Patricia Méndez del Campo, cirujana, con años de turnos de trasnoche, de emergencias en la coronaria móvil rodando por Santiago, se empina hoy en la tarea más difícil de su carrera: reemplazar el bisturí por el lapicero y las tijeras por el bloc de notas. Como directora de la Posta Central desde el 26 de septiembre de este año un cargo duro, un cargo conflictivo comanda a mil 600 empleados, agrupados en media docena de poderosos gremios. Gremios que, en este hospital de urgencia que data de 1911, tienen la palabra en muchas de las grandes decisiones. Sus poderosas voces y el cuestionado manejo de un brote bacteriano epidémico le costaron la salida al ex director Emilio Villalón, a quien esta recoletana, madre soltera de una bióloga que vive en Londres y deportista de alma, vino a reemplazar.
No fue una decisión fácil para Patricia Méndez, quien hasta 2010 y después de 26 años en la Posta aún cumplía turnos médicos de emergencia porque dice lo lleva en las venas. Es lo que ha hecho desde que tenía 25 años y recién se titulaba en la Universidad de Chile: nunca quiso aguas más calmas para su profesión. Pero, a pesar de que ha buscado la adrenalina toda su vida, cuando le ofrecieron la dirección de la Posta Central sintió que era su obligación. El buque era pesado, el conflicto ardía, eran muchos los pacientes en incertidumbre. Y ella conocía cada muro, cada tubo de ensayo, cada camilla, cada mancha en la pared:
La salud pública en Chile vive momentos muy difíciles, sin respiro. Nuestra falta crónica de recursos se arrastra desde hace por lo menos veinte años. Sin repunte, modernización ni progreso; sin inauguración de hospitales ni aumento de camas: es patético. Más aún si se compara con el sector privado, donde las clínicas, camas y personal van en aumento vertiginoso. Sólo decir que el número de profesionales de la Posta Central es exactamente el mismo que en 1980, cuando llegué. ¡Y la población ha crecido exponencialmente! También ha envejecido, porque la esperanza de vida es otra.
De turnos trasnochados con camillas repletas de pacientes y decenas de familiares abarrotando pasillos Patricia Méndez sabe. También, de cirugías de hasta diecisiete horas, que hizo por años en su especialidad de cuello y cabeza. Y, sobre todo, de lidiar meses y años con carencias, mala imagen pública y un recinto frío, mal pintado, de pisos antiguos y boxes desangelados. Boxes que acogen, mensualmente, a una población de casi doce mil chilenos de escasos recursos para quienes la Asistencia Pública es el primer lugar de auxilio:
Tenemos 120 médicos que hacen turnos de 24 horas, pero la planta no puede ampliarse. El déficit de profesionales en el sector público y privado de la salud es tremendo. Un déficit contra el cual es difícil batallar porque las clínicas nos ganan en oferta de sueldos. ¿Cón qué armas seducimos a los nuevos profesionales? Por eso, antes de asumir, yo puse condiciones.
Patricia fue criada en la disciplina. De familia numerosa, creció en El Salto, comuna de Recoleta, como la segunda de siete hermanos. Todos asistieron a la escuela pública y, ya adolescentes, al liceo 4 de esa comuna. Su padre trabajó en la construcción, fue desde obrero hasta contratista. Su mamá, dueña de casa, en algún momento abrió un negocito de abarrotes en su misma vivienda. Allí trabajaron, uno a uno y por años, todos los niños Méndez del Campo. Lo sentían su obligación.
Fuimos criados con rigor. En mi casa lo principal siempre fue estudiar, frente a los libros no había excusa válida. Y la disciplina: las cosas había que hacerlas, hacerlas bien y hacerlas ya. Tuvimos un padre y una madre un poco autoritarios y muy presentes, ella era la más estricta. Pero mi papá, aunque trabajaba hasta los domingo a veces no teníamos grandes medios y trabajaba en lo que viniera, siempre nos dio tiempo: con él aprendí a andar en bicicleta y a manejar. Una familia muy marcadora y una disciplina que agradezco hasta hoy. Ha sido la huella en mi carrera.
Todos ayudaban: esta directora de la Posta Central recuerda que, en su infancia, una de sus tías llegaba regularmente a El Salto con cajones llenos de revistas tipo Life y The New Yorker. "Ni siquiera sé de dónde las sacaba. Me acostumbré a mirarlas desde muy chica. Tuvimos mucho apoyo intelectual en mi casa".
