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HISTORIA DE CHILE Descubrimiento: Almagro y el comienzo de nuestra historia



Dentro de la discusión producida por el proyecto de la Cámara de Diputados que propone fijar el día del descubrimiento del Estrecho de Magallanes como hito de la fundación de Chile, se critica el desconocimiento de la historia y la falta de perspectiva que tienen esta y otras propuestas, que olvidan la trascendencia del viaje de Almagro a Chile en 1536.  

Sergio Villalobos R. 

Premio Nacional de Historia
Diario El Mercurio, Artes & Letras, domingo 25 de noviembre de 2012
 
La historia, para ser realmente comprensible, tiene que ser estudiada en sus grandes unidades temáticas, como pueden ser el trayecto de una civilización o de un país. Sólo de esa manera se puede captar el sentido esencial de los hechos, dejando de lado aspectos aislados, circunstanciales o simplemente anecdóticos.
Una de esas unidades es la historia de nuestro país, que debe ser despojada de todo aquello que fue de menor importancia en la formación de la nacionalidad, gente y territorio. Llamar la atención sobre el poblamiento por los paleoamericanos, descendientes de grupos asiáticos que llegaron por el estrecho de Bering, es distraer hacia asuntos secundarios. El hombre de los conchales en el litoral norte, los pehuenches en las cordilleras del sur, los araucanos en su región y otras variedades, explican muy poco de nuestra historia. Son parte de la prehistoria, anterior al dominio de la escritura. Sus pequeñas comunidades, su aislamiento y falta de proyección, influye escasamente en la historia del país.
Se comete, por otra parte, un profundo error al designarlos como descubridores, por desconocimiento de la teoría de la historia, su método y sus enfoques. El descubrimiento es un concepto que nace en Europa, a raíz de la expansión en todo el mundo de la cultura cristiana occidental, la fuerza más importante que ha movido al mundo desde el siglo XV. Por eso el hallazgo de Colón, la colonización del Caribe, la conquista del Perú y, en fin, el descubrimiento de Chile por Almagro, forman un encadenamiento de sucesos que tienen perfecta coherencia.
La historia es una reflexión y no simplemente recuerdos para la memoria, como puede ser el afán de los anticuarios y colectores de anécdotas.
El error y falta de perspectiva se repite en quienes propugnan el descubrimiento de Chile por Magallanes.
Los hechos fueron claros y precisos y deben ser situados dentro del método histórico y no en propósitos regionalistas ni populistas.
No hay duda de que la empresa del célebre portugués se inscribe no tanto en la historia de Chile, como en la mundial y, más concretamente en el propósito mercantil de España de dominar el comercio de las especias producidas en el extremo sureste del Asia. El paso del Atlántico al Pacífico era esencial y allá fue Magallanes con sus naves movido por la obsesión de un iluminado. El hecho de que permaneciese algún tiempo en el estrecho carece de significado, pues todas las expediciones, en cualquier parte, avanzaban con lentitud y efectuaban reconocimientos. Pero las tierras australes carecían de interés en sí.
Vale la pena recordar, por otra parte, que el estudio del laberinto austral tomó interés sólo tres siglos más tarde mediante los reconocimientos sistemáticos de Parker King y Fitz Roy, fuera de otras exploraciones de menor monto.
Mientras Magallanes andaba en busca del buen negocio, que al fin le costó la vida en Filipinas, otros exploradores anduvieron por el extremo austral y merodearon por las costas de Chile sin producir ningún efecto. Pedro Sarmiento de Gamboa, por encargo de la corona, funda dos pequeños fuertes en la ribera del estrecho, que terminan miserablemente. La corona, por su parte, nunca vinculó aquellas tierras al reino de Chile, salvo en forma circunstancial.
Solamente después de la Independencia, el Chile maduro que Almagro había contribuido a crear, llevó su atención al territorio austral y todavía puede añadirse que fue el centralismo capitaneado por la capital el que dio vida a la región magallánica con la fundación del fuerte Bulnes en 1843.
Volviendo atrás, acerquémonos a Diego de Almagro, que como capitán de grandes méritos se había destacado en la conquista de Panamá y del Perú junto a Francisco Pizarro. Sus deseos eran tener una propia gobernación y obtuvo para ese efecto una concesión real que abarcaba aproximadamente desde el Cuzco hasta el norte de Chile. Además, se le concedió el título de adelantado que, por tradición, era un encargado de llevar adelante la dominación, sin que le estuviesen señalados límites precisos y con amplias facultades. En la documentación de la época muchos testigos declaran que Almagro salió a "descubrir la tierra de Chile".
Almagro tuvo un conocimiento adecuado del camino y del territorio que se propuso señorear, de modo que nada le resultó imprevisto. Al cruzar la cordillera frente a Copiapó, descubrió el territorio de Chile, tal como lo representa el cuadro de fray Pedro Subercaseaux en la testera del antiguo Congreso Nacional, en Santiago, que según informe de historiadores es de gran fidelidad.
El Adelantado, en ejercicio de sus facultades, reconoció parte importante del territorio. Se estableció en Aconcagua, recorrió la parte central y despachó al sur al capitán Gómez de Alvarado con el propósito de alcanzar el estrecho de Magallanes, un deseo ilusorio por el desconocimiento de las latitudes. Alvarado llegó sólo hasta el río Laja, dio la vuelta y luego toda la expedición regresó al Perú.
Muchas falsedades se han escrito en torno al alejamiento de Chile. Almagro quedó complacido con el país, por su naturaleza y su rendimiento en oro. En la marcha al país recibió 90 mil ó 200 mil pesos del precioso metal y otras sumas se obtuvieron en el territorio mismo. Un testigo informaría al rey que "se descubrieron algunas minas de oro ricas" de las que se sacaron buenas cantidades. Además, existía una numerosa población indígena, que era la mano de obra indispensable para la colonización. Todo indicaba a Almagro que Chile sería un buen lugar de asentamiento.
El motivo para retornar al Perú fue la llegada del obispo Tomás de Berlanga, que debía dirimir en el pleito con Pizarro sobre la posesión del Cuzco, comienzo de la gobernación de Almagro y, por otras parte, habían llegado los originales de las reales cédulas que otorgaban al Adelantado su gobernación. Todavía pesó en el regreso la noticia del levantamiento indígena en el Perú, que moralmente obligaba a acudir a la defensa.
La expedición, a pesar de la dureza y los sufrimientos no había sido un desastre, como recordarían con orgullo varios de sus integrantes en años posteriores. No menos de once regresarían bajo el mando de Valdivia, de modo que el estigma de "los de Chile" no pasó de ser una burla de los pizarristas. Los documentos en que nos basamos fueron publicados hace ciento diecisiete años y es lamentable que todavía se les desconozca.
La empresa de Almagro y sus hombres tuvo resultados positivos. El país quedó bien conocido y ese fue el antecedente que movió a Valdivia, al cabo de un año a organizar la conquista definitiva de Chile que es el resultado del encadenamiento de los descubrimientos y conquista.
Concluyendo, tal fue el comienzo de nuestra historia, como deben aceptarlo quienes conocen la teoría y el método y, por sobre todo, las fuentes de nuestro pasado.

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