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Heaven's Gate Película de Michael Cimino, en blue ray "Las puertas del cielo": de infamia y elegía




por Christian Ramírez 
Diario El Mercurio, Artes & Letras, domingo 25 de noviembre de 2012

El mito dice que la industria del cine tiene memoria de corto plazo. Que no importa cuántos escándalos publicados, drogas consumidas y reputaciones arruinadas hayan de por medio, Hollywood siempre ofrece otra oportunidad... A menos que desperdicies su dinero.
Es en ese noveno círculo del infierno fílmico que la carrera de Michael Cimino ha languidecido desde que hipotecó todo el prestigio ganado con "El francotirador", la última gran cinta de los años 70, en su porfía por crear la primera gran película de la década siguiente: "Las puertas del cielo". Desde su desastroso estreno en 1980, se ha contado una y otra vez la historia de cómo este superwestern liquidó la carrera de su director, sus protagonistas y hasta hundió a la United Artists, estudio que se endeudó por 45 millones de dólares de los que recuperó apenas tres.
Treinta y dos años han pasado y, aunque desde entonces se hayan visto debacles fílmicas similares e incluso peores, "Las puertas del cielo" sigue funcionando como la mejor advertencia para aquellos cineastas que desean filmar algo "más grande que la vida", sin detenerse a pensar que lo están haciendo con la plata de terceros. Pero, ¿qué tan certero es el cuento? ¿De verdad la película es un descarado exceso? ¿Es tan estrafalaria como la pintan? La restauración que esta semana acaba de editar la Criterion Collection ha vuelto a poner esas y varias preguntas más sobre la mesa, pero por suerte ha hecho algo más importante: dejar claro que la cinta, más que un gesto "monumental", hoy es un monumento a una sensibilidad, a una artesanía cinematográfica y a una forma de concebir el negocio, que ya no existen.
Ni siquiera alguien como Terrence Malick se arriesgaría hoy como Cimino hizo con la "Johnson County War", matanza producida en 1892, donde los barones del ganado de Wyoming borraron del mapa a cientos de pequeños propietarios (en su mayoría inmigrantes europeos), porque necesitaban sus tierras para hacer pastar a sus animales. En vez de proceder con el pragmatismo aplomo y apostura heroica que su querido John Ford habría aplicado al tema, Cimino decidió que necesitaba un acercamiento elegíaco, mano libre para desviarse de la trama todo el tiempo necesario si una secuencia de imágenes valía la pena y aportaba al verdadero objetivo: plasmar en imágenes, cielos y llanuras, alegrías y penurias que se traducían en lo que ya entonces se conocía como el "sueño americano", y que eran vendidas como tal a los esperanzados colonos, pero que las negligentes autoridades retratadas por el filme otorgan, invariablemente, al mejor postor.
Acusado de irresponsable por la desordenada logística de su rodaje y su presunta inhabilidad para contar una historia, Cimino cometió el error táctico de sentirse víctima de la entonces ascendiente moral neoconservadora y, al hacerlo, se arrinconó en su reputación de "artista maldito". A costa de ésta, pudo realizar un puñado de disparejos filmes hasta mediados de los 90; pero en septiembre pasado, homenajeado por el Festival de Venecia y cuando su crédito de genialidad lleva muchos años vencido, él mismo dijo fuerte y claro: "Es duro vivir la vida con una reputación infame", reputación que en los hechos supera muy lejos a la de su hermosa cinta, que -en su gloriosa versión de tres horas quince- abunda en extensos pasajes donde la película se fuga de sí misma y se entrega por completo a remansos de paz, verdaderos paréntesis audiovisuales, que ayudan a mitigar la tragedia que se viene. De hecho, pienso ahora en la larga y elaborada secuencia de baile en el granero, donde todos los campesinos se desplazan en patines por una improvisada pista, levantando una nube de polvo que tamiza la dorada luz solar que entra por las ventanas. Es cierto, la escena no hace avanzar la acción; pero consigue otra cosa: se apodera del tiempo y no requiere de diálogos ni de argumento ni de razones para confirmar que, en momentos como esos, todos nos comportamos como si no hubiera mañana.
 Heaven´s Gate
Dirección: Michael Cimino.
Con: Kris Kristofferson, Isabelle Huppert y Christopher Walken.
País: Estados Unidos, 1980.
Duración: 216 minutos.

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