La historia familiar de Patricia Méndez del Campo marcó sus opciones de vida. En su juventud hoy tiene 57, representa 45 llegó a ser cinturón café de judo, un deporte que cultivó por años. Desarrollarse desde chica con un sentido de autoridad la ayudó al ejercer la medicina y hoy a la ayuda a dirigir a casi dos mil personas de distintas profesiones:
Yo hago una tarea muy difícil y venimos saliendo de un gran conflicto, uno de los peores de la Asistencia Pública en sus últimos años. Pero tuve muy buen training desde mi infancia, con la autoridad me entiendo bien, sé modularla. Toda mi vida me he movido en un mundo muy masculino: no creo que el porcentaje de cirujanas en Chile supere el 30%, aunque va en aumento. Trabajar con hombres y frente a la emergencia me curtió. De ahí saco la fuerza, porque esta pega, para mí, es un desafío mayor.

"No estoy jugando a ser heroína"
Un recorrido por todos los pisos de la Posta Central la conduce al centro del que fue su quehacer por más de un cuarto de siglo. Un área crítica, donde se intervienen desde vesículas hasta muñecas. De delantal verde y mascarilla, Patricia Méndez se transforma: en el pabellón quirúrgico sus manos pierden todo temblor y sus ojos brillan. En estos recintos asépticos, uno al lado del otro, hoy se practican tres cirugías traumatológicas y de medicina interna. No están lejos los días, dice tras su mascarilla, en que ella y un completo equipo operaron complejos casos en cuello y cabeza: su gran especialidad como cirujana.
Cuando egresé de la Universidad de Chile no pensé en cirugía, yo quería especializarme en medicina del deporte o en psiquiatría. Pero me di cuenta de que, por mi personalidad y mi formación, tenía todas las características para ser cirujana, también por eso la Asistencia Pública fue mi nicho natural. La cirugía es acción, requiere disciplina, hay que pensar y actuar con sentido de emergencia. Los cirujanos somos especiales, médicos entrenados para decidir sobre la marcha y con rapidez, siempre con la adrenalina a mil. Se vive con mucha presión, sobre todo si dedicas tu vida a la urgencia, como yo.
Desde su mirada, Méndez responde a las críticas sobre una atención floja en la Posta Central, especialmente durante el conflicto que generaron los dos brotes de la bacteria clostridium difficile, en julio de 2011 y marzo de 2012:
Si eres médico en urgencia, tienes el 60 por ciento de tu tiempo tomado sólo en resolver emergencias, a un ritmo sin tregua, día y noche. Pero el otro 40 por ciento es natural que descanses, que te recuperes para poder completar un turno que dura 24 horas. Quienes acusaron, entraron sin permiso a una sala y vieron gente en computadores o tomando café. ¡Pero ellos llevaban doce horas de turno! Y tenían que retomar.
Va caminando por los pasillos desprovistos e ingresa a todos los boxes, uno tras otro. Las cuarenta camillas están ocupadas con gente y a esta cirujana le basta mirar desde lejos una ficha para establecer el diagnóstico. Son sus años de circo.
Un cirujano debe tener una personalidad fuerte, incisiva. A veces somos autoritarios, sobre todo en urgencias, porque no puede haber espacio a la duda: estamos constantemente tomando decisiones que pueden salvar vidas o no. No siempre se logra porque aquí llegan grandes accidentados, grandes quemados. Un médico tímido o apocado no puede ser cirujano porque el medio se lo come. No estoy jugando a ser heroína, aquí hay que tener coraje.
Cuando tenía 28 años y ya trabajaba en la Posta, tuvo a su única hija, Patricia, quien se recibió de Bióloga en Exeter y hoy estudia un máster en Londres. Se fue a los 18 a Inglaterra y para su madre, dedicada a su carrera pero muy apegada a su niña, fue una explosión de sentimientos encontrados:
Ni siquiera fue tema el que yo la retuviera en Chile, se quería ir desde siempre. No pude retenerla y no lo habría hecho, yo también siempre hice lo que quise. Incluso ser madre soltera: mis padres pueden no haber estado de acuerdo con mi embarazo eran los 80, pero nunca me coartaron. Yo tampoco quise coartarla a ella, aunque para mí, los tres primeros años fueron terribles. Ahora vivo sola en el mismo barrio de mi infancia, nunca he querido alejarme de mi familia.
