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Nuestra sino-dependencia‏



Decisión ineludible

Los candidatos presidenciales deben pronunciarse sobre la forma en que pretenden enfrentar el problema causado por nuestra sino-dependencia.

por Rolf Lüders - Diario La Tercera 23/11/2012

APESAR de la recesión en Europa y el relativamente bajo crecimiento en EE.UU. y Japón -fenómenos que van a perdurar por años-, Chile está creciendo a tasas relativamente elevadas y lo continuará haciendo hasta el fin de esta administración. Hay buenas razones para ello: el manejo macroeconómico y, sobre todo, los altos precios del cobre. 
No obstante, el país enfrenta a mediano plazo un importante reto de política económica, que se deriva de nuestra sino-dependencia. Cómo se enfrente este reto definirá los resultados y el carácter -exportador de materias primas o exportador de una gama diversificada de bienes y servicios- de nuestra economía en las próximas décadas. Los candidatos presidenciales no podrán sino pronunciarse sobre el tema.   
No se trata de un asunto de derechas o izquierdas, de más libertad o más igualdad. A pesar del llamado a una revolución social de personas como Camila Vallejo, la inmensa mayoría de los chilenos están contentos con sus vidas y no desean cambios drásticos en un sistema económico-social que les ha dado prosperidad.
La amenaza económica que enfrentamos a mediano plazo es de origen externo y se llama China.  Según The Economist, Chile tiene la economía más sino-dependiente del mundo. Este es un hecho y tiene implicancias muy importantes. Si China crece a mediano plazo a tasas elevadas -como la mayoría de los agentes económicos espera- nuestra economía tenderá a especializarse en no transables y en exportaciones minerales. De hecho, los catastros de inversiones para los próximos años muestran que el 80% de ellas se estaría realizando en minería y energía; en este último sector, en buena medida para satisfacer los requerimientos del primero. Además, la agricultura y la industria ya muestran signos del mencionado proceso de cambio estructural. 
Alternativamente, si China deja de crecer en unos años más a esas tasas elevadas, el precio del cobre caería significativamente y Chile -que a esas alturas ya habrá reorientado su estructura productiva- vería su crecimiento limitado por la restricción externa.
Apostar a que China siga creciendo a tasas elevadas -por ejemplo, superiores al 7,5% anual- o a que, si se desacelera, India tome la posta, es arriesgado. China ha evitado en gran parte que la reciente crisis la contagie, porque ha desviado la demanda desde exportaciones a inversión interna. Esta representa ahora, según datos del Banco Mundial, el 48,4% del PIB; en cambio, el consumo privado tan sólo alcanza el 34,4%. Estas proporciones son insostenibles a mediano plazo -si sólo por motivos políticos- y cambiarlas, sin afectar la tasa de crecimiento, es un gran desafío institucional.
Los candidatos presidenciales deben pronunciarse sobre la forma en que pretenden enfrentar el problema causado por nuestra sino-dependencia. Ella, en el mejor de los casos, generará  un  cambio  mayor  en nuestra  estructura  productiva -con las consecuencias que ese proceso conlleva- y en el peor de los casos -si no se toman las medidas adecuadas- a una baja significativa y prolongada de nuestra tasa de crecimiento económico. 

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