Una muestra monumental con 150 piezas maestras y otras desconocidas de Giacometti -de todas sus épocas y géneros- revela nuevas facetas de su vida y de su obra. Se trata de uno de los artistas más importantes del siglo XX y más seguidos por el público, quien desarrolló una reinterpretación de la figura humana.
CECILIA VALDÉS URRUTIA desde Buenos Aires
Diario El Mercurio, Artes y Letras, domingo 18 de noviembre de 2012
http://diario.elmercurio.com/2012/11/18/artes_y_letras/_portada/noticias/540DB98C-FF10-4AB3-B8CC-C4FF0C06BDBC.htm?id={540DB98C-FF10-4AB3-B8CC-C4FF0C06BDBC}
Un mágico bosque de bronce, donde los árboles son mujeres y las piedras son cabezas -todos esculpidos por Giacometti- convive con sus "Hombres que caminan", las "Mujeres de pie", las cabezas de Breton, de Sartre y Simone de Beauvoir ,en la monumental retrospectiva del artista suizo, inaugurada en Buenos Aires.
La muestra -procedente de la Fundación Giacometti de París, la más completa del mundo- se exhibe en el espacio contemporáneo de la Fundación Proa, en pleno barrio La Boca. Es la primera retrospectiva de Alberto Giacometti (1901-1966) en Sudamérica (viene de Brasil). Y no sin motivos llegó allí. Una de las primeras coleccionistas del artista fue la argentina Elvira de Alvear (1907-1959), perteneciente a una acaudalada y refinada familia de ese país. Ella compró un ejemplar en yeso de la hoy famosa "Cabeza que mira". Otros visionarios coleccionistas argentinos adquirieron, también en vida del artista, obras en artes decorativas, como lámparas y muebles.
La exposición reúne 65 esculturas, 17 pinturas, 26 dibujos y una decena de objetos del artista, de todos sus géneros y etapas, realizados entre 1910 y 1960. "Hemos traído también piezas desconocidas de especial belleza y valor", cuenta a Artes y Letras la curadora francesa y directora de la Fundación Giacometti, Véronique Wiesinger.
Asimismo, la muestra aborda los temas de reflexión del autor y su relación con grandes pensadores. "Y damos a conocer recientes interpretaciones sobre su hacer". La exposición es apuntada "como uno de esos acontecimientos únicos que enriquecen la vida cultural de una ciudad", según consignó La Nación de Buenos Aires.
Familia de gran cultura
La Fundación Giacometti fue creada a partir de las obras que conservó su viuda, Annette Giacometti. No tuvieron hijos. "Ella era mucho más joven que su marido y lo sobrevivió por muchos años. Durante su vida se dedicó a cuidar, defender y divulgar su legado. No vendió nada. Giacometti, además, había guardado muchas de sus creaciones, por lo que aquí hay piezas sorprendentes e inéditas", cuenta la investigadora.
Junto a la experta nos internamos en un recorrido por las obras, sin público y antes de su apertura. "Las piezas sobrepasan de lejos lo que se ve en imágenes. Los trabajos de Giacometti fueron concebidos para verlos en terreno, porque deben ser completados por el espectador", comenta Véronique Wiesinger.
La primera e impecable gran sala de paredes blancas, con pequeñas ventanas que miran al río, nos enseña los inicios del artista. Giacometti nació en un pequeño pueblo suizo italiano, Borgonovo, en una familia de gran cultura. Su padre, Giovanni, era pintor y un hombre de profundas inquietudes. Tenía una biblioteca monumental. "Gracias a él, Giacometti conoce acerca de muchas culturas del mundo y de grandes autores, lo que marca su visión", puntualiza la curadora.
Sus primeras obras las hizo en el taller de su padre. "En algunas de sus esculturas aparecen rasgos físicos de él. Otras lo recrean directamente como "Cabeza del padre", de 1927-30.". También están sus pinturas de cuando tenía 13 años. Él toma después la lección de Cézanne en telas como "Naturaleza muerta con manzanas" y "Montaña".
La sala incorpora la influencia del cubismo en su trabajo. Algunas piezas delatan la influencia de Fernand Léger. Pero sobresale su reencuentro con lo africano, en su emblemática escultura "Mujer cuchara" (1926). "Ésta marca el debut de su etapa madura donde elabora el concepto de una obra viva, mágica y cargada". La pieza es el primer ejemplo de una mujer de pie, en el que ya hay una síntesis de la figura. "La pareja", de ese mismo año, en sus formas y color negro trae el precedente del arte africano, que nunca abandonará.
Primeros rostros como láminas
La segunda sala se centra en un tema que le obsesionó toda su vida: la cabeza humana. Él cambió el concepto. Uno de sus primeros y emblemáticos volúmenes es "Cabeza que mira" (1929), que es un adelanto de lo que vendrá. "Trata ahí la cabeza como una placa. La trabaja de manera frontal", precisa la curadora. La pieza mirada de frente es una suerte de cuadrado blanco que insinúa las facciones de un rostro, pero de perfil es sólo una delgada lámina. Este volumen llamó la atención de los surrealistas.