Parejas ha tenido, pero hoy dedica su poco tiempo libre sólo a sus muchos amigos. No ha perdido su veta deportiva: corre, camina mucho y le encantaría volver al judo.
Es que la cirugía y el judo comparten características. El coraje, la decisión y la disciplina. También la mística.
¿Por qué una doctora elige ser cirujano de urgencia? Hay especialidades más calmas, de nueve a seis.
¡Por la gratificación! Cuando logras vencer al tiempo, a los nervios, si tienes la fuerza en la mitad de la noche para trabajar en equipo, para no perder la sangre fría y logras devolver vida, ganaste. Dar vida es ganar.
Aprendió a conocer sus limitaciones:
Ningún cirujano puede operar solo. Dependes del equipo y el equipo de ti. En el quirófano es fundamental conocer las limitaciones de cada uno. No puede haber errores. Nadie puede decir "me las sé todas, déjenme a mí!, hay expertises que no todos tienen. Esto, que les pasa a todos los médicos, es más marcado en cirugía, tienes que saber cuándo pedir ayuda. Estoy convencida de que este entrenamiento me servirá dirigiendo la Asistencia Pública. No puedo ni quiero trabajar sola, cada uno es importante y eso crea mística.
Porque la mística, dice Patricia Méndez, es el motor en las situaciones difíciles, en el quirófano o afuera.
Sus urgentes condiciones
En los pasillos se saluda de beso con todos y la rodea un aura de respeto. Por ejemplo, cuando visita el laboratorio clínico, a cargo de un médico de mucha experiencia que, al igual que ella, tiene el beneficio del artículo 44, que permite, al haber cumplido veinte años de guardia nocturna, pasar a otra categoría. Recuerda:
Me costó mucho entrar a la Asistencia Pública, en 1980. Era una época de mucha cesantía médica y el fuerte del trabajo se hacía en el sector público. Al revés de ahora, cuando es difícil atraer profesionales. Empecé de reemplazante y, por años, cumplí turnos sin recibir sueldo. Yo quería aprender, esto era lo mío. Lo supe antes de los 24. Ya había descartado la psiquiatría, porque ¡yo necesitaba resultados rápidos!
En 1983, al nacer su hija, se fue a vivir sola y, durante veintiún años, trabajó, además, en la Unidad Coronaria Móvil. Nunca dejó de hacer turnos en la Posta.
En la UCM me especialicé en el rescate de pacientes graves con problemas cardio-pulmonares. Me pagaban muy bien y yo necesitaba mantener a mi hija. Me quedé, pero mi pasión la encontraba aquí. Por eso, ahora que estuvimos en conflicto conservé una mirada panorámica.
Porque a ella no pueden venirle con cuentos conoce la entidad a fondo y el poder de sus gremios es que, para asumir su dirección, esta cirujana puso condiciones urgentes a las autoridades de Salud. La primera fue una inyección millonaria de fondos para suplir las carencias médicas, diagnósticas y de atención a los pacientes.
Ya son mil 500 millones de pesos los que la Posta Central ha recibido desde el conflicto y, a comienzos de 2013, recibirá otros mil millones. También se puso la primera piedra de la nueva torre de urgencia que, con siete mil millones donados por monseñor Sergio Valech, triplicará su capacidad. Una segunda torre de siete pisos exigirá, otros siete mil quinientos millones de pesos de parte del Estado a un plazo de tiempo mediano. Ya están comprometidos.
Esta inyección de recursos que, por suerte, se ve venir, cambiará las cosas. Yo tengo un sueño: recuperar la vocación original del hospital de asistencia pública en la Región Metropolitana. Que podamos reorientarnos a nuestra misión, atender a los grandes traumas, a los grandes quemados, las verdaderas emergencias médicas y quirúrgicas. Hoy, de 300 pacientes diarios en atención médica, el 45 por ciento lo constituyen personas que debieran ir a hospitales o clínicas porque no están en riesgo vital.
Patricia Méndez escala hasta el helipuerto. Mira Santiago desde lo alto, hacia los techos de calamina que mañana serán la nueva Torre Valech.
Es simple: a distintas horas, recorro todos los pisos. Si veo las camillas con poca gente y las sillas de espera vacías, respiro. Es un buen día para mí.

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