Con "La esfera suspendida" (1930-31) recurre por primera vez al procedimiento de emplazar su trabajo dentro de una "jaula". Esta pieza le valió su ingreso al movimiento surrealista. Breton se fascinó con ello, pero Giacometti después desiste de participar y se centra en su lenguaje. Nunca deja, eso sí, de incorporar elementos de ese movimiento.
En medio de otras obras -expuestas con un montaje notable, que llegó planificado hasta el mínimo detalle de París- aparece su "Cabeza de cráneo", que cuelga de una varilla. La muerte es otro tema que lo obsesiona: "Observaba mucho los esqueletos y en el cráneo veía un núcleo de violencia", señala Wiesinger. En tanto, un segundo ejemplo de sus primeras "Mujeres de pie" se inspira en un maniquí. Giacometti pasa horas mirando los escaparates. Esta obra, poco conocida, es muy valiosa: "Tiene la influencia del arte funerario egipcio".
La figura en una síntesis casi total...
Su mujer, Annette, le sirvió muchas veces de modelo. Pero Giacometti reduce la figura a la mayor síntesis y liviandad. Rechaza la perspectiva clásica para restituir el modelo y esculpe la figura femenina lo más neutra posible.
Las figuras y cabezas son sintetizadas, a veces, a un solo rasgo. Y siempre las aborda en etapas sucesivas, lo que se traduce en una serie de obras y versiones de una misma figura. Giacometti confesaba que no sabía exactamente de dónde surgió su tipología de la figura, pero añadía que para una obra puntual "me inspiro en hechos que me han conmovido, en formas que siento próximas".
Un aspecto poco sabido es que al artista suizo le costaba mucho dibujar los brazos en la figura humana, así que los corta, no los dibuja, puntualiza la curadora.
El planteamiento de sus figuras de hombres y mujeres alargadas como láminas "responde también a que recorta un pedazo de la realidad. Pinta, por ejemplo, un fragmento de paisaje donde coloca a una de sus figuras que se desplaza. Ese mismo tipo de figura lo lleva magistralmente al volumen". Y la instala sola o en grupo. Pone a tres mujeres de pie juntas o a una pareja...
Le interesa representar la conexión entre la figura y su contexto. "Y logra fijar una distancia y un ángulo en que se debe ver su obra. Esto se ve muy bien en los trabajos que hizo sobre "Mujeres de pie" para dos versiones de la Bienal de Venecia, que se exponen. En una de ellas, la tipología funciona de frente; por los costados es sólo una lámina. La otra "Mujer de pie", con algo más de masa matérica, se deja ver, como tal, por todos los ángulos", explica .
Representación de una energía
Sus motivos y concepto de la figura los discutía también con los existencialistas Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir .Giacometti lucha contra el academicismo. Busca encontrar lo maravilloso en lo más cotidiano, como es caminar o simplemente estar de pie. "Pero lo más importante -destaca Véronique Wiesinger- es la representación de una energía. Él decía que quería hacer escultura de gente viva que no pesaran nada".
Existe también un mito acerca del tema de la soledad en sus figuras. Giacometti le confiesa a Antonio del Guercio, durante una entrevista en 1962: "Nunca pensé ni pienso en el tema de la soledad. Creo que la vida es lo opuesto a la soledad; lo que importa es justamente un tejido, relacionarse con los demás".
Las últimas salas del recorrido esperan con lo más espectacular y conocido: la valiosa "Mujer alta", de casi cuatro metros de altura. Y el archifamoso "Hombre que camina I", de poco más de dos metros. Es la escultura que ha alcanzado el precio más alto en una subasta de arte del mundo: 104, 3 millones de dólares.
Pero la fuerza que contienen esa y otras esculturas gigantescas emana igualmente de unos figurines que hizo de menos de dos centímetros, con motivos de naturaleza y figura humana. "Son una de las piezas de más interés y más desconocidas de toda la muestra: de una extraordinaria belleza, y nunca han sido ofrecidas a la venta. Demuestran que para Giacometti la monumentalidad no reside en el tamaño", destaca la curadora francesa.
Asimismo, para su "Hombre caminando", de los años 60, que iba a ser emplazado en Nueva York, Giacometti realizó una maqueta con figuritas de menos de un centímetro, que se exponen en una vitrina contigua. Es otro de los puntos altos y reveladores de la retrospectiva. El espectador puede pasar un largo tiempo redescubriendo y sintiendo sus personajes.
Ahí se aprecia cómo la genialidad del arte de Alberto Giacometti permite ingresar a su obra, no a través de la escala de sus creaciones, sino que por la fuerza que emiten. "La verdad es que es imposible hacerse una idea real de sus esculturas por medio de los libros. Hay que ver sus creaciones en terreno ", concluye la experta.
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